Las guerras en este mundo son como la inflación, ésta, nunca disminuye, siempre aumenta.
Durante mis años como actor, hube de interpretar a dos militares del Ejército de Chile. Dos militares que actuaron durante el Golpe de Estado de Pinochet: uno, como jefe de un Centro de Torturas (“Prisioneros Desaparecidos”, film de Sergio Castilla, 1979), y el otro, comisionado como Jefe de un Campamento de Prisioneros (“Amnesia”, film de Gonzalo Justiniano, 1994).
Estos militares, perteneciendo al mismo Ejército, tenían sin embargo una conducta personal muy distinta. Y aunque no soy precisamente un admirador del Ejército Chileno, sin lugar a duda, prefiero al Capitán Mandiola (“AMNESIA”) quien es capaz de sopesar críticamente la misión que se le ha ordenado. Ante la orden superior, telefónica, de “cerrar el campamento eliminando a todos los prisioneros”, Mandiola le contesta al superior: “¡Yo no elegí ser soldado para terminar siendo un hijo de puta!”.
Ironías del destino, recibí dos premios internacionales en las dos interpretaciones de militares, y siempre los recuerdo con la contradicción del logro artístico, por una parte, y los motivos por el cual fui premiado.