domingo, 31 de mayo de 2009

¿CUÁNTO VALE ESTE VIEJO?


Dalí

Yo ya tengo mis añitos, no hay vuelta que darle. Pero hace tiempo descubrí que no hay que amargarse por eso. Al contrario. Y eso fue en una oportunidad que compré una rueca antigua. Me costó un cojón “y la yema del otro”, como diría un amigo. Ah, pero eso sí, ya no me vuelven a pillar.

Aquella vez que compré la rueca, cometí el error de no hacerme asesorar por un experto en antigüedades, de manera que pagué un fortunón por una estafa. Quiero decir, así como en el teatro los actores se meten unas cuantas rayas, se meten una peluca, y adquiriendo una actitud adecuada, semejan un vejete de 90 años, así entre los ebanistas existen algunos cabrones que son capaces de envejecer un mueble hecho hace dos días.

Yo no, yo tengo las canas que tengo y el poco pelo que me queda. De manera que soy una auténtica “antigüedad”. Y entonces desde aquella vez que compré la rueca me dije: muchacho, si esta rueca, por el hecho de ser antigua – la venden como tal - vale un cojón y la yema del otro, quiere decir que yo también tengo mi precio.

Luego miré dos árboles que tengo enfrente de casa que a buen ojo de cubero tendrán más de cien años, y qué hermosos son. ¡Qué presencia, qué poderosa estampa! Son árboles antiguos.

La casa donde vivo, nuestra casa, es antigua, y vale más que las cajas de fósforos que construyen hoy día, porque la nuestra precisamente es antigua. Del tiempo en que las casas se hacían para siempre, pues oiga. No como las mierdas actuales que se acaban antes que usted termine de pagar la hipoteca.

Para qué seguir demostrando lo evidente. Simplemente si usted pasó de los 60, hágase valer, amiga y amigo: ¡sois antiguos! Y si quien lea estas líneas es más joven, un mocoso de esos que no saben ni limpiarse los mocos, que no pierda el tiempo, agréguese unos cuantos años, para que valga algo.

Lo digo de verdad. Si disiente de lo que digo, pase usted por una tienda de antigüedades, lugar donde seguramente le pasará lo mismo que a mí:

-How much is this night table, sir?
-1.800 $, sir. (Eighteen hundred dollars, sir)

¡Una mesita de noche! ¡Una simple mesita de noche, pues oiga!, que no tiene más gracia que unos cuantos labrados sobre relieve. ¡No me jodas! Que si la trajo el Conde de no sé donde…, que si… ¡Qué me importa a mí quién trajo la mierda ésta! ¡Anda a saber, quizás se la robó, el Conde ése! ¡O se la hizo construir a un pobre esclavo negro a punta de latigazos…!

-This cabinet is to us in 1880 (one thousand eight hundred eighty), sir. It is wooden Guinea, Mr. (Es madera de Guinea, señor)

¿No lo decía yo? ¡Del África! ¡Conde de la gran puta! ¡Negrero, esclavista de mierda! ¡Y ahora el muy cabrón quiere hacerse pagar 1.800 dólares! ¡Que se los pague su abuela!

¡Pero qué se han creído! ¿Me van a seguir cobrando un ojo de la cara por una lámpara, o por una mierda de cajita para regalarle a mi nieta? ¿Una cajita con la que va a jugar cinco minutos, y después ¡si te he visto no me acuerdo?

¿Y cuánto cree usted que le pagaría el anticuario si un día usted agarra la famosa cajita y se la va a vender?

¿Cuánto cree, que pagarían por usted mismo, ahora que acaba de cumplir 80 años? Aunque sin embargo quizás si usted tiene la suerte de ser nieto de alguno de esos Condes que hicieron su fortuna trayendo esclavos de Guinea para este lado del Atlántico… Si se vende como tal, capaz que le den un par de dólares más.

La televisión y los diarios, a los viejos, generalmente, o nos trata como la mierda, como algo sobrante, o con compasión, que es lo mismo o peor. Las casas de asilo están llenos de viejos, inservibles, según los “piadosos hijos”.

Pero por favor, antiguos hombres y mujeres del mundo, ¡revelaos! ¡Que lo que ustedes saben no lo sabe nadie! De acuerdo, el mundo está como está porque nosotros la embarramos ayer, de acuerdo. ¡Pero los mocosos actuales la están metiendo hasta el zancarrón!

¿Se imaginan ustedes lo que sería una “marcha de antiguos” reclamando el derecho a ser revalorizados? ¡Inventan mil mierdas de remedios para alargar la vida! ¡Pero digámoslo francamente, con ello no logran otra cosa que prolongar nuestra marginalidad!

Oiga, dejémonos de tonteras, usted tiene una textura tan interesante como el mueble antiguo, o el árbol antiguo que tiene enfrente de casa. Pero además usted posee el “sedimento”, que si el anticuario – el Estado en este caso - supiera valorarlo le pagaría una fortuna. Un Estado inteligente lo incluiría a usted en los directorios de las empresas, de los colegios, universidades, hospitales, etc., para escuchar sus consejos: “Consejo de Ancianos”. Sin derecho a voto, de acuerdo, pero serviría para que los jóvenes no se olviden que no es más sabio el que sabe hablar, sino el que sabe escuchar.

Y su memoria: dígame usted, ¿cuánto vale lo que usted acumula en su memoria? Sobre todo hoy, cuando los jóvenes tienen una memoria tan corta que cuando creen estar recordando y valorando el pasado, sólo están recordando a sus contemporáneos. Por otra parte la juventud no garantiza nada. ¡Cuántos jóvenes no hemos conocido usted y yo!, tremendamente contestatarios, irreverentes, pero que en cuanto lograron una situación, se convirtieron en “panzopensantes”.

Usted no es así. Usted se formó en una época en que respetó y aprendió de los antepasados. Usted supo que antes que usted fuera obrero, profesor, artista, científico, etc., no sólo existió su juventud, o su profesor primario. Usted sabe que el pasado no es tan corto, y que por tanto su profesor fue el resultado de muchísimos otros anteriores a él. Usted, como sabio hombre antiguo, sabe que la historia no partió ni con usted ni con su admirado contemporáneo.

Ahora, si usted querido antiguo o antigua, se las quieren dar de viejos achacosos, quiero decir, si se dejan dominar por “el dolorcito éste que me amaneció aquí en la pierna”; si se dejan dominar por las arrugas que le aparecieron – que son justamente las que le dan esa textura interesante -, o se amarga porque no tiene la abundante cabellera de los 18 años, el anticuario se seguirá riendo de nosotros porque no nos sabemos auto valorar.

Nos seguirán viendo como viejos escleróticos, como muebles viejos, como árboles viejos que decidieron dejar pasar la historia por su lado.

jueves, 23 de abril de 2009

TERRATERAPIA DE GRUPO

de Roberto Matta, El hombre imaginario



¿Qué será lo que más preocupa a la gente: la economía – incluido el empleo -, los deportes, las entretenciones, la política…? Cualquiera que sea, seguro que no está entre las primeras – más bien en un lugar secundario, y restrictivo – el problema ambiental. Y sin embargo es sobre el cual todos incidimos – sin distinción de sexos: viejos, jóvenes, niños y bebés - y del cual todos dependemos.

Si no tomamos conciencia que el “Día de la Tierra” es todos los días del año, a mediano plazo a las personas con medios económicos no les bastará tener casas con aire acondicionado, estanques de agua, privados, y ni aún les bastará poder vivir bajo una bóveda atmosférica artificial.

El planeta Tierra hace rato que nos está advirtiendo diariamente que es un planeta finito.

Si le interesa seguir leyendo, le recuerdo lo siguiente:

En el primer Siglo d. C. éramos 200.000.000 (doscientos millones) de habitantes en el mundo entero. Actualmente estamos al borde de los 7.000.000.000 (siete mil millones).

¿Puede usted imaginar lo que necesitamos para que se alimente esa cantidad de habitantes? ¿Y puede usted imaginar cuántos desechos provocamos esos siete mil millones de habitantes diariamente, incluidos nuestros inocentes bebés? Y no estoy hablando de industrias, comercio, etc. No. Estoy hablando de nosotros los habitantes.

¿Y se ha preguntado alguna vez con cuántos otros animales, además de nosotros, tenemos que compartir los alimentos y aceptar sus desechos?

