QUINO |
Qué diferencia abismal existe entre el
volumen de información que manejan hoy mis contemporáneos y yo, al volumen
manejado por mi padre, para no ir más lejos.
Recuerdo a mi padre sentado en el portal
de la casa que daba al jardín, leyendo el Diario La Discusión de Chillán, los
días domingo. También era radio La Discusión, el medio masivo de comunicación
para los chillanejos. Y tiempo después, como gran adelanto, lográbamos escuchar
alguna emisora de Santiago, sufriendo el “chicharreo” de onda corta, audición que
efectivamente nos llegaba en intermitentes “ondas”.
¿Como todo tiempo pasado, aquél era
mejor? En absoluto. Esa idea no es más que una simple idealización consoladora.
Mi padre, un honrado trabajador
(paramédico en Ferrocarriles del Estado), con la poca información que manejaba
era suficiente para que se indignara. Quiero decir, ayer como hoy, los hombres
elegidos para gobernar, los industriales (no recuerdo la palabra “empresario”)
nacionales e internacionales, en fin, todos aquellos que debido a sus cargos
públicos tenían una responsabilidad pública, se olvidaban constantemente de
esta última calidad.
Todos esos señores, desde el edil del
municipio chillanejo, hasta el señor Truman de los EEUU, eran motivo de la
indignación de mi padre, debido a las acciones “irresponsables” de muchos de ellos.
¿Qué podían tener en común esos señores
públicos, con un hombre que se levantaba a las 5 y media de la mañana (invierno
o verano), y montado en su bicicleta partía a poner inyecciones a domicilio a
los enfermos en tratamiento?
¿Mi padre era el único hombre o mujer
honesto de ayer, de hoy, y mañana? La respuesta es obvia. Tanto la honestidad
como la indignación es una constante en la historia universal. Y sin embargo -
he ahí una paradoja -, esos valores han corrido en líneas paralelas con el
abuso de poder, la corrupción y el engaño de los inocentes. Se podría decir que
entre ambas, al parecer, existe una simbiosis… ¿Indestructible?
Estas líneas paralelas, en la historia han
chocado muchas veces – y siguen chocando actualmente a diario – con luctuosos
resultados generalmente.
La cuestión inquietante hoy día,
incentivada por el volumen de información recibida a diario que suele bajar del
“pedestal de las estatuas” a moros y cristianos, es la duda que nos invade a
muchos: ¿cuál de las dos líneas ha crecido más en el tiempo; cuál de las dos se
ha hecho más sólida; cuál de las dos ha contagiado más a la otra. Y sobre todo,
¿la simbiosis aludida, es intrínseca a nuestra especie?
Tal vez hoy más que nunca el combate debería
comenzar por nosotros mismos. ¡Ojo con la primera piedra!
Recuerdo el texto de un film en el cual
trabajé como actor. En medio de una batalla mi personaje, un dictador
latinoamericano, le ordenaba algo así a su comandante:
-General, no gastemos más pólvora.
¡Mándele a ese cabrón un cañonazo de 100.000 dólares y terminamos con esta
guerra!
¿El afán de obtener el poder-dinero, por
el camino más corto, terminará por corrompernos a todos?