Lilas de casa |
Me gustaría hablar del sorprendente florecimiento de la mata de Lila que tenemos en el traspatio de la casa. Cuatro días atrás, estaban sus ramas secas, imposible imaginar su belleza actual. Los pajarillos y ardillas son los dueños del lugar cuando me asomo allí al mediodía.
A veces me digo: si no tuviera el “mal hábito” de leer en las mañanas la prensa nacional e internacional, sería un cándido personaje, quizás encerrado en un hedonismo egoísta.
Pero no, me es imposible renunciar a mi carácter rebelde, aunque éste, hoy, no tenga otra expresión que la palabra. De acuerdo. Pero esa palabra encolerizada rechaza hoy, por ejemplo, la guerra en Ucrania. Condeno la guerra. No soy quién para repartir responsabilidades.
Por otra parte, condeno el enfermizo racismo que corroe a numerosos sectores sociales de Norteamérica, racismo que da como resultado el horripilante odio y cobardía que ha sucedido en Buffalo.
Pero pese a mi indignada condena, ni la estúpida guerra ni el odio racista, me quitarán la belleza de las flores ni la inocencia de las ardillas... Es mi humana defensa...