Échele una mirada a esas dos direcciones web para que se convenza que no sólo usted vive en este hermoso planeta azul, y que en él existe una dinámica que nos hace responsables a todos.






Tenga la seguridad que todavía los problemas ambientales seguirán siendo solamente “recomendaciones”, de manera que usted y yo podremos continuar dilapidando la electricidad en nuestro domicilio, el agua. Todavía podremos seguir despreocupados respecto de las basuras diarias en nuestros domicilios. Podremos aún disfrutar de nuestro automóvil y de nuestro consumismo exacerbado, etc., etc.

Sin embargo no pasará mucho tiempo en que aparecerán leyes al respecto, normas que van a restringir nuestra “amada libertad”.

Y nos indignaremos porque nos cortarán la electricidad desde las 10 de la noche hasta las 6 de la mañana. Otro tanto harán con el agua. Su automóvil podrá utilizarlo solamente algunos días de la semana, dependiendo del número de su matrícula.

Usted que ha vivido comprando lo que le ha venido en gana, limitado solamente por su capacidad económica, ¿se indignará porque los alimentos, los vestuarios, etc., serán racionados, de acuerdo al grupo familiar? (Consuélese pensando en que hay millones de seres humanos que han vivido y viven en peores condiciones que esas, toda su vida y muerte)

Y será así, veremos restringida nuestra “libertad”, porque según el dicho popular “el hombre es el único animal que se tropieza en el mismo palo dos veces”.

El Día de la Tierra no puede ser como la navidad – esa noche debo ser bueno, solidario – quedando liberado para el resto del año. Tampoco puede ser como el Día de la Madre, del Padre o de San Juan bendito, que al comercio sólo le falta inventar “El Día del Día”.

Nuestra actitud personal, individual, nuestro respeto y cuidado del medio ambiente es vital. No esperemos que nuestros gobiernos, organismos internacionales, y empresarios de la industria y el comercio arreglen el asunto. Exijámosles que lo hagan, pero al mismo tiempo seamos consecuentes con nuestro aporte individual.

Es corriente hoy en día que nosotros y nuestras amistades hablemos de las preocupaciones del medio ambiente, pero según las estadísticas de diversos países demuestran que del dicho al hecho hay mucho trecho.
Si de verdad aún queremos planeta tierra para las próximas generaciones, incluidos hijos pequeños, nietos, etc., exijamos que desde la guardería hasta la universidad, y en nuestra propia casa, el cuidado y respeto por el medio ambiente sea la enseñanza y práctica prioritaria de todos los días del año.



“Las inundaciones, los cataclismos meteorológicos cada vez más frecuentes, la subida del nivel del mar, las hambrunas y la falta de agua bebestible, exacerbarán las tensiones sociales y guerras civiles, además de alimentar el terrorismo y el desplazamiento de cientos de miles de refugiados”, afirmaba un informe confidencial, develado en parte ayer (25 junio 2008) ante el Congreso norteamericano.



Así es que: Let´s Celebrate Earth Day!

miércoles, 18 de marzo de 2009

¡MATAOS LOS UNOS A LOS OTROS!


Goya





Un día me puse a gritar como loco al borde de un abismo, y el eco me devolvió las palabras:

Me doy cuenta que amarnos los unos a los otros es poner la vara demasiado alta para animales depredadores como nosotros. OK, de acuerdo. Pero es que sin utopías, aún estaríamos con las partes pudendas al aire, y con el hueso en la mano dándonos unos contra otros.

Consolémonos pensando que al menos, pese a ser tan animales, desde hace milenios aprendimos a taparnos las que “te jedi”, y vestidos con uniformes adecuados – hombres y mujeres - hemos venido matándonos unos a otros con armas cada vez más sofisticadas en defensa de la esclavitud; en defensa del imperio; del feudalismo; en defensa de la Fe; del reino; del capitalismo; en defensa de la democracia; del socialismo; del neoliberalismo…, y siempre en nombre de la libertad, eso sí, siempre en nombre de la libertad, maravillosa utopía que da para todo y para todos, tanto como la Fe divina.

No hace mucho se cumplieron 200 años del nacimiento de Darwin, quien nos bajó del pedestal divino. Antes, otros pensadores y científicos nos habían sacado del centro del universo. Pero nosotros, animales porfiados, seguimos sintiéndonos “ptolomeicos”:

“Nos hacemos la ilusión/ de ser el último fin/ que Dios puso en su listín/ cuando hizo la creación./ Y armados de esa razón/ miramos el Universo/ como quien dijera eso,/ es parte de mis haciendas/ que Dios me las encomienda/ porque soy su hijo dilecto”. (cuadernos de Merardo)

Esta arrogancia nos tiene hoy al borde del abismo. Porque ya ni siquiera vale la pena señalar que nos matamos unos a otros a través de las guerras cada vez más cínicas. Ni siquiera vale la pena señalar que nos matamos a través de la delincuencia, a través de las masacres en colegios o en las calles; nos matamos dejándonos llevar por nuestro machismo intrafamiliar; nos matamos también por amores pasionales (¿señales trágicas de que aún nos quedan sentimientos?, digo, queriendo buscar un lado positivo), en fin, físicamente nos matamos de innumerables maneras, diariamente.

Goya

Pero lo más trágico y lo más triste es que estamos matando nuestra capacidad de utopía. Nos han y nos hemos convertido en animales tan pragmáticos que sólo somos capaces de saciar nuestros apetitos más inmediatos. Y en ese afán hemos llegado al punto en que el Apocalipsis de San Juan el evangelista, ha dejado de ser un libro de creyentes, para transformarse en una suerte de video documental de lo que nos espera a la vuelta de la esquina. Con algunos “anticipos” – como en el cine – que mientras tanto nos queman, nos inundan. Anticipos de hambrunas, huracanes y ciclones que arrasan viviendas y geografías, etc., etc.

Lo que hasta hace unos 20 años era calificado como el parapeto de izquierdistas resentidos - el cuidado del medio ambiente, por ejemplo -, hoy es preocupación, al menos en el discurso, de gobiernos, Estados y organismos internacionales.

Parodiando, hoy podemos decir que un fantasma recorre el mundo: el consumismo. (¡Y ojo!, que el otro fantasma, vuelve a las mentes de muchos analistas a propósito de la crisis económica)

Señoras, Señores, señoritas, jóvenes y niños: el mundo, la tierra, este maravilloso globo azul, esta espectacular biodiversidad que hay en nuestro planeta Tierra, la estamos extinguiendo. No es güeveo, no es afán de asustar ni de impedirle que si tiene la suerte de vivir a cuerpo de rey lo siga haciendo. Sólo quiero recordarle que no son izquierdistas resentidos los que hoy nos advierten que tenemos que controlar nuestro consumo (¡los que pueden consumir!).

Como sé que a usted ni a mí nos entran balas, le doy algunas cifras:




- 64 mil millones de metros cúbicos de agua necesitamos anualmente a nivel mundial para nuestro desarrollo y consumo.
- 2,5% sin embargo es toda el agua dulce que tenemos en el planeta para beber y producir.
- 20% de la energía producida en el mundo proviene de la hidroelectricidad.
- 60% aumentará el consumo de aquí a 2030.
- 67% de la población mundial no tendrá acceso a las instalaciones sanitarias adecuadas en 2030.
- 80 millones de habitantes se agregan cada año a los habitantes del planeta.




¿Y qué? ¡Qué le hace el agua al pescado, pus! A usted y a mí que nos registren, ¿verdad? Somos animales que nos gusta dejar correr el agua para lavar un tenedor. Nos gusta conducir un deportivo o un 4x4 a alta velocidad. Nos gusta dejar todas las luces encendidas las ocupemos o no. Nos gusta dejar encendida la cocina sea ésta a gas o electricidad. Y a nadie le permitimos que nos venga a controlar nuestra privilegiada cuota de consumo, parámetro de nuestro exitismo.
En una palabra, somos los únicos animales genocidas que ha parido madre. Asesinamos la biodiversidad diariamente y no nos sale “ni por curao”. Ricos y pobres nos matamos unos a otros destrozando el medioambiente, acabando con el planeta, pero pretendemos ser inocentes. El recalentamiento del planeta no es un sueño, no es una pesadilla, es la realidad que se acrecienta diariamente por nuestra irresponsabilidad individual.




¿Quiere usted que la ciudad Juárez se extienda por el mundo? Porque nos estamos matando los unos a los otros dejando que la corrupción se adueñe no solamente del dinero sino también del poder, de la política; de sectores significativos de la justicia; de los cuerpos policiales y militares. Tampoco salen muy bien paradas las diversas iglesias. Y por supuesto, cada uno de nosotros.




