Roberto Matta |
Un
asesino más ha muerto en Chile: Manuel
Contreras. Ha fallecido en la cama de un hospital rodeado de un equipo de médicos y enfermeras, quienes cumpliendo con su ética profesional, intentaron hacerle menos doloroso el fin
de sus días.
Todos los
reclamos e improperios escritos y de palabra que podamos lanzar en contra de
este siniestro personaje, no bastarán para provocar la catarsis
que necesita el pueblo chileno en contra del abuso, la explotación y la represión desmedida que han ejercido
históricamente las clases
dominantes en mi país.
Y es
precisamente porque a esos sectores dominantes les hemos permitido ejercer su
prepotencia de clase, sin oposición, que se han convertido en un
"ente" invulnerable - en última instancia -, en el mito
de la "Patria", con derecho a ejercer la violencia: su catarsis.
Es su
Patria la que han venido "salvando" periódicamente los dueños del Poder en Chile:
"Dulce Patria/ recibe los votos/ con que Chile/ tus aras juró..."
Es triste
decirlo, pero el pueblo de Chile - en su inconsciente - ha jurado y continúa jurando en las aras del Poder, en el altar sagrado de
quienes han tenido siempre "la sartén por el mango".
Juramento
que hoy día, para extirparlo, es
necesario justamente una catarsis, una catarsis popular. Se trata de una
catarsis IDEOLÓGICA, y de largo aliento, una
catarsis que debe ser alimentada por una voluntad política permanente, sin tregua. En último término, una catarsis CULTURAL.
La
alternativa realmente liberadora es continuar insistiendo en crear instancias
de representación de las grandes mayorías en las cuales vayamos aprendiendo a gobernarnos
horizontalmente. Estableciendo jerarquías plebiscitadas.
El arte,
la educación, las ciencias deberían estimular el acercamiento a ese momento sagrado en el
que el pueblo chileno haga sus votos ante el altar de la Patria rescatada para
todos. Con la premisa mínima de "A cada uno según su trabajo, de cada uno según su capacidad".
Comprendo
que muchos chilenos quisieran terminar con el abuso y la prepotencia
devolviendo ojo por ojo. Sin embargo, de acuerdo a los ejemplos de la historia
universal, es más fácil ir hacia una muerte heroica que hacia la construcción de una vida digna y honorable. Y es esta última la que necesitamos en nuestro país.
Quién sabe sin embargo, tal vez en Chile deberíamos restituir la pena de muerte "restringida a
quienes cometan graves delitos en contra de los Derechos Humanos".
Quizás esa ley nos evitaría la indignación de ver cárceles de lujo y juicios
interminables para ladrones y genocidas.
Mientras
nuestra clase dominante mantenga el poder, no solamente armado sino ideológico - legitimado ante el inconsciente colectivo - no
dejaremos de ser un pueblo humillado y sin honor.