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jueves, 4 de marzo de 2010

"¡QUE NO QUIERO VERLA...!"


de Goya, Peregrinación

La vulnerabilidad... No hacía mucho había escrito en alguna crónica, que nuestra existencia en este mundo, y el mundo mismo, nuestro planeta Tierra, eran absolutamente vulnerables. Aunque muchos científicos no lo acepten, yo estoy de acuerdo con quienes piensan que la Gran Ley del Azar es la que comanda nuestra existencia, nuestra vida y nuestra muerte.


Esta idea se me hizo más verídica aún, mirando en la televisión los trágicos estragos de este terremoto de 2010, en Chile.


Mirando aquello, se desencadenó en mí un extraño sentido de culpa. Culpa de estar bien, culpa de estar vivo, junto a mi familia; con la casa en pie; con luz, con agua, con alimentos, y sin el terror de lo que pudiera acontecer en los siguientes minutos. (Claro, esto último, es una simple idea empírica, que nos permite vivir con la esperanza del mañana).


Me di cuenta, con cierta vergüenza, que la tragedia de Haití me había provocado, semanas antes, un “sentimiento de pesadumbre moral”. Pero ahora, el terremoto de Chile me provocaba la “hondura de un sentimiento afectivo”, específico…


Destino difícil, para un país que pareciera ser una estrecha cornisa sobre el Pacífico…, que de pacífico y tranquilo, nunca ha tenido nada. Quinientos kilómetros de costa, convertidos en escombros, muerte y lodo…, “¡que no quiero verla…!”


Y por otra parte, fue inevitable, sentir una mezcla de comprensión y vergüenza, al ver a mi gente, algunos, cogiendo alimentos, realmente para sobrevivir, ellos y su familia. Comprensible. Y otros, corrompidos moralmente desde hace tiempo, sacándole provecho a la tragedia. Como harán otros, más adelante: muchos de esos, serán de cuello y corbata. Quizás, los mismos listócratas que hace tiempo están construyendo ilusiones en vez de edificios y casas. Sobre todo, si se trata de viviendas para gente modesta.


de Goya, Akelarre


La tragedia, además de espantosa, no sólo abrió zanjas en casas y caminos, sino también dejó al descubierto, una vez más, el tipo de “progreso” que el contubernio capital-política ha generado en Chile.


Por otra parte, mirado desde el exterior, resulta extraña la tardanza en poner a las FFAA al servicio de las comunidades afectadas, distribuyendo carpas, reparto de alimentos, agua, ropas, rancho, etc. Una acción inmediata habría evitado tanto caos. ¿Será esta, la capacidad de respuesta de las FFAA, ante un ataque sorpresivo de un quimérico enemigo?


¿O hay que resignarse a la idea que nuestras FFAA sólo sirven para reprimir? Es de suponer que en las próximas horas, días y meses, esta institución sabrá cumplir con su verdadero deber frente a estos casos: proteger y ayudar con todos sus recursos a la civilidad.


Y a propósito de la tardanza, ¿la polémica entre la Oficina Nacional de Emergencia y la Armada, debido a su gravedad, tal vez terminará quedando tapada bajo los escombros?


Confiamos que el 2% con que cuenta el Estado para tragedias como la actual, llegue con prontitud hasta los más desvalidos. Y no dudo, que como en otras oportunidades, desde el seno del pueblo chileno emergerá la actitud solidaria que hará olvidar las escenas de saqueo y pillaje. Resultado, esta, de la marginación económica por una parte, pero quizás sobre todo, debido a la difundida subcultura individualista del “agarra Aguirre”.


Los pillajes y saqueos, el oportunismo individualista, los edificios mal construidos, quedarán como grandes interrogantes sobre lo que está pasando moralmente en una franja significativa de nuestro país. Interrogantes, que a medida que pasen los meses y los años en Chile, seguirán ampliándose sobre muchos aspectos del cuerpo social. ¿Nacerán fuerzas, capaces de desarrollar una alternativa político-cultural que recupere el sentido colectivo?


Entre la destrucción y tantos actos reprochables, me acordé de un hermoso poema de García Lorca, “La Sangre Derramada”, en homenaje a Ignacio Sánchez Mejía. Llorando la muerte, y la sangre en la arena, de Ignacio, el poeta repite un verso angustiado, como un ritornello: …“¡Que no quiero verla!”… Pero yo, parodiando a Galileo, digo…, “pero la veo”…