Hay excepciones, sin duda, tal vez más de lo que pensamos. Después de todo, pese a nuestra animalidad, siempre nos hemos balanceado entre un blanquinegro matizando los grises. Y con el mismo afán que nuestras acciones atávicas nos matan, otros, que logran humanizarse, han venido luchando abnegadamente para ascender desde el hommo erectus al ser humano, intentando arrastrarnos a esa cima. También en la política nacen movimientos emergentes que aspiran al saneamiento político y social. ¿Es muy tarde para inscribirnos en esa opción de vida?




En el arte, en las ciencias, en la relación respetuosa con la naturaleza, etc., se expresan miles de animales que han creído y creen en el futuro, y otros tantos, anónimos, que viven la angustia de vivir a “contraconciencia”. ¿Somos de estos últimos?




Que no nos engañen los grandes “medias” porque ellos están también corrompidos. Tras su afán de lucro sólo nos informan de las partes más oscuras de nuestro atavismo. Así, esta crisis no es solamente económica, es una crisis social, política, ecológica, una crisis de sociedad finalmente. Entrampados todos en la idolatría del dinero. ¡Abyssus abyssum invocat!
A veces me quedo mirando a los nietos – los imagino cubiertos sus rostros con máscaras anti-polución - y me pregunto: ¿serán ellos mañana seres humanos capaces de enmendar el rumbo, montados en el caballo de la utopía para devolver la esperanza?...

Cuando volví mi mirada contra el ventanal del Café, en la calle, las sucias costras de la nieve anunciaban que pese a todo, el invierno comenzaba a retirarse. Luego miré al interior del local del Café: varias parejas de hommo erectus - semejantes a mí - conversaban animadamente, alguna pareja entrelazaba sus manos. Un hommo erectus chiquito tenía no sólo su boca sino toda la cara cubierta de chocolate… Bebí mi último sorbo de café y salí a la calle…

domingo, 8 de marzo de 2009

¿LIBERTAD DE EXPRESIÓN CONCULCADA?




Elena Varela López, cineasta chilena

La detención y enjuiciamiento de la cineasta chilena Elena Varela López reviste varios ribetes que hacen dudar de la objetividad de la parte querellante.

Según informa la periodista Lucía Sepúlveda Ruiz:

“El 17 de marzo, en Rancagua, defendida por el ex juez Juan Guzmán (de cuya honorabilidad y competencia jurídica no se puede dudar- opinión de este bloguista) y rodeada de una red de comunicadores, artistas y luchadores por los derechos humanos, Varela enfrentará en un juicio oral los cargos de asociación ilícita, robo con homicidio y robo con violencia. La fiscalía pide quince años de prisión para la realizadora detenida el 7 de mayo de 2008, por “planear estos delitos, reclutar gente y refugiar a los delincuentes después de acaecidos los hechos”. La acusación se basa en la breve vinculación sentimental que la realizadora tuvo en 2004 con “Leonardo Civitarese” a quien el fiscal Servando Pérez Jordán identifica como Juan Moreno Venegas, jefe del autodenominado MIR/Ejército Guerrillero del Pueblo, una división del MIR formada en los 90. Moreno no ha sido habido. Para otros dos chilenos detenidos en la misma fecha que la documentalista, el fiscal pide veinte años de prisión. Elena Varela está con libertad diurna desde agosto del año pasado, luego de tres meses de rigurosa prisión en la Cárcel de Alta Seguridad de Rancagua”.

¿Por qué me provoca dudas dicho enjuiciamiento? En primer lugar porque Elena Varela, ha estado trabajando en un documental sobre el despojo de tierras que los mapuches (pueblo originario del centro-sur de Chile) han venido sufriendo históricamente.

Asunto que acusa directamente a los latifundistas que han participado generalmente con malas artes - triquiñuelas legales, falsificación de firmas, etc., etc. -, en dicho despojo, y a los gobiernos del país que en 200 años de República no han sabido resolver el problema con equidad y justicia. Porque claro, la solución no es otra que reconocer la autonomía de dicho pueblo, el mapuche.

Se puede decir que los Conquistadores nunca terminaron de vencer militarmente al pueblo mapuche. Tampoco lo logró el casi genocidio llamado eufemísticamente “Pacificación de la Araucanía” (hacia finales del siglo XIX). Para tal empresa el Estado chileno utilizó las mismas tropas que venían de participar en la Guerra del Pacífico. Tropas que, en sus métodos de lucha, una vez más, reflejaron perfectamente la soberbia, crueldad y engreimiento de nuestros sectores dominantes.

Estos son antecedentes para explicarse la complejidad del problema mapuche. Porque históricamente el asunto del despojo de tierras - luego de 3 siglos de lucha con los Conquistadores y 2 siglos con el Estado chileno - está teñido de rencores y temores, de clasismo y de racismo, de mala conciencia y falta de unidad en las reivindicaciones.

De manera que por más empeño que se ponga en negarlo, luego de 500 años (5 siglos) la lucha del pueblo mapuche por el derecho a ser ellos mismos, no ha terminado. Durante quinientos años los métodos de lucha del pueblo mapuche han sido los mismos: meses, o años de tregua, y luego golpes de insurrección ahora por aquí ahora por allá. Nunca tuvieron la capacidad para organizarse en “guerra total y abierta”. Ayer fueron acusados de herejes, de alzados. Hace años atrás fueron acusados de pequeños grupos de soliviantados manipulados por el marxismo. Y hoy son calificados de terroristas.

Y bien, en medio de las patas de ese caballo se metió nuestra cineasta chilena, Elena Varela López. Con su trabajo artístico ha querido que los mapuches hablen directamente de sus reivindicaciones y denuncien también directamente a los responsables de los abusos y atropellos.

Supongo que Elena tenía conciencia del riesgo que corría al meterse en medio de ese conflicto histórico: convertirse en “cabeza de turco” perfecta para quienes están interesados en que los mapuches sigan desunidos.

Pero sobre todo, cabeza de turco, para los que están interesados en que el enjuiciamiento de Elena – aunque salga libre de polvo y paja –, sirva de advertencia a los niñatos cineastas y otros, que quieran solidarizar y denunciar la injusticia histórica que aflige al pueblo mapuche.

martes, 24 de febrero de 2009

UN PELDAÑO EN LA ESCALERA





Siete años después de un devastador terremoto que en 1939 había destruido mi ciudad natal dejando miles de muertes, regresamos con mi familia a vivir al barrio y lugar donde yo había nacido.

En ese tiempo tuve un amigo de infancia, Tito, quien vivía enfrente de casa. Él era un muchachito de voz ronca y lleno de iniciativas. Ambos teníamos 6 o 7 años de edad, aunque creo recordar que mi amigo era un año mayor. Mantuvimos 3 años de intensa amistad. Mis padres conocían a su familia desde antes que yo naciera.

Desde que conocí a Tito siempre, éste siempre disponía de dinero. No eran sumas importantes, pero diríamos, significativas para la edad que ambos teníamos.

Mi amigo, continuamente me invitaba a acompañarlo al dormitorio de su hermano y allí comenzaba a buscar en los bolsillos de los pantalones y chaquetas de aquél: -“Este maricón, siempre me quita la plata que me da mi padrino y me la esconde”, decía mientras hurgaba en las pertenencias ajenas.

No recuerdo las cantidades exactas que mi amigo aparentemente solía encontrar entre las ropas de su hermano, pero sí recuerdo lo bien que lo pasábamos durante dos o tres días con ese dinero: leche con plátano con un pelo de vainilla; anillos de bronce con caras de calaveras o indios norteamericanos; insignias diversas; Vitamaltina, una bebida con color de cerveza negra pero sin alcohol, antes por el contrario, con vitaminas. Pasteles, chocolates, entradas al cine, y por monería comprábamos además cigarrillos aunque yo fumaba un par de ellos y el resto los regalaba. “Capstang” o algo así creo que era la marca de uno de ellos, y otros mentolados cuyo nombre no recuerdo.

