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domingo, 14 de noviembre de 2010

EL VOLCÁN DE CHILLÁN Y DOS PIÑONES

de Nelson Villagra, Volcanes de Chillán


En la página de inicio de mi ordenador tengo una gran foto del volcán de Chillán junto al Nevado, y dos piñones en mi escritorio, sobre una pequeña piedra recogida por mí en el Estrecho de Magallanes.
Tal vez eso, hoy, me estimuló la curiosidad y, por qué no decirlo, la nostalgia, y decidí entrar en las páginas del diario La Discusión de Chillán (el segundo diario más antiguo de Chile). Un diario del cual tengo magníficos recuerdos, ya que siempre apoyó nuestra labor cultural artística, por allá por los años 50. En aquel tiempo todavía era su director don Alfonso Lagos Villar y sub director Edgar Perramón, si la memoria no me engaña.

Radiodifusión Cultural de Chillán, se llamaba el grupo al cual tuve la oportunidad de integrarme cuando recién tenía 13 años de edad. Lo dirigían mis distinguidos y queridos maestros, Ciro Vargas Mellado y Enrique Gajardo Velásquez (este último nos asesoraba desde Santiago con visitas periódicas).

Si nombrara a los compañeros que formábamos en aquellos años el colectivo cultural, que luego formó el Teatro Experimental de Chillán y posteriormente el Instituto de Extensión Cultural de Chillán, el Coro de Chillán (dirigido por el maestro Pulgar) seguramente olvidaría algún nombre, cometiendo una injusticia. Porque entre los valores que tuvo aquella experiencia cultural, fue su afán colectivo.

Mi querida ciudad natal de Chillán, tenía en los años 50 unos 46.000 habitantes. Hoy, según he leído, es una urbe de 165.000 habitantes. ¡Wow! Sin embargo, ante el aumento de la población, en la Plaza de Armas, sus árboles son los mismos de mi infancia y adolescencia. Los mismos que admirara el filósofo Jorge Millas de visita en Chillán por aquellos años.
El grupo cultural (Radiodifusión) me encargó un día que acompañara al filósofo a dar un paseo por la ciudad. Yo tenía unos 14 años. De pronto, aquel hombre se detuvo en medio de la Plaza y dijo: “Me gusta este lugar por su macicez arbórea…” Me quedé boquiabierto. No tuve idea de lo que había querido decir. Y precisamente por eso, hoy recuerdo la frasecita como si aún la estuviera escuchando.

La última vez que caminé por las calles de la ciudad, luego de varios años de ausencia, fue en marzo-abril de 2008, mientras filmaba una película (El Regalo), en las Termas de Chillán.
Entre las cuatro avenidas que le dan la cuadratura a la parte más tradicional de la ciudad, ya no había calles de adoquines ni de huevillo ni de tierra. Se levantaban por aquí y por allá algunas torres – en Chillán, zona sísmica, cualquier edificio de más de 4 pisos es una aventura - tan monótonas como en cualquier otra ciudad en donde el “crecimiento” y el “progreso” han hecho su aporte tan discutible.
Y el Mercado de Chillán…, ¡qué quiere que le diga! Todo se ha sofisticado. Pero a pesar de todo, conserva su colorido, su ambiente bullicioso. Pero claro, en las calles adyacentes ya no está el “turco” en la puerta de su negocio agarrando al campesino de la manga: “Miajito lindu, te tengo la género bunitu va tu siñora”. No, ahora los hijos de aquel comerciante son dueños de una galería comercial importante.
 

de Nelson Villagra, desde la habitación


En 2008, habían desaparecido los “coches guasquiados”, y ahora podías arrendar un 
taxi que te llevaba hasta las Termas mismas, allá en lo alto de la Cordillera. Como era lógico, en aquel año de 2008 ya tampoco estaban mis amigos con los cuales corríamos detrás de los coches para montarnos en el eje trasero, hasta que nos descubría el cochero, quien lanzaba guascazos hacia atrás obligándonos a abandonar nuestro deleite...
¿Y el “Tren Chico”, de Chillán a Recinto, dónde está?... ¿Y el “Ramal” de Chillán a Concepción, que en aquellos años cruzaba por bosques de árboles autóctonos?... ¿Las tortillas de Ñipas, los “chupones”, el aire de mar, adivinado antes de llegar a Dichato…, dónde están? ¿La mujer de las palomas…, quién sabe de ella…? ¿Y de la huacha Torres, quién se acuerda…?

La cultura en mi ciudad sigue siendo aupada por diversos intelectuales y artistas. A contrapelo muchas veces, como todo intelectual y artista que se respete. Quizás entre sus tareas, rescaten un día algunas imágenes perdidas u olvidadas…
Recuerdos, amigos, romances, amores… Como toda ciudad natal, Chillán es para mí mucho más que la ciudad donde nací y me crié. Es un sentimiento. Un sentimiento estructural que ha venido generando mi evolución, como persona, como actor…, y estimulando también mi capacidad de amar…