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lunes, 13 de enero de 2014

LA CALLE



(Del latin callis, senda, “camino”)


Que los aparatos de Estado, universalmente están en un proceso de extinción, se evidencia a través de la protesta social que hoy en día inunda las calles de variados y diversos países.

Las autoridades políticas, religiosas, económicas, judiciales y policiales han perdido legitimidad en todas partes. Es impredecible saber cuáles de ellas y por cuánto tiempo podrán restituir su legitimidad.

Basta mirar las imágenes de las “protestas callejeras”, para verificar que las instituciones del Estado Nacional creadas hace unos cinco siglos no dan solución a la vida humana.



El número de personas que aún se sienten identificadas con el Estado, sus valores (¿?) y sus autoridades, disminuye diariamente. Hoy la pirámide de la jerarquía social está erosionada. Luego de haber iniciado su construcción de manera lenta y zigzagueante hacia el último tercio del S. XVII, el “edificio” ha venido siendo profanado, violado y corrompido por aquellos mismos a quienes, confiadamente, se les ha estado encomendando la tarea de preservar nuestra convivencia e identidad en esa instancia institucional.

Constatando que nuestros supuestos representantes en el “poder prostituido”, se han dedicado cada día más descaradamente a crear instancias de poder político y económico en beneficio propio, ha emergido una vez más en la historia La Calle, la calle, la plaza pública en diversos países del mundo. La calle vuelve a ser “el camino”, el embrión de las nuevas estructuras sociales del S. XXI que se avizoran confusas aún entre gritos, pancartas, muertes y heridos.



Haciendo un símil, “el fantasma que hoy recorre el mundo es La Calle”.

Cada nuevo Siglo parece aportar una nueva esperanza que no siempre se ha construido coherentemente desde el comienzo, en forma lineal – y lo peor –, pacíficamente.

En Chile, por ejemplo, mal que les pese a los profanadores del edificio, la juventud y los trabajadores han estado y seguirán estando en la calle, anunciando quizás no la reparación ni la renovación, sino la demolición del edificio del Faraón y sus trapacerías.
La Historia es lenta “pero se mueve”…



Aparentemente  en las calles y pueblos de Chile han estado exigiendo reivindicaciones sectoriales. Aunque sus reverberaciones adquieren una proyección inusitada y autónoma que se interconecta globalmente. Luces intermitentes que sugieren una energía aún inmanejable …

Sin embargo, por el momento, aunque el discurso aquí o allá, no tenga la fuerza orgánica deseada, con sus reclamos globales ante promesas incumplidas, La Calle, como primer paso al menos, está bajando a los rapaces del “pedestal de sus estatuas”.



La Calle, aquí y allá, pareciera estar desprendiéndose de un edificio que en 500 años no ha permitido – antes por el contrario – que la condición humana viva y se desarrolle en el mundo que le corresponde, que realice su recóndita necesidad de vivir en un mundo de la estética de la justicia social; de la estética de la cooperación, un mundo solidario…