Los padres de Tito, dueños de un taller de mecánica de automóviles, también enfrente de casa, estaban ya separados desde hacía unos tres años. La madre, una mujer alta, buena moza, vivía en algún otro lugar de la ciudad, pero se fue a vivir a la capital algunos meses después de haber regresado nosotros al barrio. Nunca me enteré de las razones precisas del rompimiento de ese matrimonio porque en mi casa – en mi presencia, al menos – se hablaba de ello a “media lengua”. Y mi amigo nunca hablaba de su madre, aunque solía decir que algún día se iría a Santiago, la capital.

Pero en fin. Las primeras veces que acompañé a Tito al dormitorio de su hermano me pareció perfectamente legítimo que él quisiera recuperar el dinero que le quitaba su hermano tan abusador. Sin embargo al correr del tiempo la cosa comenzó a resultarme sospechosa porque el hermano mayor comenzó a quejarse de la desaparición de su dinero. Las sospechas recayeron como siempre en la empleada del servicio doméstico, pero siendo ésta una humilde mujer que servía por varios años en casa de Tito se descartó su responsabilidad.

Un día el padre de Tito le preguntó a éste en mi presencia si sabía algo de ese dinero: -“No tengo idea, papá”, contestó con seguridad mi amigo. Sin embargo cuando el padre me preguntó también si sabía algo, yo, turbado, sólo atiné a mover la cabeza negativamente.

Luego de aquel breve interrogatorio, cuando estuvimos solos le dije a mi amigo que debía decirle a su padre que su hermano era un abusador que le quitaba el dinero: -“Lo quiero mucho, me dijo. Es mi hermano, por eso no le digo la verdad a mi papá”.

Sin embargo como su hermano comenzara a tomar precauciones, los bolsillos de su ropa ya no “escondían” el dinero de mi amigo. Era realmente un mal hermano. Problema. ¿Cómo seguiríamos dándonos la vida de reyes, ahítos de pasteles, plátanos, golosinas, cine y cigarrillos? Sin embargo, Tito se las arreglaba para aparecer con unos cuantos pesos para chocolates, el cine, etc. Siempre me hablaba de un generoso padrino que solía regalarle dinero.

Un día Tito me dijo: -“Vamos donde mi padrino”. Yo partí feliz con él ante la perspectiva de conocer al filántropo que nos permitía vivir una infancia tan desahogada. El padrino resultó ser el dueño de un Bar-Restaurant cercano a la plaza principal de la ciudad. Era un local de mucho prestigio en esos años. Serían las 11 de la mañana de un día sábado cuando llegamos al bar. Dos parroquianos de pié junto a la barra bebían un vino:

-“¡Ahijado! Cómo estás picaronazo”, dijo el filántropo desde detrás de un grueso y hermoso mesón caoba oscuro. Y sin perder el buen humor, preguntó enseguida:
–“¿Qué prefieren, Bilz o Papaya?”, dos bebidas populares en ese entonces.

Mientras nos instalábamos en los altos taburetes de la barra, Tito me preguntó:-“¿Qué querís tú?”

-“Papaya”.

Él, prefirió una Bilz, y luego de contestar de cómo estaban sus padres y la tía no sé cuánto, continuamos sirviéndonos las bebidas. De pronto mi amigo dijo con su típica y simpática voz ronca, como de fumador:

-“Padrino, si usted tiene algo que hacer adentro yo puedo cuidar aquí…”

-“No, no, adentro está la patrona, como tú sabes. Aquí la comida se prepara bajo la vigilancia de tu madrina”.

-“Voy a saludarla, entonces, padrino”.

Partió mi amigo en pos de su madrina. En ese momento yo fui interrogado por el padrino, quien resultó conocer a mi padre - paramédico de los Ferrocarriles del Estado -, empresa en la cual el padrino había trabajado cuando joven como garzón del coche comedor de Ferrocarriles. En fin, la conversación corría por carriles fluidos debido a que el padrino de Tito era muy jovial y dicharachero. Comentándoles al par de clientes que lo peor era tener gente de servicio ladrona, les contaba el chiste de aquél que se robó una vaca y cuando fue sorprendido por los carabineros dijo “bah, ¿y quien me amarró ese animal a esta cuerda?”

El padrino era un caballero gordo y rubicundo de excelente humor. Entre las preguntas que me hacía y las bromas que intercambiaba con el par de parroquianos que habían pedido una segunda “vuelta”, realmente me había seducido, tanto, que deseé que fuese también mi padrino.

De pronto Tito apareció desde el interior del local caminando rápido:-“Nos vamos, padrino, en la casa me están esperando”.

-“Ahijado, por Dios, ¿que ya te recibiste de médico?”, lo dijo por lo breve de la visita.

-“Si, es que tengo que ver a un amigo…”

-“Bien, salúdame a la gente. Y dile a tu padre que necesito su consejo para comprar una camioneta de reparto…”

Salimos de aquel local cruzándonos con tres parroquianos que ingresaban al Bar. Tito se detuvo al borde de la acera un segundo mientras yo lo miraba un tanto extrañado por la repentina partida.

-“Vamos al mercado…”, dijo Tito con su voz ronca.

El Mercado de Chillán en los años de mi infancia era un lugar bullicioso y pintoresco. Los puestos de venta eran como casitas de madera: miles de artesanías, verdulerías, fruterías, cocinerías. Mil colores, olores y perfumes; pareja de ciegos cantando; más allá los evangélicos haciéndoles la competencia; en la otra esquina un vendedor con su maleta en el piso gritando a voz en cuello “¡yo no vengo a vender, yo vengo a regalar!” El organillero dándole vuelta a la manivela para que el viento de las diez flautas dejara escuchar esa linda ranchera-corrido: “Pajarillo, pajarillo/ que vuelas por el mundo entero/ llévale esta carta a mi adorada/ y dile que por ella muero…”

En fin, para nosotros, el Mercado era el lugar de las dichas, donde Tito desembolsaba “gruesas” sumas del dinero que había “recuperado” de su hermano o de Dios sabe dónde. Cinturones de cuero con preciosas hebillas… Pero bueno, esa mañana no había dinero… El padrino filántropo no le había dado plata a Tito…

-“¿Quieres comer papas rellenas?, preguntó mi amigo.

-“Ahí donde el Rolo las espolvorean con azúcar en flor, son ricas”, dije yo, relamiéndome de gusto. “Pero no tenemos plata”, agregué.

-“Mi madrina me dio ésto”, me dijo, mostrándome un billete de $50 entre otros varios. Un dineral para muchachitos de nuestra edad.

Efectivamente, en la cocinería llamada “Donde el Rolo” las papas rellenas eran exquisitas. Sin embargo mientras comía con mi amigo recordé inevitablemente la prisa con que Tito había salido luego de saludar supuestamente a su madrina. Tuve la sensación que yo estaba siendo cómplice de algo. En realidad fue en aquella oportunidad que acepté en mi interior que desde hacía tiempo me estaba haciendo el leso. Ya no estaba seguro de dónde salía su dinero, porque los bolsillos de su hermano no bastaban para “nuestro tren de vida”. Aunque la madrina…, quizás…

Pese a ello, luego de haber comido, pasamos a una fuente de soda para beber nuestra bilz y papaya y luego caminamos hasta la sección de artesanía del Mercado para comprar chucherías absolutamente innecesarias.

-“¡Yo fui borracho y ladrón, hermanos!”, se escuchaba a lo lejos la perorata de un evangélico, “robaba para tomar, hermanos. Se puede decir que yo era un perdío…”

Ese mediodía dije en mi casa que había comido en casa de Tito, que no tenía hambre. Me recosté en mi cama, meditabundo, incómodo, y quizás un poco asustado. Presentía que estaba siendo cómplice de algo incorrecto.

En eso estaba cuando apareció Checho, otro amigo, quien me invitaba a jugar una pichanga de fútbol en la cancha del Liceo. Partí con Checho, pero sin dejar de pensar que eran demasiadas las veces que mi amigo aparecía con cantidades de dinero inusuales en muchachos de nuestra edad. Y aunque él era un año mayor, eso no podía justificar su “solvencia económica”.

En gran parte por temor, y otro tanto por un sentido de culpa difuso, el viernes en la tarde llamé por teléfono a la casa de unos amigos alemanes que vivían a las afueras de la ciudad. Su madre, una alemana con ojos tan claros como el agua me tenía mucho cariño: -“Muy bonito, me dijo, que vienes al fin de semana, todo. El padre quiere cazar ahora. Viene aquí”.

