le Vieux Montreal |
Como yo no soy sociólogo ni psicólogo, miro la ciudad de Montréal como si fuera un personaje. Montréal es una hermosa ciudad, cálida [sic] y confortable. Y en apariencia aquí solamente vivimos gente honrada, empresarios, políticos, trabajadores, que honestamente hacemos nuestra declaración anual “d´impôts”, conscientes de que ello permite sostener una serie de servicios sociales en beneficio del ciudadano.
La Ville de Montréal, con su aire europeo, es sede de numerosas actividades culturales nacionales e internacionales durante todo el año. Tiene 4 excelentes universidades que atraen incluso a muchos estudiantes extranjeros. Y un otoño esplendoroso. En definitiva Montréal es una gran ciudad cosmopolita con el atractivo adicional de su población multiétnica.Aquí lo único que parece alterar el humor es el sempiterno problema del derecho a la soberanía que tiene el Québec, asunto que los québécois no logran resolver con sus “convivientes” los anglófonos, quienes insisten en mantener Canadá como una sola unidad estatal. Y eso, a pesar que un québécois y un canadiense anglófono son tan diferentes como lo es un francés de un inglés.
Diferencia esta última que los enfrentamientos armados que han tenido Francia e Inglaterra en Europa y América se han encargado de profundizar.De manera que en esta ciudad todos pensamos que la noticia más desagradable que estaríamos recibiendo periódicamente en este tiempo sería la muerte del o de los soldados canadienses en Afganistán [40 desde 2002, y 32 si se cuenta desde marzo 2006]. Porque nuestro primer ministro conservador Mr. Harper se ha inscrito también en “The Bush Crusade”, con la abierta oposición política precisamente de los québécois.
El gran Montréal por otra parte, está cruzado por el río Saint-Laurent, un río navegable, potente y ceremonioso. Por sus riveras comenzó la historia de esta Nouvelle France en el primer tercio del S. XVI. Y como río antiguo y profundo, el Saint-Laurent, en apariencias, deja correr sus aguas lenta y pacíficamente.
Pero ojo con los viejos ríos, no hay que confiarse en su apariencia, porque suelen tener profundidades inesperadas. Profundidades en que sus corrientes se mueven por leyes distintas que en la superficie. Y sobre todo nunca se sabe con certeza qué tipo de aguas afluentes aumentaron el caudal de estos ríos.De este modo la ciudad es similar a su río.
Un Montréal floreciente y pujante en la superficie, otro Montréal subterráneo [centros comerciales], pero un último Montréal profundo que se mueve y acciona con leyes distintas al simple ciudadano que paga sus impuestos anuales. La mafia por ejemplo existe en esta ciudad. También existen “Les Motards” [en sus motos recuerdan, en apariencia, la época hippie pero en francés].
Un Montréal floreciente y pujante en la superficie, otro Montréal subterráneo [centros comerciales], pero un último Montréal profundo que se mueve y acciona con leyes distintas al simple ciudadano que paga sus impuestos anuales. La mafia por ejemplo existe en esta ciudad. También existen “Les Motards” [en sus motos recuerdan, en apariencia, la época hippie pero en francés].
También existe “The Hell Angels” [¿en sus motos anglófonas?]. Pero estas tres organizaciones son tan poderosas que se mueven en apariencia como las plácidas aguas del Saint-Laurent. La cocaína entra por cantidades más que preocupantes en Montréal, por el puerto y los aeropuertos. Significa que hay jefes, empleados, policías, etc., empresas privadas y del Estado, infiltrados por la delincuencia. Pero los ciudadanos comunes no nos enteramos, excepto cuando irrumpe la noticia durante un par de días para luego extinguirse como el humo de un cigarrillo.Por este camino se descubre sin embargo que muchas ventanas de esta límpida ciudad no tienen vitrales, sino cristales rotos.
