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jueves, 6 de octubre de 2022

AGRADECIDO DE LA INOCENCIA

Ardilla subida en su arce y posando para Nelson




Muchos pensarán que, tal cómo está el mundanal ruido, no vale la pena que les cuente que ayer, en mi acostumbrada caminata por la ribera del río Saint Laurent, me crucé o se cruzaron en mi camino, un número inusual de ardillas: seis o siete correteaban por el césped de los jardines, demostrando luego su envidiable habilidad para moverse entre las ramas de los árboles. Algunas de ellas, descaradas, o más valientes, esperaban agazapadas la posibilidad que le lanzara una semilla o algún insecto de su predilección.
Sin duda, ellas son anunciadoras del otoño, para mí, la estación más hermosa del Québec.
Las ardillas me alivianan el alma. Un estado similar que me provocaba mi trabajo de actor cuando comenzaba la creación de un personaje: inocencia alerta. Inocencia que poco a poco se iba tiñendo con la complejidad emocional del personaje.
Pero a las ardillas les atribuyo que conservan su inocencia alerta, aunque seguramente con su corazoncito latiendo más rápido ante la incertidumbre que les provoca este caminante...
De regreso a casa, vine murmurando aquellos versos de Fray Luis de León: “¡Qué descansada vida/la del que huye del mundanal ruïdo,/y sigue la escondida/senda, por donde han ido/los pocos sabios que en el mundo han sido;”