El mayor de los hijos tenía 8 años y el otro tenía 6. Ambos eran muy rubios y muy bonitos, según recuerdo. Con el pelo tipo “príncipe feliz”. Yo iría todo el fin de semana. El lunes, puesto que mis amigos estudiaban en el mismo establecimiento, el padre nos llevaría a clases a los tres.

Mis padres habían ayudado a aquel matrimonio “gringo” cuando llegaron a Chile y mi madre había atendido el parto del segundo hijo nacido en Chile. Conservaban así una grata amistad.

Esta familia alemana vivía en un grupo habitacional cedido por el gobierno, compuesto de cinco casas de madera, separadas. Con una pequeña parcela de tierra cada una que los alemanes habían convertido en vergeles. Era aquella una pequeña colonia de alemanes. Los padres de mis amigos eran pues dos “gringos” con mucho acento, pero sobre todo maravillosas personas. El padre, don Friederich, tal vez 40 años, nos llevó a cazar al campo el domingo acompañados de un hermoso perro perdiguero y otro pequeño y chillón que no dejaba de morderle las patas al grande.

Durante ese fin de semana lo pasé muy bien. Mis amigos alemanes condiscípulos de escuela, eran, como decirlo, me resultaban un poco inocentes, toda la familia, simplemente porque eran buenísimas personas. Distintos a la generalidad de los chilenos. La señora Gertrudis, la madre, cocinaba como una diosa. Sus comidas agridulces, pese a ser yo chileno, siempre me gustaron. Y luego, ¡la repostería! Gertrudis era una virtuosa repostera.

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El lunes en la mañana, don Friederich, nos llevó a la escuela tal como estaba planeado. De manera que estuve toda la mañana en clases. Cuando llegué a casa al mediodía, creo que había olvidado a Tito y sus dineros. Sin embargo en cuanto mi madre fue informada de mi llegada me hizo llamar a la oficina de la Clínica Maternal que ella poseía, adosada a nuestra casa residencial. En tono severo me dijo:

-“Qué es esto de Tito. ¿Tú le has ayudado a robar?”

-“¿A robar? ¿Qué pasa? ¿Qué cosa robar?”, dije sin poder evitar un temblor de piernas repentino.

-“El dinero que se ha estado robando. ¿Tú has estado robando con él?

-“¡Pero no! ¡Tito siempre ha dicho que era su hermano el que le quitaba la plata!”

-“No se trata de eso. Tito le ha robado a su padrino, varias veces, y el sábado se metió por una ventana del garaje de su padre y se ha robado la paga de tres mecánicos. Quiero saber si tú estás metido en eso”.

-“Yo, no…”. Tenía una mezcla horrible de vergüenza y miedo…

-“¡A Tito lo andan buscando los carabineros, por orden de su padre!”, agregó mi madre. “Y esta tarde vendrá un carabinero a preguntarte cosas. Menos mal que conozco al capitán Gutiérrez, que si no te habrían llevado a la comisaría para interrogarte. ¡Alonso - era mi nombre -, necesito que me digas la verdad!”. El tono de mi madre sonaba perentorio y quizás un poco angustiado: “¡Prefiero saberlo de tu boca que tengo uno hijo ladrón, a que me lo diga un policía!”

-“Mamá…, dije a punto de llorar, yo no he robado nada, nunca…”

-“¡Qué vergüenza! ¡Y qué triste es enterarse que un padre debe mandar tomar preso a su propio hijo! ¡Claro, con una madre tan sinvergüenza como la de ese muchacho…!” Mi madre dijo lo último poniéndose de pie y saliendo de la habitación.

-“Yo no robé nada… yo no he robado nada…”, reclamé llorando solo en la oficina en medio de artefactos clínicos y vidrieras…

******

Aquella tarde cuando llegó el carabinero se lo conté todo en presencia de mi madre. Mi padre aún no llegaba del trabajo. Una vergüenza menos.

-“Haga como si me estuviera contando un cuento, mi amigo… No se asuste, usted no tiene nada que ver en esto…”, me decía el carabinero induciéndome a que confesara todo.

Y entre lloriqueos conté lo que sabía, pero sobre todo admití que siempre había sospechado. En aquel tiempo no entendía lo que era delatar, o traicionar, y sin embargo – aunque tal vez sea el juicio de hoy – me sentí delatando y traicionando a Tito, mi amigo de infancia.

Creo que a partir de aquellas circunstancias cambió mi carácter, o di un salto, no sé si de madurez o simplemente tomé conciencia de lo que era el sentido de culpa. Aunque mi razonamiento no era tan claro como hoy, afectivamente supe lo que era la deslealtad y la hipocresía. Porque en mi interior, la lealtad – equivocada o no - me indicaba que debía mantenerme en lo que decía Tito: los dineros se los regalaba su padrino; y de otra parte recuperaba lo que su hermano le había quitado…

-“¡Cuéntale la verdad, hijo, decía mi madre, la verdad siempre te hará honrado…!”

****

Pasaron los días, dos semanas tal vez. De Tito ya no se habló más en casa. No me atrevía a preguntar por él a sus familiares. Tenía miedo y vergüenza. Había llorado en las noches en mi cama dos o tres veces cuando el sentido de culpa me subía desde el estómago hasta apretar mi garganta.

Durante ese tiempo – como actos de expiación tal vez – me convertí en un estúpido “niño modelo”: de la casa a la escuela, de la escuela a la casa. No jugaba fútbol, ni al trompo ni a la “achita y cuarta”. Pasaban los días…, los días pasaban…

****

Una tarde, estaba haciendo las tareas en el pequeño salón de la casa que daba a la calle. Una de mis hermanas practicaba en el piano “Para Elisa” de Beethoven, cuando un coche tirado por caballos - transporte público en aquellos años todavía – se detuvo frente a la casa de mi amigo Tito. Una mujer alta y elegante descendió del coche y subió las escaleras de la casa de mi amigo. La nana que nos había criado a todos vino con el cuento:

-“¡Se llevan al Tito para Santiago. Lo vino a buscar su madre…!”

Detrás de la nana aparecieron rápidamente una empleada, una enfermera y hasta mi propia madre. Todas se acercaron al ventanal para mirar desde detrás de los visillos.

-“¡Buen destino le espera a ese pobre crío con esa madre…!”, comentó mi madre con un tono que me hirió profundamente.

-“Venga, venga Fonsito – mi apelativo -, a mirar cómo se llevan a su amigo”, dijo la nana tirándome de la mano para llevarme junto al ventanal.

Al poco rato apareció Tito, repeinado, con corbata, abrigo beige cruzado y pantalones azules largos. Parecía un hombre. Su madre vestía un abrigo negro de astracán y un gran pañuelo verde al cuello, con un abundante pelo negro y ondulado. Una mujer hermosa. Más atrás apareció el padre de Tito en bata y camisa desabrochada. Un hombre bajo pero de aspecto simpático. Finalmente venía el hermano mayor trayendo una maleta. El cochero recibió la valija para ponerla en el portamaletas, mientras el hermano le dio un golpe suave en el pecho a Tito a manera de despedida y subió las escaleras de la casa.

El padre besó a la madre en la mejilla y despeinó un poco a Tito quien se retiró molesto intentando reordenar su peinado. Creo recordar que Tito intentó mirar hacia mi casa… Se subieron al coche y partieron. El padre dio media vuelta y subió las escaleras.

-“¿Vieron como ésa se las da de elegante?”, dijo mi madre, refiriéndose a la madre de Tito. “¡Como si una no supiera…! ¡De tal palo, tal astilla!”

Qué ganas tuve de gritarle a mi madre en ese momento. Me parecía una falta de compasión…. ¡Era mi amigo que se iba! ¡Quizás para siempre! ¡Mi amigo! ¡Mi amigo que seguramente supo toda mi traición!...

La gente de mi casa se retiró del ventanal y volvió a sus labores. Mi hermana continuó destrozando “Para Elisa”…

Yo sin embargo quedé pegado al ventanal… mirando la escalera de la casa de mi amigo Tito…

****

Muchos años después, quizás 50 años, supe que Tito se había convertido en un profesional del delito. Murió joven, hacia los 30 años, asesinado en la calle…

jueves, 1 de enero de 2009

RELÁMPAGOS DE LA MEMORIA




Hay veces en que la memoria junto con la imaginación nos hace ver tantas cosas en tan poco tiempo que sentimos haber alcanzado la velocidad de la luz.

Algo así experimenté sosteniendo en mi mano una copa de vino esta medianoche de 2008-09.

