Nelson Villagra en El Señor de las Luces, 1992 |
Mientras “el mundo sigue andando…”, como dijo Gardel, yo he llegado a Chile, una vez más por razones de trabajo profesional. Trabajaré en una teleserie nocturna de TVN.
Luego de haber estado trabajando 60 años en actividades artísticas como actor, me sigue causando una extraña sensación lo trastos escenográficos que suele haber en las áreas de servicio, ya sea de un escenario o en un set de cine o televisión. E inconscientemente, hago el símil entre un cementerio humano y los trastos de diferentes escenografías, quietos, arrimados contra los muros.
Aunque no quiera, la visión de muebles amontonados, de ventanas sin casa, en fin, fragmentos de una cabina de avión; alguna planta exótica; un piano desvencijado; una elegante puerta enmarcada, que no me atrevo a abrir, porque, quien sabe, detrás de ella está el vacío infinito. Trastos, aparentemente inertes, como los muertos en el cementerio.
Y sin embargo – ¡no lo voy a saber! -, esos trastos pueden adquirir tanta vida como yo, que camino en este momento por un largo y ancho pasillo, consciente de lo que digo. Esos trastos, en el fondo, están tan vivos como el actor que llevo dentro de mí. Aunque por el momento, sin el contexto de la magia de la ficción, mi actor, tal muñeco del ventrílocuo, es un trapo con una cabeza y brazos de cartón piedra. Un trasto.
Sin embargo, a pesar de todo, muchas veces he tenido dudas: tal vez yo soy el muñeco, y el actor, mi verdadero Yo.
El Canal Nacional de hoy, es muy diferente a aquellas naves inconclusas de alguna industria que decidió cambiar de sitio, vendiéndole el espacio a la Universidad de Chile, entidad que creó el Canal 9.
Junto a varios otros compañeros actores de la década del 60 del Siglo XX, fuimos los pioneros para las áreas dramáticas que crearon Canal 9 de la U. de Chile, y Canal 13 de la Universidad Católica. No existía aún el video en esos años, todo era al aire, técnicos y actores nos jugábamos la vida en el instante mismo de la transmisión.
Recordando esto, no me explico hoy, cómo entre técnicos y actores fuimos capaces en aquella época de producir obras de teatro, o telenovelas con caballos, cañones disparando, castillos, trajes de época, construidos y confeccionados de una semana para la otra… etc. etc….
Los tiempos han cambiado, qué duda cabe. Los contenidos de las áreas dramáticas también han cambiado, pero la ficción dramática sigue siendo el fenómeno mágico, “el juego” más divertido y poderoso que ha generado el ser humano. Un juego que ha servido para hacernos más humanos, como también para embrutecernos, permitiendo que el animal Hombre le aplaste la cabeza a su ser humano que lleva dentro.
Sigo caminando por los amplios pasillos del área de servicio del Canal Nacional, y poco a poco me he ido identificando con los diversos trastos que están contra los muros. Ellos y mi actor, cuando nos digan luz cámara acción, haremos volar las ilusiones humanas, sus esperanzas; la capacidad de compasión del ser humano; el asomo también de nuestra pequeña perversión, interesándonos más por el “villano” o “la villana”, aunque deseando que triunfe el bien…, bendita utopía que nos consuela.