Yo tuve la suerte de conocer durante años un mes de septiembre con hermosas primaveras. Un mes de flores, lleno de banderas y ramadas, en donde se zapateaba la cueca sobre la tierra, o sobre un tablado en las ramadas más elegantes (aporte de las “niñas sonrientes”).
Un mes de septiembre en que los niños, entrábamos a la adolescencia “estrenando pantalones largos”. Y así, orgullosos con nuestro traje azul marino, salíamos a la calle para notificar a los vecinos que de la casa de enfrente había emergido un muchacho.
Y por qué negarlo, en esos años, el 19 de septiembre veíamos desfilar por la calle al regimiento de la ciudad, militares “defensores de nuestra Patria”.
Este recuerdo lo estimulo hoy conscientemente, como una manera de aliviar las sombras que inevitablemente nos invaden en septiembre a partir de 1973.
Y con mis mejores deseos, que la suerte les acompañe a todos aquellos que no tienen que lamentar la pérdida de familiares, y menos aún, familiares desaparecidos.