No me di cuenta cómo surgió la imagen que me hizo preguntarme: ¿Qué pasaría esta medianoche de Año Nuevo - aquí en Vaudreuil-Dorion, Provincia del Québec - si con la intención de abrazar y felicitar a la gente, así al azar, sin conocerla, saliera yo corriendo por las calles de este pueblo donde vivo?

Abrazando y felicitando a la gente, digo, en la calle, porque hemos sobrevivido otro año, porque estamos vivos, porque podremos continuar construyendo un mundo cada vez más hermoso… (¿?), porque pertenecemos a la misma especie y en un abrazo solidario nos reconocemos como tales – quizás es lo que hacen las hormigas -, en fin, abrazarnos porque pese a las guerras, temporales, huracanes, terremotos, especuladores, cabrones con cara de defensores sociales, etc., aquí estamos, con la esperanza luminosa en nuestras pupilas… (¿?)

¿Se dan cuenta ustedes del ridículo que habría hecho yo estimulado por esos sentimientos? En primer lugar esta medianoche de 2008-2009 aquí en Vaudreuil-Dorion tenemos unos 25 grados bajo cero allí en las calles llenas de nieve, y lógicamente no habrá alma humana que esté dispuesta a desafiar el frío… Tampoco las iglesias han echado al aire sus campanas, ni el cuartel de bomberos – lo tengo casi enfrente de casa – ha hecho sonar la sirena anunciando el nuevo año.

Si yo hubiera salido corriendo por las calles, tal vez me habría visto algún automovilista:-“¡Mira, se ha escapado un loco!”

Por otra parte, en el caso de haber encontrado a alguien en la calle para abalanzarme sobre él abrazándolo con entusiasmo, probablemente me hubiera costado pasar el resto de la noche en el cuartel de policía acusado de intento de asalto en la vía pública.

“Contrevenant a tenté de voler les passants la nuit du Nouvel An” (Delincuente intentaba asaltar a pacíficos transeúntes la noche de Año Nuevo). Algo así podría haber sido el título del periódico local.

Bebí un trago de vino, pero mi memoria emotiva estaba ya lanzada sobre el pasado y no hubo manera de desviar su atención. Mi memoria se evadió un instante completamente de mi familia:

Yo, con 10-11 años de edad estaba corriendo por las calles de Chillán, mi ciudad natal (Chile), en dirección a la Plaza de Armas por allá por los años 1946-48. Noche de verano de Año Nuevo. Las campanas de la Iglesia de Las Carmelitas repicaban a mis espaldas y la sirena del cuartel de bomberos – miento, era la sirena del molino, que prestaba servicio a los bomberos en caso de incendio – sonaba lúgubre y sin embargo embriagante en aquellas noches.

No era yo solo quien corría, había mucha gente por las calles corriendo, abrazándose, así, sin conocerse: “¡Feliz Año Nuevo!”, se escuchaban los gritos. Viejos, jóvenes, niños, hombres y mujeres corríamos casi sin ninguna dirección, esquivando coches “güasquiados” (tirados por caballos) y un par de automóviles, similares en esos años a las películas de gansters. Todos hacían algún ruido: el cochero chasqueaba la huasca, los automóviles insistían con sus claxons, y yo corría y corría, pleno de abrazos.

Confieso que mis intenciones no eran sólo abrazar a diestra y siniestra, sino aprovechar el pretexto de Año Nuevo para abrazarla “a ella, la inalcanzable”, mi vecina de unos 14-15 años. Era el momento perfecto, ella no podría romper lo que parecía ser una tradición en mi ciudad.

Aunque ahora caigo en la cuenta que quizás en Chillán nos abrazábamos tan efusivamente por las calles porque éramos sobrevivientes del horrible terremoto de 1939, terremoto que había asolado la ciudad dejando miles de víctimas mortales y heridos.

Sí, quizás antes de ese fatídico año, en Chillán no se celebraba la noche de Año Nuevo de manera tan solidaria. No lo sé, no lo sé porque es la primera vez que mi memoria recuerda esas carreras emocionadas por las calles chillanejas. Cornetas, pitos, en fin, todo lo que sonara sonaba.

Pero “ella”…, ella sólo se asomaba a las penumbras del balcón de su casa. Se sabía hermosa y deseada por el barrio entero. “¡Hola!”, me atreví a decirle algún año, pero ni siquiera me dedicó una sonrisa.

Sin embargo, pese a todo, ella no pudo evitar que no sólo la abrazara en Año Nuevo, sino muchas veces fue ella misma quien me rogó un beso luego de mis triunfos deportivos internacionales… Sí, entre los años de 1946-48, fui campeón mundial del juego del emboque (un pequeño palo cilíndrico unido a través de una lienza a otra madera en forma de pequeña campana). Fueron testigos miles de espectadores, además de “ella”, quien desde las gradas se mordía las uñas rogando que yo no cometiera ningún error durante el tenso silencio mientras yo embocaba 500 o 700 “dobles” seguidos (hacia atrás y hacia delante) con la pequeña campana – gracias a mi eficacia, jugaba al emboque sin lienza, se la había retirado -, campana que giraba cuatro veces en el aire antes de embocar.

¡Cómo no recordarla “a ella”!, quien bajaba ardorosa desde las gradas hasta la pista de cenizas para abrazarme y besarme una y otra vez, poniéndome la corona de triunfador.

¿Qué importaba que en las noches de Año Nuevo, ella ni siquiera contestara mi “hola”, si en mis campeonatos imaginados durante tardes enteras luego de haber hecho las tareas escolares, ella me amaba, me admiraba y rogaba mis besos?...

-“Amoroso, ¿pasa algo?”, interrumpió la dulce voz de mi mujer, el brevísimo instante en que mi memoria viajó en el tiempo a una velocidad digna de las galaxias más lejanas.

-“¡Feliz, año, Puro!”, me dijo sonriendo mi hijo menor, que nos visita desde México.

-¿”Estás aquí”?, dijo mi hija existimativa, una mexicana perspicaz de ojos tapatíos.


-“¡Salud!”, contesté, como una manera de volver a Vaudreuil-Dorion la noche de Año Nuevo 2008-09.

martes, 16 de diciembre de 2008

EL ZAPATO, LA NUEVA ARMA DE LUCHA

Van Gogh, Los zapatos







Père Noël, Santa Claus, o Viejito Pascuero, no importa como lo denominen en diversos países, porque este año 2008 el hombre que trae los regalos se llama en realidad Muntadar al Zeidi, el periodista iraquí que le lanzó un par de zapatos por la cabeza al Mr. Bush, vergüenza de los EEUU.

Muntadar, nos hizo un regalo de Navidad al mundo entero. Compartimos plenamente el desprecio que significó su gesto. Un desprecio cargado de tantos adjetivos peyorativos como nuestra imaginación nos lo permita. Y desde aquí reclamamos su libertad.

Mi imaginación permite que el gesto de Muntadar al Zeidi se extienda además a un sinnúmero de políticos, especuladores y derechamente estafadores – no sólo económicamente – que nos tienen hasta más arriba del moño.

A todos aquellos dirigentes sociales que incapaces de ser consecuentes con lo que prometen, ¡zapatazos con ellos! Economistas que sólo trabajan para los que tienen dinero, ¡zapatazos con ellos! Políticos que incapaces de tomar el toro por las astas nos ofrecen “el derecho a soñar”, “soñar el país”, “soñar el futuro”, etc., ¡zapatazos con ellos!

Los ciudadanos cada día muestran más su escepticismo frente a las elecciones políticas, un promedio de más del 50% en el mundo occidental y cristiano. Recomiendo que guardemos un par de zapatos viejos para las próximas elecciones.
Tal vez a zapatazo limpio comprendan que no les creemos ni lo que rezan, y que hasta los niños han perdido la ilusión del viejito pascuero.

¡Cuidado, señores!, porque quizás de ahora en adelante en vez de secuestros y bombas, sean los zapatos la nueva arma del descontento generalizado en el mundo entero.

Estimado amigo, estimada amiga, sean luchadores consecuentes en esta Navidad 2008: regalen un par de zapatos (¡excepto que ustedes sean políticos, claro!)

miércoles, 19 de noviembre de 2008

LA ILUSIÓN Y LA ESPERANZA




“La ilusión la esparce el aire/ y una niña jardinera./ Lo hace con su mano suave/ tratando que no se muera/…” (de los cuadernos de Merardo).