Descubrimos entonces que en esta gran ciudad, bajo la nieve hay fango, como en otras tantas ciudades del mundo. Estas últimas, podrán discutir si son afluentes de Montréal o éste de ellas, pero como quiera que sea, unas y otras anidan una víctima-victimario: la delincuencia juvenil, que existe por igual aquí o allá, aumentando cada día. Y además anida ciertos jóvenes solitarios que en esta ciudad como en otras del mundo de tarde en tarde rompen nuestra tranquilidad con actos trágicos intentando estampar su individual protesta social, o su solitaria presencia.
Justamente en los últimos días los medios de comunicación - a propósito de un libro escrito por la criminóloga y diputada Maria Mourani - nos han informado que en Montréal existen no menos de 15 bandas o pandillas callejeras que se pelean las calles entre ellos a balazo limpio. Son novatos que quieren hacerse notar para traficar con las drogas y la prostitución adolescente e infantil. Estas pandillas se rigen bajo el comando de dos principales jefaturas: los “Crips” y los “Bloods”, enemigas entre sí.
En sus diferentes niveles de organización estas bandas cuentan entre sus miembros con niños aspirantes de 8 años, hasta jóvenes de 25 años. Y no nos confundamos, estas pandillas son independientes de las organizaciones más arriba nombradas, aunque con alianzas puntuales. Según expone la prensa los Crips y los Bloods mantienen actualmente empresas legales, además de haber logrado tratos con otras empresas, ciertos Bancos, policía, locales nocturnos, en fin, con todo aquello que les sea útil a sus fines. Son pandillas rigurosamente estructuradas de acuerdo a la edad y el trabajo que haya que hacer. Este tipo de pandillas [gangs de rue] existe en varias ciudades del mundo y se calcula que no menos de 300.000 muchachitos y jóvenes han optado por este género de organizaciones.¿Medidas a tomar? La disyuntiva para las autoridades es la de siempre [trop tard!] y en todas partes: ¿prevención o represión? ¿O hay que asumirlo como parte del progreso? La prevención, la verdadera, consistiría en modificar toda la escala valórica actual. -“C´est impossible, monsieur! Il faudrait mieux la répression, pour le progrès !”
En términos pragmáticos aquí en Montréal no faltan quienes piensan que cuando salgan en libertad algunos jefes importantes de “les Motards”, se encargarán de poner las cosas en orden [sic]. No hay que olvidar que en último término estas bandas juveniles son comandadas por adultos, quienes se llevan la parte del león.Así es que en esta hermosa y honesta ciudad [no es ironía: el taxista suele llamar a tu casa para devolverte la billetera que dejaste en el taxi.
Muebles y máquinas son dejados en el jardín de la casa – sin verja -, por toda la temporada de verano, etc.], en esta hermosa ciudad digo, ustedes pueden colegir cómo se vive la contradicción de las aguas de superficie y sus aguas profundas. Desde 1989 a 2006 en Montréal, 4 jóvenes en apariencia normales han provocado balaceras o matanzas en colegios con un saldo de 19 muertos y 23 heridos.
A vuelo de calculadora: 1,11 muertos por año y 1,35 heridos por año. Tenemos el triste consuelo que esas cifras son menores a la de otros países.El 13 de septiembre recién pasado sucedió aquí en Montréal un hecho trágico que nos ha dejado lleno de interrogantes: un joven de 25 años, Kimveer Gill, ingresó al colegio Dawson premunido de un fusil semiautomático disparando con él a mansalva sobre estudiantes y profesores, con el saldo de un muerto – dos, con su suicidio -, y una veintena de heridos, varios de ellos de gravedad. Luego que la policía logró neutralizarlo hiriéndole en un brazo, el joven se suicidó con una pistola 45 de su propiedad.Kimver Gill escribía un diario de vida en Internet. Allí se podían leer párrafos como los siguientes: “La sociedad tiene la culpa que parezca normal que nos comportemos como unos cabrones los unos contra los otros.
