Hay personas, mujeres u hombres, que alcanzan su grado máximo de Seres Humanos. Personas que tienen una capacidad extraordinaria de superarse a sí mismos. Aunque nacen en condiciones de miseria y desesperanza, condiciones que normalmente matan la voluntad, la capacidad de ilusión, éstos, conservan su condición humana, no solamente para ellos, sino para ponerla al servicio de los otros.
Si esas personas son esclavos y nacen en un período en que la esclavitud es una institución legalmente aceptada, bendecida y sancionada por la iglesia oficial (“Dios maldijo a Cam, y por ello la esclavitud es válida”)
es doblemente extraordinario el temple de esos Seres Humanos.
Es el caso de Frederick Douglass, un esclavo norteamericano que nació en una plantación en Maryland en fecha imprecisa – los esclavos no tenían derecho a conocer su fecha de nacimiento - de 1918, quien aprendió a leer a escondidas, primero con la esposa del amo de la Plantación, y luego pagándoles a los muchachos blancos de la localidad.
Porque mi intención es estimular la lectura de quienes no conozcan esta lección de humanidad, capacidad de superación y lucha consecuente, proporciono escasos datos de Douglas, un reformador social estadounidense, abolicionista, orador, escritor y estadista afroamericano durante los últimos 50 años del Siglo XIX,
Recomiendo leer su biografía, pero sobretodo las memorias de Douglass, un libro trascendental, titulado en español, “Vida de un esclavo norteamericano, contada por él mismo”. La recomiendo vivamente.