En astrofísica partiendo de la hipótesis o teoría del Big Bang se dice que el universo a partir de su momento inicial continuó un proceso de “enrarecimiento”, de acuerdo a las observaciones. Es decir, su composición física, química, etc., se hizo cada vez – en millónésimas de nanosegundos – más compleja. En términos más populares el universo se hizo cada vez más raro, más diverso. ¿Y sin embargo similar, u homogéneo?

Y lo más importante: es plausible pensar que dicho enrarecimiento no se ha detenido, es un proceso continuo.

Ante tales hechos, para un neófito como yo, la analogía es tentadora: ¿la sociedad humana es parte de ese enrarecimiento?

Aplicando la estrecha lógica que nos permite nuestra mente tridimensional me atrevo a responderme: claro que sí. La historia humana, “de acuerdo a las observaciones”, demuestran que nuestra sociedad humana se ha venido enrareciendo cada vez de manera más evidente. ¿Qué otro símil puede encontrar una mente tridimensional como la que supuestamente poseo? (¿o la que se ha desarrollado prisionera en esas tres dimensiones?).

Nuestro mundo humano cada día aumenta su infinita gama que va del blanco al negro. Las ciencias y tecnologías han avanzado de manera sorprendente, unas para beneficio humano y otras bajo sospecha. Los contrastes entre la riqueza y la pobreza se ahondan injustamente hasta hacerse incomprensibles. La corrupción, sorprende con las manos en la masa hasta los hombres más probos. ¿Quién puede comprender todo esto? ¿O es mi mente limitada la que no puede comprender?

Hecha esa pregunta, me atrevo con otra: ¿Tal vez mi mente, entonces, posee más de tres dimensiones, y prisionera, constreñida a su desarrollo tridimensional, no tiene otra escapatoria que expresarse en todos mis emputecimientos, mis rebeldías, mis inadaptaciones, pero también mis utopías, esperanzas e ilusiones?

En estos días por ejemplo, la mente humana en gran parte del mundo ha sido invadida por una ilusión, una ilusión que se llama Barack Obama. Las grandes mayorías de este mundo, poco avisadas, hemos recibido el triunfo de Obama como si se tratara casi de un nuevo Mesías. O de un nuevo producto en el mercado.

El fenómeno de su triunfo resulta raro. Primero: porque Obama es negro, negro en los EEUU, país en el cual el racismo tiene una “negra” historia que no termina de ser superada. Y segundo: el triunfo de Obama es celebrado también en el mundo occidental y cristiano, mundo que a su vez inauguró el racismo en contra de los negros. Racismo que tampoco en este caso ha sido superado.

Y sin embargo, de pronto, en este mundo “enrarecido” y cristiano, las multitudes – además de los políticos siempre oportunistas – le hemos atribuido a este nuevo presidente de los EEUU casi una santidad; una cierta inocencia, y una vocación democrática indiscutible.

Es tanta la admiración, que muchos candidatos políticos en diversos países comienzan a poner a Obama como su referente.

De esta manera a mi juicio – “y de acuerdo a las observaciones” - el universo político mundial se ha “enrarecido”, obnubilando lo esencial de nuestras vidas.

Y entonces mi pobre mente desarrollada - ¿o subdesarrollada? - en un universo tridimensional, concluye en que los atributos que le hemos conferido a priori a Barack Obama se deben a nuestra tremenda necesidad de “creer”, a nuestra tremenda necesidad de ilusión y esperanza.

Ha sido tanto el mal uso y abuso de los medios masivos de comunicación; han sido tantos los engaños y promesas incumplidas de políticos y organismos valóricos de la sociedad, que hasta los cabros chicos hoy en día están desilusionados del mundo que estamos construyendo.

Y sin embargo, paradojas de la vida, precisamente a causa de nuestra desilusión y desencanto, estamos dispuestos a correr el riesgo de “reilusionarnos” una y otra vez: ora en un star de la música; mañana en el esotérico que nos promete la juventud eterna; o en aquel genio que nos ofrece hacernos millonarios en 15 días; o en un político de raza negra que alcanza la presidencia en los EEUU. Nos resulta tan insólito el triunfo de Obama, que nos parece un acto de magia. Así, este político de “última generación”, emerge como el predestinado. La ficción hollywoodense hecha realidad.

Todos - queriendo mantener viva nuestra capacidad de ilusión y esperanza -, nos olvidamos de la histórica política de Estado que ha mantenido no “una colección de individuos ni una colección de estados rojos y estados azules. (Sino) Somos, y siempre seremos, los Estados Unidos de América”, nos lo recordó el mismo Obama en su discurso del triunfo.

Hace ya más de un siglo que el mundo ha conocido, y en muchos casos sufrido, la presencia, intervención e invasiones de los Estados Unidos de América, más propiamente de “Norteamérica” (aunque esto último también es discutible).

El universo y el mundo siguen enrareciéndose, no hay duda, “de acuerdo a las observaciones”.

Y tal es la situación actual del imperio que dirigirá Obama a partir de fines de enero 2009, que no solamente se trata de las “aptitudes” que pueda tener este político de última generación, sino de las “actitudes” consecuentes de quienes le apoyaron para ganar la elección. Porque si como candidato necesitó el apoyo, obviamente como presidente necesitará un apoyo vigoroso de todos los que se han ilusionado en los EEUU con la promesa del “cambio”. Y el cambio que se requiere – tan necesario, sin duda - con carácter vigoroso, por muy ponderado que sea, e incluso aportando ciertos beneficios, siempre crea una excitación masiva que desarrolla una dinámica social imposible de prever. En los “Estados Unidos de América” de Barack Obama nos esperan seguramente sucesos imprevisibles a nivel nacional e internacional.

¿Será capaz Obama y su gobierno de echar a andar su economía (crisis financiera y económica) sobre nuevas bases, cuidando los problemas ambientales, y satisfaciendo a los grandes grupos económicos y/o armamentistas?

Luego, en política exterior, si recordamos solamente algunos de los asuntos que de verdad representarían un cambio, estaríamos hablando de:

Primero, lo más inmediato, lo que maneja cualquier ciudadano medianamente informado: es necesario llevar a efecto real el retiro de las tropas de Irak y de Afganistán. Renunciar a la doctrina de guerra preventiva de Bush, como así mismo la doctrina Carter que permitió la acción militar en su momento para controlar los pozos de petróleo del Medio-Oriente.

Un verdadero cambio de política exterior implicaría además cambiar radicalmente la dirección de la política exterior norteamericana, declarando que los EEUU son un país de paz que no intervendrá militarmente en otros países del mundo, y comenzará a desmantelar sus bases militares extendidas en más de cien países. Y entre otras medidas más, llegar a un acuerdo con Rusia en cuanto al desmantelamiento de los arsenales nucleares de acuerdo al tratado de no proliferación.

¿Y con China, qué podrá cambiar Obama y su gobierno?

¿Y la terrorista guerra de los EEUU en contra del terrorismo, será también cambiada?

¿Y con América Latina? Cuba y Venezuela, son dos espinas inmediatas. Aunque sin duda es necesario un cambio del diálogo norteamericano con todos los países del Río Bravo hacia el sur. ¿Y Guantánamo será efectivamente cerrado? ¿Cuál será el destino de los detenidos actualmente?

¿En definitiva, existe algún país en este mundo con el cual los EEUU no tendrían que efectuar un “cambio” en sus relaciones de diálogo?

Sin embargo la cultura insular de los “Estados Unidos de América” hace difícil imaginar que el norteamericano medio tome conciencia de la necesidad de un nuevo diálogo con el mundo.

Es posible que le preocupe más saber si su nuevo presidente será capaz de ofrecer un cambio a los problemas de empleo, entre los cuales hay que incluir más de 20 millones de inmigrantes clandestinos a quienes además hay que regularizarles su status legal.

¿Será capaz Barack Obama y su gobierno de reformar la salud permitiendo que más de 47 millones de norteamericanos tengan acceso a la seguridad en salud?

Ahora bien, yo confieso hidalgamente que soy parte del desencanto aludido más arriba, de manera que no deseo que me rompan la ilusión ni la esperanza, a pesar que hoy sé que se trata más bien de ilusión que de esperanza. Quiero seguir sintiendo a Obama como un político diferente, ajeno a todos los prototipos que habían llegado a la Casa Blanca, quizás desde Lincoln. Quiero seguir sintiendo que Obama pareciera tener las aptitudes para echarse encima la tremenda responsabilidad que significa gobernar un imperio en crisis, con relativa justicia. Aunque hacerlo peor que Bush es difícil.

