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miércoles, 19 de noviembre de 2008

LA ILUSIÓN Y LA ESPERANZA




“La ilusión la esparce el aire/ y una niña jardinera./ Lo hace con su mano suave/ tratando que no se muera/…” (de los cuadernos de Merardo).

En astrofísica partiendo de la hipótesis o teoría del Big Bang se dice que el universo a partir de su momento inicial continuó un proceso de “enrarecimiento”, de acuerdo a las observaciones. Es decir, su composición física, química, etc., se hizo cada vez – en millónésimas de nanosegundos – más compleja. En términos más populares el universo se hizo cada vez más raro, más diverso. ¿Y sin embargo similar, u homogéneo?

Y lo más importante: es plausible pensar que dicho enrarecimiento no se ha detenido, es un proceso continuo.

Ante tales hechos, para un neófito como yo, la analogía es tentadora: ¿la sociedad humana es parte de ese enrarecimiento?

Aplicando la estrecha lógica que nos permite nuestra mente tridimensional me atrevo a responderme: claro que sí. La historia humana, “de acuerdo a las observaciones”, demuestran que nuestra sociedad humana se ha venido enrareciendo cada vez de manera más evidente. ¿Qué otro símil puede encontrar una mente tridimensional como la que supuestamente poseo? (¿o la que se ha desarrollado prisionera en esas tres dimensiones?).

Nuestro mundo humano cada día aumenta su infinita gama que va del blanco al negro. Las ciencias y tecnologías han avanzado de manera sorprendente, unas para beneficio humano y otras bajo sospecha. Los contrastes entre la riqueza y la pobreza se ahondan injustamente hasta hacerse incomprensibles. La corrupción, sorprende con las manos en la masa hasta los hombres más probos. ¿Quién puede comprender todo esto? ¿O es mi mente limitada la que no puede comprender?

Hecha esa pregunta, me atrevo con otra: ¿Tal vez mi mente, entonces, posee más de tres dimensiones, y prisionera, constreñida a su desarrollo tridimensional, no tiene otra escapatoria que expresarse en todos mis emputecimientos, mis rebeldías, mis inadaptaciones, pero también mis utopías, esperanzas e ilusiones?

En estos días por ejemplo, la mente humana en gran parte del mundo ha sido invadida por una ilusión, una ilusión que se llama Barack Obama. Las grandes mayorías de este mundo, poco avisadas, hemos recibido el triunfo de Obama como si se tratara casi de un nuevo Mesías. O de un nuevo producto en el mercado.

El fenómeno de su triunfo resulta raro. Primero: porque Obama es negro, negro en los EEUU, país en el cual el racismo tiene una “negra” historia que no termina de ser superada. Y segundo: el triunfo de Obama es celebrado también en el mundo occidental y cristiano, mundo que a su vez inauguró el racismo en contra de los negros. Racismo que tampoco en este caso ha sido superado.

Y sin embargo, de pronto, en este mundo “enrarecido” y cristiano, las multitudes – además de los políticos siempre oportunistas – le hemos atribuido a este nuevo presidente de los EEUU casi una santidad; una cierta inocencia, y una vocación democrática indiscutible.

Es tanta la admiración, que muchos candidatos políticos en diversos países comienzan a poner a Obama como su referente.

De esta manera a mi juicio – “y de acuerdo a las observaciones” - el universo político mundial se ha “enrarecido”, obnubilando lo esencial de nuestras vidas.

Y entonces mi pobre mente desarrollada - ¿o subdesarrollada? - en un universo tridimensional, concluye en que los atributos que le hemos conferido a priori a Barack Obama se deben a nuestra tremenda necesidad de “creer”, a nuestra tremenda necesidad de ilusión y esperanza.

Ha sido tanto el mal uso y abuso de los medios masivos de comunicación; han sido tantos los engaños y promesas incumplidas de políticos y organismos valóricos de la sociedad, que hasta los cabros chicos hoy en día están desilusionados del mundo que estamos construyendo.

Y sin embargo, paradojas de la vida, precisamente a causa de nuestra desilusión y desencanto, estamos dispuestos a correr el riesgo de “reilusionarnos” una y otra vez: ora en un star de la música; mañana en el esotérico que nos promete la juventud eterna; o en aquel genio que nos ofrece hacernos millonarios en 15 días; o en un político de raza negra que alcanza la presidencia en los EEUU. Nos resulta tan insólito el triunfo de Obama, que nos parece un acto de magia. Así, este político de “última generación”, emerge como el predestinado. La ficción hollywoodense hecha realidad.

