de BZ, Errandosolo |
Un querido amigo, excesivamente trabajólico, me escribió días atrás: “Las vacaciones me resultan desagradables porque, ocioso, me doy cuenta que así como el avestruz mete la cabeza en la arena, yo la tengo metida en el trabajo todo el año. Y ahora, sentado en el balcón del hotel, me entra una tendencia horrible de hacerme cargo del mundo”.
No pude evitar una sonrisa de identificación. Mi amigo tiene una edad semejante a la mía, y estoy convencido que su tendencia es un asunto generacional. Sobre todo para quienes pertenecemos a esa generación que creyó tener respuestas para todo, aun, la respuesta de cómo debía ser el mundo.
Y aunque todavía son varios los que insisten en el mismo clavo, otros nos hemos quedado solamente con la certeza que el presente es un mundo disfuncional, pero a la vez, con la tremenda duda de cuál será el futuro que las nuevas generaciones serán capaces de construir.
Mi amigo, hace 50 años que llegó a Madrid. Quiéralo o no reconocer, él actualmente es madrileño. Llegó allí becado, luego de lo cual siguió ejerciendo su profesión en Madrid. “He estado entre los indignados – me escribe -, pero no tengo idea adónde se puede llegar sin ideología”.
Otra sonrisa de identificación. Porque “los muchachos de entonces…”, estamos enjaulados en la idea que sin filosofía y sin organización partidaria las llamaradas de paja ni siquiera dejan suficientes cenizas.
Y sin embargo, es esa idea la que precisamente está siendo cuestionada por los movimientos sociales que se esparcen por distintas latitudes en este comienzo del siglo XXI. Estos intentos de construcción de futuro, no cuentan ni con arquitectos ni ingenieros calculistas. Son todos albañiles, que al parecer solamente tienen claro que desean construir una casa en la cual todos puedan vivir con más holgura.
Si no existieran los opositores a estos empeños – y organizados -, otro gallo cantaría, piensa mi amigo (y yo con él, debo confesar).
Aunque quizás, el hecho que los indignados no estén encuadrados en determinados marcos ideológicos, puede hacer más difícil la manipulación del poder opositor...
Como quiera que sea, es un hecho innegable que comienza a perfilarse una nueva aventura social en este siglo XXI. Aventura que emerge como respuesta al desastre económico y social que nos ha inducido el insensato afán competitivo de crecer indefinidamente...
Mirando la marejada que hoy choca contra las peñas del golfo de Bizkaia, modificando día a día, e imperceptiblemente la costa, decido contestarle a mi amigo:
“¿Sabes? Tal vez la indignación que hoy bota gobiernos, decide huelgas, tomas de colegios y universidades, protestando por el lucro en la educación, etc., no necesiten ideología, quizás les baste con la poesía: “Caminante, no hay camino, se hace camino al andar…”