Y quién sabe si en este “enrarecimiento” del universo político debido a la crisis del neoliberalismo, las grandes mayorías volvemos a atribuirle a nuestra capacidad de organización la llave real de la esperanza.

Ayer, no le fue fácil a Roma dirigir su Imperio. Tampoco le resultará fácil a los EEUU mantener su poder imperial hoy en día.

“La ilusión la esparce el aire…”

miércoles, 12 de noviembre de 2008

¡UNA PELÍCULA QUE HACE BIEN!





La Segunda, 11/11/08







“La gente nos agradece la película. Una chica nos escribió«me devolvieron las ganas de gozar, me di cuenta de que me había comido la máquina y de que la vida se puede disfrutar»”, señala Andrea Ugalde.





“Se siente que los caminos se cierran más que se abren, y este es un relato donde las cosas suceden de otra manera. Aquí las oportunidades se abren a partir de lo mejor de los seres humanos: la amistad, el cariño, el amor, la solidaridad. Cosas que no se compran”, dice Galaz.





“Nosotros salimos a las calles con Cristián, a entregar publicidad de la película, y cuando decíamos que era chilena, mucha gente decía «¡ah, no!». A mí me llegaron a tirar por la cabeza el volante. Había una súper mala onda”, relata Andrea.





“Es raro, hoy en día, que una película lleve más de cien mil espectadores, entonces cuando pasa se despierta el interés de los distribuidores, pero todavía estamos en cartelera y esperamos que la vea mucho más gente en Chile”.

jueves, 16 de octubre de 2008

EL PESO DE LOS TESTÍCULOS


de Roberto Matta

Nosotros, los ciudadanos comunes y corrientes, los consumidores, nosotros, “recursos humanos”, los que pagamos nuestros impuestos religiosamente, somos unos “pobres aves” (personas absolutamente vulnerables), un atado de huevones (huevones: en una de sus múltiples acepciones: “el peso de los testículos nos inhibe la capacidad de lucha”), víctimas de la descarada ambición de los grandes grupos económicos internacionales (cabrones frescos de raja). Está a la vista.




Nos asaltan periódicamente a mano armada, a cara descubierta y a plena luz del día, y a los asaltantes no les sale “ni por curao” (ni siquiera el cobro de una infracción por andar ebrio en la vía pública). ¡Eso es ser un delincuente verdaderamente profesional! ¡Eso es saber hacer bien las cosas! No hay duda.




¿Me puede decir usted, estimado lector (lector: huevón que pierde el tiempo leyendo estas líneas), usted que se cree tan ciudadano como yo, cuántos miles de dólares le ha puesto el gobierno o el Estado de su país para que usted arregle su propia crisis? ¡Pichula! (nombre infantil del pene), perdonando la expresión.




Usted y yo, seguiremos pagando los costes a través de nuestros dineros que el Estado (aparato digestitivo del Poder de los frescos car´e raja) recolecta de nosotros - los huevones - anualmente, y que ahora se los donan a los pobres grupos financieros - los frescos citados más arriba - para que sigan especulando. Seguiremos pagando la crisis además a través del Libre Mercado (Libre Mercado: Dios, que reemplaza a Dios): alza de precios, recorte de empleos, cesantía, etc.




Las Bolsas del mundo (primera acepción: guarida de forajidos) bajaron y subieron en una semana. Y lo seguirán haciendo a su antojo. ¿Alguien sabe quiénes fueron o serán beneficiados con la baja y el alza? ¿Quizás sea usted o yo (los huevones)?




¿O usted es de los que dice “pobres bancos, esos que quebraron”? ¡No, no creo que usted sea “tan de las chacras”! (¡tan, pero tan rehuevón!) Seguramente que no. Usted y yo sabemos que este tipo de crisis es la manera que tiene el capital de cambiar de manos, una especie de trasvasije periódico, que repito, lo pagamos los mat´e huevas.




Hoy justamente aquí en Canadá debo ir a cumplir con mi “deber cívico” (ilusión del ciudadano): tenemos elecciones federales: carnaval de ofertas verbales. Yo votaré por alguien a pesar de todo, pero sólo porque aún aquí en este país restan servicios sociales asegurados por el Estado, como la salud y la educación. En otros países, en donde se admite precisamente que la salud y la educación sean un pingüe negocio (sin aludir a Chile, por supuesto), ¡filo con los políticos!
(Últimas noticias indican que prácticamente el 50% de los canadienses no participaron en la elección. Escepticismo que recorre todas las “democracias occidentales”. Tal vez los huevones estemos en proceso de extinción, después de todo).




Por su parte, los vecinos del sur, EEUU, tienen sus elecciones en noviembre: fuegos artificiales. Con el aditamento del show – los norteamericanos son los reyes del show, hay que reconocerlo - de un candidato ex “matavietnamitas”, y un candidato negro que, en caso de triunfar, no tendrá otra opción que gobernar para los poderosos señores del dinero y de la guerra - los cabrones citados más arriba - que coincidentemente en ese país son blancos (aunque hilando fino, tampoco todos los negros en USA son inocentes palomas).




Y nadie se extrañaría si en un futuro indeterminado viéramos en la CNN un reality-show – no deseable evidentemente -, con asesinatos transmitidos desde el mismo lugar de los acontecimientos, o provocaciones sociales fuera de control, tipo América Latina. Dependerá de que nadie se confunda en quién tiene el Poder realmente en USA.




Ante tanta desvergüenza, quiero decir, ante el tipo de mundo que hemos ayudado a construir, a veces me entra el consuelo del huevón:




“Cerca de mil millones de habitantes – 1.000.000.000 - de los países en desarrollo (subdesarrollados se les llamaba antes) son víctimas del hambre, agravada ahora por las alzas de precio de alimentos esenciales, según un informe de la organización humanitaria británica, OXFAM”.




Menos mal que yo no estoy en esa millonada, me digo y - fresco car´e raja yo también -, sigo leyendo:




“Científicos encontraron que casi ningún área de los mares ha quedado prístina, y más del 40% de los océanos del mundo han sido afectados por la polución”. Y entonces como huevón me digo: Quiere decir que todos comeremos pescados podridos. ¡Esa es democracia, mierda!




Y como sigo leyendo asuntos relativos a la ecología, de puro huevón me entra la onda suicida: ¿Que la naturaleza ya no es capaz de reabsorber el gas carbónico que emite ella misma además del que produce la actividad humana? ¿Y que la biodiversidad por tanto se está yendo a la mierda, extinguiéndose diversas especies cada día, vegetales y animales? ¡Qué bien!, me digo. Así nos vamos todos a la mierda de una vez, ricos y pobres, incluidos los grupos financieros, ¡qué rico!




Ahora bien. Huevón seré, pero no tanto como para no darme cuenta que cuando el agua bebestible se agote en el mundo (es sólo el 2,5%), los vampiros financieros - los cabrones frescos car´e raja citados más arriba - se acordarán que nuestro cuerpo tiene un 70% de agua, y en vez de seguir chupándonos la sangre querrán chuparnos el agua.




Llegado a este punto me invade el colmo de mi huevonería y me pongo a reír. Sí, me río a mandíbula batiente de los cabrones citados más arriba. ¿Sabe por qué? Porque debido a la ambición de lucro de los frescos car´e raja mencionados, el agua que contengo se me ha convertido en mierda.




“Riiidiiii, Pagliaccio…”



¿Y por qué - me pregunto en un golpe de lucidez huevona - dejo que los cabrones me pasen por la cola del pavo? (¡por el culo del pavo, pa que nos entendamos!) Porque me metí en la danza del consumismo, me contesto. Y lo mucho o poco que consumo, no quiero perderlo.



Y justamente el 2009 ha sido declarado el AÑO DEL CONSUMISMO.



Según los más reconocidos expertos en economía, marketing y tendencias del consumidor, el 2009 será el año del... C O N S U M I S M O. Los expertos dicen que:



Usted tendrá que quedarse: consu-mismo coche; consu-mismo sueldo; consu-mismo techo; consu-mismo vestuario; consu-mismo par de zapatos; y ojalá…, consu-mismo trabajo...



¿Y eso nos pasará por…?... ¡huevones!



Termino de desayunar mis huevos revueltos, y como huevón, me digo: no hay que tomarse la vida tan en serio, total, de ella no saldremos vivos.