Todos - queriendo mantener viva nuestra capacidad de ilusión y esperanza -, nos olvidamos de la histórica política de Estado que ha mantenido no “una colección de individuos ni una colección de estados rojos y estados azules. (Sino) Somos, y siempre seremos, los Estados Unidos de América”, nos lo recordó el mismo Obama en su discurso del triunfo.

Hace ya más de un siglo que el mundo ha conocido, y en muchos casos sufrido, la presencia, intervención e invasiones de los Estados Unidos de América, más propiamente de “Norteamérica” (aunque esto último también es discutible).

El universo y el mundo siguen enrareciéndose, no hay duda, “de acuerdo a las observaciones”.

Y tal es la situación actual del imperio que dirigirá Obama a partir de fines de enero 2009, que no solamente se trata de las “aptitudes” que pueda tener este político de última generación, sino de las “actitudes” consecuentes de quienes le apoyaron para ganar la elección. Porque si como candidato necesitó el apoyo, obviamente como presidente necesitará un apoyo vigoroso de todos los que se han ilusionado en los EEUU con la promesa del “cambio”. Y el cambio que se requiere – tan necesario, sin duda - con carácter vigoroso, por muy ponderado que sea, e incluso aportando ciertos beneficios, siempre crea una excitación masiva que desarrolla una dinámica social imposible de prever. En los “Estados Unidos de América” de Barack Obama nos esperan seguramente sucesos imprevisibles a nivel nacional e internacional.

¿Será capaz Obama y su gobierno de echar a andar su economía (crisis financiera y económica) sobre nuevas bases, cuidando los problemas ambientales, y satisfaciendo a los grandes grupos económicos y/o armamentistas?

Luego, en política exterior, si recordamos solamente algunos de los asuntos que de verdad representarían un cambio, estaríamos hablando de:

Primero, lo más inmediato, lo que maneja cualquier ciudadano medianamente informado: es necesario llevar a efecto real el retiro de las tropas de Irak y de Afganistán. Renunciar a la doctrina de guerra preventiva de Bush, como así mismo la doctrina Carter que permitió la acción militar en su momento para controlar los pozos de petróleo del Medio-Oriente.

Un verdadero cambio de política exterior implicaría además cambiar radicalmente la dirección de la política exterior norteamericana, declarando que los EEUU son un país de paz que no intervendrá militarmente en otros países del mundo, y comenzará a desmantelar sus bases militares extendidas en más de cien países. Y entre otras medidas más, llegar a un acuerdo con Rusia en cuanto al desmantelamiento de los arsenales nucleares de acuerdo al tratado de no proliferación.

¿Y con China, qué podrá cambiar Obama y su gobierno?

¿Y la terrorista guerra de los EEUU en contra del terrorismo, será también cambiada?

¿Y con América Latina? Cuba y Venezuela, son dos espinas inmediatas. Aunque sin duda es necesario un cambio del diálogo norteamericano con todos los países del Río Bravo hacia el sur. ¿Y Guantánamo será efectivamente cerrado? ¿Cuál será el destino de los detenidos actualmente?

¿En definitiva, existe algún país en este mundo con el cual los EEUU no tendrían que efectuar un “cambio” en sus relaciones de diálogo?

Sin embargo la cultura insular de los “Estados Unidos de América” hace difícil imaginar que el norteamericano medio tome conciencia de la necesidad de un nuevo diálogo con el mundo.

Es posible que le preocupe más saber si su nuevo presidente será capaz de ofrecer un cambio a los problemas de empleo, entre los cuales hay que incluir más de 20 millones de inmigrantes clandestinos a quienes además hay que regularizarles su status legal.

¿Será capaz Barack Obama y su gobierno de reformar la salud permitiendo que más de 47 millones de norteamericanos tengan acceso a la seguridad en salud?

Ahora bien, yo confieso hidalgamente que soy parte del desencanto aludido más arriba, de manera que no deseo que me rompan la ilusión ni la esperanza, a pesar que hoy sé que se trata más bien de ilusión que de esperanza. Quiero seguir sintiendo a Obama como un político diferente, ajeno a todos los prototipos que habían llegado a la Casa Blanca, quizás desde Lincoln. Quiero seguir sintiendo que Obama pareciera tener las aptitudes para echarse encima la tremenda responsabilidad que significa gobernar un imperio en crisis, con relativa justicia. Aunque hacerlo peor que Bush es difícil.

Y quién sabe si en este “enrarecimiento” del universo político debido a la crisis del neoliberalismo, las grandes mayorías volvemos a atribuirle a nuestra capacidad de organización la llave real de la esperanza.

Ayer, no le fue fácil a Roma dirigir su Imperio. Tampoco le resultará fácil a los EEUU mantener su poder imperial hoy en día.

“La ilusión la esparce el aire…”