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domingo, 31 de agosto de 2008

"¿NUESTRA INTELIGENCIA ES UN REGALO ENVENENADO?"


Hubert Reeves


-“Una plataforma de hielo antártica se desmorona por culpa del cambio climático”




-“Crisis alimentaria: el problema número uno”




-“Dos grandes glaciares de Groenlandia en vías de desintegrarse”




-“La disminución de pingüinos en la Antártica demuestra que los océanos están en peligro”




“Se preveen millones de muertes a causa del clima de aquí a 20 años”




-“¿Salvar el medioambiente? ¿La humanidad? ¿O la economía?”




“No se trata de producir o no producir, sino de cómo producir”




-“Un experimento podría modificar las teorías de la Física: EL Gran Colisionador de Hadrones”




Son titulares elegidos al azar, durante agosto 2008. Pero como la mayoría de nosotros leemos o escuchamos titulares como los señalados y seguimos silbando mientras navegamos en la barca del abismo, el título de esta crónica – es un pensamiento de Hubert Reeves - y los titulares seleccionados me han recordado la “Paradoja Fermi”.




Enrico Fermi, Físico italiano, Premio Nobel de Física 1938, decía en la década de 1950 que aceptando la hipótesis de la “ecuación Drake” (ésta, matemáticamente acepta la probabilidad de otras civilizaciones incluso en nuestra galaxia), era lícito preguntarse ¿dónde están esas civilizaciones, por qué no toman contacto con nosotros? Y entonces Fermi respondía con otra hipótesis que se ha dado en llamar “Paradoja Fermi”, que en resumen nos dice: “… que toda civilización avanzada desarrollada en la galaxia, desarrollaría a su vez con su tecnología el potencial de auto exterminarse”, tal y como Fermi percibía que estaba ocurriendo en su época (Fermi colaboró en EEUU durante la Segunda Guerra Mundial en el Proyecto Manhattan que hizo las investigaciones para la bomba atómica).





De manera que esa sería la causa que impediría a otras supuestas civilizaciones llegar hasta el nivel tecnológico que les permitiría tomar contacto con nosotros. Su paradoja por tanto implicaba o implica un trágico final para la humanidad.





Y si bien el enfrentamiento atómico que tanto se temió durante la guerra fría no se ha producido felizmente hasta la fecha, no nos hemos escapado sin embargo de la paradoja de Fermi si pensamos en nuestros problemas ambientales (sexta era de extinción, dice Reeves). Al respecto nos advierte Hubert Reeves en una de sus numerosas charlas (sitio oficial, desgraciadamente sólo en francés: http://www.hubertreeves.info/) que me permito traducir a continuación:






« La Tierra no es infinita.




3 de abril 2004





Nuestro planeta, la Tierra, no es infinita en dimensiones. Lo sabemos desde hace tiempo. En concreto, luego que 4 siglos a. C. el Físico griego Eratosteno midiera la circunferencia de la Tierra. Pero la toma de conciencia de la importancia real de este descubrimiento es mucho más reciente, no hace más de medio siglo, y está lejos de haber penetrado en todos los espíritus.





Los Romanos lanzaban sus aguas servidas en el Mediterráneo, lo cual en ese tiempo no tenía mayor importancia, los Romanos eran poco numerosos y el Mediterráneo bastante amplio.
Desde esos lejanos tiempos la población humana ha aumentado notablemente. El umbral del primer billón lo cruzamos durante el S. XIX, y hoy día la población mundial pasa de los seis mil millones. Como se sabe, los demógrafos preveen entre 8 a 10 mil millones de habitantes hacia 2050. Todos los continentes están sobrepoblados a la excepción de los desiertos y regiones polares.





Sin embargo, más significativo que el aumento de la población es el prodigioso desarrollo de la tecnología y la industria humana. A nivel mineral (petróleo, gas, carbón), a nivel vegetal (bosques, tierras arables), a nivel animal (pesca y pastizales), el ritmo de explotación de las reservas naturales se ha acrecentado a tal velocidad que su agotamiento es previsible relativamente en el corto tiempo.





Lo peor es que estas explotaciones significan graves daños al medioambiente. Los daños toman la forma de polución : del aire, del agua y de los suelos. Dentro de la delgada atmósfera que rodea nuestro planeta, apenas una centena de kilómetros, nuestro cuesco minúsculo en el universo, lanza más y más gases tóxicos que afectan profundamente las condiciones en las cuales vivimos.





Nosotros lanzamos cada año más de 9 mil millones de toneladas de gas carbónico. La concentración de ese gas ha aumentado en más de un 25% desde comienzos de la era industrial, y esa cantidad podría doblarse antes del fin del presente siglo, provocando un mayor recalentamiento con todos los efectos nocivos que ello significa : desestabilización del clima y aumento de los fenómenos extremos : tempestades, sequías, inundaciones, etc.





El adelgazamiento de la capa de ozono que nos protege de los rayos ultravioleta del Sol se debe a la emisión de variados gases en la atmósfera que provienen de la actividad industrial, como los cloroflurocarbonos.





Los productos químicos vaciados en el agua producen efectos graves sobre las poblaciones de peces y sobre nosotros mismos puesto que consumimos dichos peces contaminados.






Los abonos conteniendo nitratos (el salitre, por ejemplo) y los pesticidas utilizados en los cultivos deterioran la calidad de los suelos y son responsables de una disminución importante de las capas productivas de la tierra a escala planetaria.





La extinción del poblamiento de peces en los océanos (bacalao, arenques, anguilas), provocados por la pesca excesiva – ella misma engendrada por la prodigiosa eficiencia de las técnicas de pesca y la competencia entre las naciones -, pone en cuestión el aprovisionamiento de alimentos en los próximos decenios.





Los telescopios en órbita sobre nuestro planeta se vuelven a veces hacia el sol para observar el estado de la Tierra. Las fotos tomadas de noche ilustran la situación contemporánea. Las luces de las ciudades y de las autorutas, visibles en amarillo, del mismo modo que las luces rojas que identifican las zonas de extracción del petróleo (la combustión del metano) nos evidencian que hemos quemado alrededor de la mitad de las reservas disponibles. Las manchas moradas en África subsahariana y en el Amazona señalan el ritmo impactante de la destrucción de los bosques. Una zona verde en el mar del Japón (pesca con lámparas) nos evoca eloncuentemente el término programado de la pesca.





No, la Tierra no es infinita ni nos pertenece en exclusiva, sin embargo la hemos tomado por asalto a costa de nuestro propio perjuicio ».




FIRMA : HUBERT REEVES





Y me pregunto yo, quien después de leer ésto he continuado silbando como si el asunto no tuviera nada que ver conmigo :





¿Enrico Fermi, imaginó alguna vez que para cumplirse su paradoja no hacía falta la guerra atómica sino que bastaba con nuestra irresponsabilidad ambiental?