La sociedad me repugna. Todo el mundo es culpable de no hacer absolutamente nada a menos que algo le incumba personalmente. FUCK YOU sociedad”, decía textualmente en inglés. Y otra frase muy significativa expresaba: “Tengo mi cabeza encerrada en una jaula invisible. Y no hay ninguna posibilidad que me escape”.EEUU tiene el record en estas matanzas: 66 muertos y 83 heridos. Muertos promedio por año según la calculadora: 4,12. Heridos promedio por año: 5,18. Aunque estas cifras acaban de variar mientras escribo esta crónica. En un liceo de Colorado [27/09/06], un hombre de alrededor de 30 años entró al colegio matando a un joven y violando a una chica para luego suicidarse. Y como si fuera una peste el viernes 29/09 otro muchacho de 15 años ha disparado tres tiros sobre John Klang el director de la escuela en Cazenovia, Wisconsin. Klang se encuentra en estado crítico.En Pensilvania el 2/10/06, un tranquilo repartidor de leche de 32 años, casado y padre de 3 hijos, ha entrado en un colegio “amish” [los amish son descendientes de cristianos suizo-alemanes] tomando como rehenes a una docena de muchachitas, asesinando a 5 de ellas e hiriendo a 6 de gravedad, suicidándose luego. Pero haciéndolo de tal manera que él quedó debajo de algunas de sus víctimas.
Según se dice habría sido un acto paradojal de expiación. Minutos antes de la matanza llamó por teléfono a su mujer para decirle “que él ya no podía continuar más” y que “la amaba”.Como pueden apreciar, no solamente en Montréal hay dos corrientes de agua. Es sabido que todos llevamos un río dentro.Me podría extender recordándoles los motivos y causas de la juventud delincuente y de los jóvenes que pretenden estampar su protesta con actos aberrantes. Pero no haría otra cosa que repetir lo que tantos especialistas nos han repetido tantas veces. Argumentos que se pueden resumir en que con el patrón cultural – agudizado ahora por el neoliberalismo - que venimos construyendo, estamos convirtiendo a gran parte de la juventud en profetas del abismo, a ritmo del artificioso hip-hop.
Tal vez el “gothic exterminator” Kimveer Gill tenía razón: “La sociedad tiene la culpa que parezca normal que nos comportemos como unos cabrones los unos contra los otros”.Como es así, sólo me pregunto ¿por qué me rasgo las vestiduras más vivamente ante la juventud delincuente y ante las matanzas ejecutadas por estos trágicos jóvenes solitarios, que por las guerras de aquí o de allá? Me respondo: primero, porque en el fondo me han terminado domesticando para aceptar la guerra como un hecho legítimo, no la guerra defensiva que ese sí es un derecho legítimo, sino todas las guerras de conquista, invasoras, que son mucho más cruentas, ambiciosas y degradantes que cualquiera de las balaceras conocidas. Y segundo, porque sin juventud no hay “divino tesoro”.Me quedo con el sentimiento que algunos de los argumentos que motivaron la acción de Kimveer Gill, son más o menos comunes con los otros jóvenes que optan por la soledad trágica, o vivir de la delincuencia.
Porque la violencia, el exitismo y el sexismo como entretención, son masturbaciones que profundizan el desencanto y la soledad. Divierten, pero no ilusionan. Rescatando la última consigna que Kimveer llevaba bordada en su vestuario negro “We do what we to do” [Hacemos lo que hay que hacer”] - a pesar de los desoladores signos que nos comunica a diario el establishment -, me pregunto ¿hay todavía una buena lonja de juventud que sabe realmente lo que hay que hacer y lo está haciendo? A mi juicio pienso que sí: una buena parte de la juventud “mantiene la cabeza fuera de la jaula”. ¿La mantendrán mañana, en la edad adulta? ¿La mantenemos hoy los adultos aquí, o en la mítica “quebrada del ají”?
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