Estoy avergonzado. Estaba convencido que lo que dice actualmente un señor Thomas Piketty – según parece, un best seller actual con su libro “El Capital en el Siglo 21” – yo lo había leído hace muchos años, comenzando por el Manifiesto Comunista de Carlos Marx escrito en 1848.
Pero resulta que no. Entendí mal a don
Carlos. Es este señor Piketty quien nos sale con el novedoso análisis de la
desigualdad que crea el capitalismo. Que alguien toque el tambor denunciando el
mundo absurdo que estamos viviendo a causa de la codicia por el dinero no está mal, digo yo.
Sólo que resulta sospechoso que el libro del
señor Piketty cuente con abundante tribuna y con el sospechoso aplauso de
sectores que históricamente han estado negando y desprestigiando el análisis
que sobre el capitalismo hiciera don Carlos en el cuadernillo mencionado,
aparte de otra serie de escritos, entre ellos su obra capital, ¿qué se llamó…,
que se llamó…? ¡Correcta la respuesta!: El Capital.
No he leído el best seller del señor
Piketty. La verdad, no lo pienso leer. Para enterarme de la descarada
concentración de la riqueza que ha creado la aberrante desigualdad en la que
vivimos, sinceramente a esta altura no me hacen falta lecturas especializadas.
Por otra parte, la desigualdad social que
crea el capitalismo no la aprendí tampoco a través de Carlos Marx, sino del
“hombre del saco”, ese hombre que golpeaba la puerta en casa de mis padres con
un tiesto de lata en la mano pidiendo las sobras de comida. Hombre al cual en
mi infancia miré siempre con miedo porque eventualmente podía robarme echándome
en su saco. Y son recuerdos de los años 40 del S. XX, d. de C., en Chillán,
Chile. ¿Habrá cambiado esa desigualdad?
La desigualdad social, la concentración
de la riqueza en base a pagar mucho menos que lo que el trabajador produce, no
me lo enseñó tampoco ni el partido comunista ni el marxismo. Me la enseñó el
jornalero que trabajando la tierra ajena, recibía del patrón una ración de
comida que consistía en una “galleta” – especie de tortilla sin levadura, tan
dura como una piedra – y una porción de harina tostada que el jornalero
remojaba con agua de la vertiente o del estero cercano. Esas fueron mis
lecturas fundamentales.
Aprendí de la explotación que significaba
el capitalismo a través del campesino “mediero” – el patrón ponía la tierra y
el campesino enseres y aperos (los campesinos más acomodados), relación de
trabajo heredada de la Edad Media -, observando que la familia de ese campesino
no se alimentaba de las gallinas ni del ganado ovino que criaba (a medias con
el patrón), tampoco comía los huevos de las gallinas. Su tercio, se reservaba
para cambiarlos por manteca, sal, etc.
El otro campesino, el pequeño propietario
agrícola – más tarde le llamaron rimbombantemente “minifundista” – no se
diferenciaba mucho del mediero.
¿Que hoy día, en este Globo Azul, luego que
el “género Hombre” ha recorrido 10 o 15.000 años de prehistoria e historia, resulte
que a nivel mundial sólo el 1% de la población es rica, mientras el 99% es
pobre?
¡Y qué! ¡Señores! El Big Bang se hace
responsable solamente de haber montado en este Globo Azul al Homínido, nada
más.
¿Cuántos siglos nos faltarán para que este
Homínido termine su evolución hasta convertirse en Ser Humano?