Cosa que nunca hago, hoy se me ocurrió poner en el computador el primer movimiento de la Sonata en Si menor de Juan Sebastián Bach, mientras comenzaba a leer los titulares de diferentes diarios, entre ellos La Nación de Chile y La Presse, de Montreal, provincia del Québec.
Antes que terminara el movimiento de la Sonata hube de cortarla. Me pareció tan contradictorio - en realidad ofensivo – escuchar tan hermosa música mientras me enteraba que casualmente en ambas naciones, Chile y el Québec, la corrupción de los cuerpos policiales ha llegado al nivel de chiste.
Porque hay que tomar en cuenta que al respecto no estaba leyendo un diario de México, ni de Tailandia, tampoco de Brasil. Ni siquiera eran artículos de historia, por ejemplo, de la policía durante la dictadura de Trujillo en República Dominicana. No. Repito, lo que leí sobre la corrupción y el deterioro de los cuerpos policiales está sucediendo en Chile y el Québec, naciones en las que dichos cuerpos hasta hace unos 40 años atrás gozaban de merecido prestigio.
Aunque al respecto, uno siempre termina pensando que lo que creíamos ayer, se debía a que los medios de información no habían descubierto la veta de oro que significa entrometerse en la deontología que deben observar los cuerpos de servicio público destinados a combatir la delincuencia.
Hoy día seremos menos cultos, dicen unos, pero más informados, dicen otros. Resultado de la ecuación: por eso mismo somos más incultos.
En fin, una de dos, o ayer era cierto que había menos corrupción en los cuerpos policiales, en los tribunales de justicia, en las iglesias, entre empresarios y políticos, etc., o simplemente vivíamos en la inocencia que distorsionaba nuestra percepción, y veíamos a nuestras autoridades como si aún no se hubieran bajado del pedestal de las estatuas.
Los operativos policiales en Chile y el Québec suelen ser espectaculares actualmente, con gran despliegue de fuerzas y difusión pública. En una y otra nación, en cada operativo de este tipo se detiene un mayor número de delincuentes que en el operativo anterior.
Y entonces uno se pregunta, ¿si cada día aumentan las dotaciones policiales y la tecnología detectora, qué es lo que permite el aumento de la delincuencia? El sistema valórico de las sociedades actuales, responderán muchos. Tal vez, en un sentido estratégico, tal vez.
Pero la respuesta se hace más inmediata respecto del aumento de la delincuencia cuando nos informamos que cada día aumenta la colusión, la complicidad entre personeros policiales y delincuentes.
Al respecto, creí que era un chiste cuando leí aquí en La Presse, que a propósito de un amplio operativo que la policía acaba de llevar a efecto en contra de una organización criminal llamada “Hells Angels” (han detenido más de 128 personas y faltan muchos, según las mismas fuentes policiales), nos informan que las autoridades están preocupadas porque han descubierto que dicha organización criminal ha logrado introducir cuantiosos capitales en el mercado legal.
Por favor, señores, si la policía recién se entera de eso, y sin embargo lo sabemos nosotros los simples ciudadanos – incluso yo, inmigrante, desde hace 20 años -, quiere decir que aquí también como sociedad “vamos de culo y cuesta abajo”.
Pero el chiste es todavía más chistoso, porque luego de este gran operativo policial que le han denominado “SharQc”, el diario La Presse informa que “los obreros de la empresa de Marc Saulnier - quien tiene como asociados a miembros de Hells Angels - han construido la futura sede de la Seguridad del Québec (Policía), en la localidad de Mascouche. La Presse, 17/04/09 ».
¿Qué tal? ¿Y cómo se explica eso? Sencillo. La Sociedad Inmobiliaria del Québec es responsable del proyecto de construcción de la sede. Ella, otorga el contrato de construcción a la empresa « Les Coffrages Magma », empresa limpia ante la ley. Pero a continuación ésta, subcontrata a la empresa de Marc Saulnier. De manera que todas las verificaciones legales se le hacen a « Magma », pero no a Saulnier, detrás de quien está Hells Angels. Vous comprenez?
Pero señores, si a la Policía, en definitiva le construye su local una empresa ligada a Hells Angels y la policía no se entera…, ¿qué puedo pensar yo, por inocente que sea? Y sobre todo, ¿qué puedo pensar de los resultados finales de todas estas espectaculares detenciones del operativo SharQc, cuando solamente en los procesos se demorarán años en determinar responsabilidades? Y la pregunta del millón, ¿recibirán sentencia los verdaderos responsables del tráfico tan masivo de drogas y lavado de dineros?
Hace un par de años una escuadra de la Sûreté du Québec tuvo que allanar y detener a otra escuadra - ¡escuadra, no individuos! - del mismo cuerpo, por estar comprometida en tráfico de drogas y protección indebida.
Luego, en Chile. Entre los policías, detectives (tiras se les llama en mi país), se ha creado una verdadera moda de hacerse cómplices de la delincuencia ligada al tráfico de drogas. Y además, llevados a la justicia, los policías se acusan unos con otros, develando una corruptela al interior del servicio mucho peor.
Desconozco en cuánto les habrán aumentado el sueldo a los policías de mi país en estos años de ausencia. Porque antiguamente se les pagaba una miseria. Tan miserable era su paga, que resultaba difícil juzgar al “tira” que salía a la calle a buscarse unos pesos para comprarle leche a la guagua. El detective citaba a un delincuente en una esquina convenida, y lo conminaba a traerle a ese mismo lugar, digamos quince mil pesos - de la época – a las 12 del día.
Pero actualmente, los detectives y carabineros, como dicen hoy en Chile con ese leguaje tan pulcro, “se han ido al chancho”. Los más rascas piden de 200.000 mil pesos (unos 350 dólares) pa´rriba, y los más “car´erraja” no tienen límite. Esos exigen ir “miti mota”.
Todo está tarifado: destruir una declaración, tanto; prevenir ante un futuro allanamiento, tanto, etc.
¿Será capaz el futuro presidente de Chile de romper la trenza del delito, tan intrínseca a la subcultura reinante, en la cual el dinero es el único parámetro del éxito personal?
Verdaderamente, leyendo las noticias sobre la corrupción de los cuerpos policiales de Chile y del Québec, me he acordado del colegio, cuando teníamos que estudiar el famoso paralelepípedo. Como seguramente muchos han olvidado su definición, se las recuerdo, según Wikipedia:
“Un paralelepípedo es un poliedro de seis caras, cada una de las cuales es un paralelogramo, que son paralelas e iguales dos a dos”.
Termino recomendando que cuando quiera escuchar una música de su agrado, no lea noticias ni vea televisión. Rara vez ambos medios nos benefician, regularmente nos envilecen.
Pero, ése, es otro paralelogramo…