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martes, 2 de julio de 2013

“QUINCHAMALÍ: HERMOSURA, RIGUROSIDAD Y LUCIDEZ”

 


“Cuando salí de Chillán

me vine en una carreta.

Al pasar el río Ñuble,

se me cayó una chancleta.

¡Huifa, ay que sí!

¡Huifa, ay que no!”



Estas coplas, con algunas leves modificaciones pertenecen al folklore sureño. Las he recordado a lo largo de los años, quizás para no olvidar mis sencillos orígenes chillanejos.



Orígenes que además, durante mi infancia, se desarrollaron  signados por nocturnas veladas alrededor del brasero, escuchando los espeluznantes relatos del terremoto de 1939 que asolara más de una cuarta parte de la población. Se calculaba que en ese entonces la población chillaneja sobrepasaba los 40.000 habitantes. Los cadáveres bajo los escombros de maderas y adobes no fueron menos de 15.000, aparte de otras aterradoras cifras de pérdidas humanas y materiales en toda la zona.



Cuando salí de Chillán en 1955 para ir a estudiar a la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile, sita en Santiago, mi ciudad había aumentado su población a 46.000 habitantes. Hoy se acerca a los 180.000, o más.



Ahora bien. A la vista de los hechos a través de los años, se puede suponer que en esta ciudad y zona, los movimientos telúricos han tenido la virtud de agitar los genes como en una coctelera, provocando el singular nacimiento de numerosos artistas e intelectuales - varios de ellos destacados en el concierto internacional -, y sin que éstos hayan sido necesariamente herederos de tradiciones familiares.



Y además – noblesse oblige -, sin que la ciudad ni la zona se hayan distinguido históricamente por sus afanes culturales. Éstos, siempre estuvieron refugiados en pequeños grupos que supieron conservar el fuego. Chamuscando incluso a las autoridades, a veces.



Aunque quizás son historias del pasado. Porque “héte aquí”, que desde hace ya varios años, el fuego en Chillán ha comenzado a lanzar llamaradas, contando con el apoyo municipal y otras instancias.



Y entre esas llamaradas ha surgido la creación de una magnífica revista cultural, “Quinchamalí”. Una revista, que no puedo dejar de decirlo, me hace sentirme orgulloso de ser chillanejo. Lo digo, porque a mi juicio una revista de esa calidad de diseño, edición, material gráfico, impresión y temáticas, sería un orgullo para cualquier ciudad del mundo.





Su asiento editorial lo encuentra “Quinchamalí” en el auspicio del Taller de Cultura Regional, Universidad del Bío-Bío y en el Instituto O´Higginiano de Ñuble. Pero además cuenta con una amplia gama de patrocinadores: organismos diversos y municipios de la provincia, incluida lógicamente la Municipalidad de Chillán..



Su Director, Alejandro Witker, investigador, historiador y docente, es un lúcido intelectual chillanejo – de los que tuvieron que correr mundo en contra de su voluntad -  quien ha logrado ser acompañado por un brillante equipo que hace posible este magnífico aporte a la cultura regional.



Aprovecho la ocasión para felicitarles a todos ellos, al mismo tiempo que a los auspiciadores y patrocinadores.