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domingo, 18 de mayo de 2014

DEL BIG BANG SALIÓ EL HOMÍNIDO



Estoy avergonzado. Estaba convencido que lo que dice actualmente un señor Thomas Piketty – según parece, un best seller actual con su libro “El Capital en el Siglo 21” – yo lo había leído hace muchos años, comenzando por el Manifiesto Comunista de Carlos Marx escrito en 1848.

Pero resulta que no. Entendí mal a don Carlos. Es este señor Piketty quien nos sale con el novedoso análisis de la desigualdad que crea el capitalismo. Que alguien toque el tambor denunciando el mundo absurdo que estamos viviendo a causa de la codicia por el  dinero no está mal, digo yo.

 Sólo que resulta sospechoso que el libro del señor Piketty cuente con abundante tribuna y con el sospechoso aplauso de sectores que históricamente han estado negando y desprestigiando el análisis que sobre el capitalismo hiciera don Carlos en el cuadernillo mencionado, aparte de otra serie de escritos, entre ellos su obra capital, ¿qué se llamó…, que se llamó…? ¡Correcta la respuesta!: El Capital.

No he leído el best seller del señor Piketty. La verdad, no lo pienso leer. Para enterarme de la descarada concentración de la riqueza que ha creado la aberrante desigualdad en la que vivimos, sinceramente a esta altura no me hacen falta lecturas especializadas.

Por otra parte, la desigualdad social que crea el capitalismo no la aprendí tampoco a través de Carlos Marx, sino del “hombre del saco”, ese hombre que golpeaba la puerta en casa de mis padres con un tiesto de lata en la mano pidiendo las sobras de comida. Hombre al cual en mi infancia miré siempre con miedo porque eventualmente podía robarme echándome en su saco. Y son recuerdos de los años 40 del S. XX, d. de C., en Chillán, Chile. ¿Habrá cambiado esa desigualdad?

La desigualdad social, la concentración de la riqueza en base a pagar mucho menos que lo que el trabajador produce, no me lo enseñó tampoco ni el partido comunista ni el marxismo. Me la enseñó el jornalero que trabajando la tierra ajena, recibía del patrón una ración de comida que consistía en una “galleta” – especie de tortilla sin levadura, tan dura como una piedra – y una porción de harina tostada que el jornalero remojaba con agua de la vertiente o del estero cercano. Esas fueron mis lecturas fundamentales.

Aprendí de la explotación que significaba el capitalismo a través del campesino “mediero” – el patrón ponía la tierra y el campesino enseres y aperos (los campesinos más acomodados), relación de trabajo heredada de la Edad Media -, observando que la familia de ese campesino no se alimentaba de las gallinas ni del ganado ovino que criaba (a medias con el patrón), tampoco comía los huevos de las gallinas. Su tercio, se reservaba para cambiarlos por manteca, sal, etc.

El otro campesino, el pequeño propietario agrícola – más tarde le llamaron rimbombantemente “minifundista” – no se diferenciaba mucho del mediero.

¿Que hoy día, en este Globo Azul, luego que el “género Hombre” ha recorrido 10 o 15.000 años de prehistoria e historia, resulte que a nivel mundial sólo el 1% de la población es rica, mientras el 99% es pobre?



¡Y qué! ¡Señores! El Big Bang se hace responsable solamente de haber montado en este Globo Azul al Homínido, nada más.


¿Cuántos siglos nos faltarán para que este Homínido termine su evolución hasta convertirse en Ser Humano?