Durante mi infancia y buena parte de mi juventud, a propósito de mi relación con sectores campesinos, viví rodeado de fantasmas: historia de curanderas - un poco brujas -, gente “milagrera”, especialista en hierbas para todo uso; también gente experta en interpretar sueños, en fin, un ambiente en el cual el límite entre la realidad y la fantasía no tenían mayor importancia. Felizmente, la Inquisición, era asunto del pasado. Cristo, y su corte de respetables santos y sagradas vírgenes, los protegía del Diablo y sus diabluras.
A pesar de todo nunca tuve sueños premonitorios ni experiencias paranormales. Supongo, fue el escepticismo de mi padre – herencia del suyo –, que a partir de los 8 o 10 años no confundiera el mundo mágico con la realidad.
Antes de esa edad, era difícil no creer en las maravillosas sugestiones que creaba el silencio nocturno campesino, las brasas del fogón y dos velas desvaídas...
Días atrás, releyendo algunas páginas del “Mundo y sus Demonios”, del norteamericano Carl Sagan, magnífico divulgador científico (falleció en 1996), me encontré con varias páginas dedicadas al fenómeno social que provocó la supuesta aparición de OVNIS en los años 80-90.
Muchos norteamericanos que testimoniaban haber sido abducidos por extraterrestres hicieron que me preguntara si esos relatos hubieran provocado los mismos sentimientos de aquellos a la luz de las velas.
En el instante de pensarlo sentí que traicionaba mi inocencia de los años 40 del Siglo XX.
Gustoso prefiero la magia de aquellos años. Ningún “cuenta cuentos” de entonces necesitaba psicoterapeuta, varios de éstos, dudosos científicos: descubrieron un pingüe negocio induciendo al supuesto abducido para que reafirmara en su memoria un hecho inexistente.
En fin, prefiero traer a mi memoria la clara luz del verano, y las cinco o siete mujeres vestidas de negro bajo el castaño, que, salmodiando, invocaban al viento para que ayudara a separar la paja del trigo... Y el viento venía, estimadas amistades..., el viento venía... Los hombres, sonrientes, lanzaban las palas de trigo al aire..., las doradas cañas volaban y el trigo caía pesadamente en la era... El pan de hoy y el pan de mañana...