Según las ciencias “la oscuridad no existe, es solo ausencia de luz”. Mecachis la mar, como decía un querido amigo. ¿Que no existe? Mi amigo Vitelio nunca lo aceptó. Apagaba las luces del salón, permaneciendo largo rato a oscuras. Sin embargo, estando así, no podía ver claramente la oscuridad, de manera que encendía la luces bruscamente con la idea de sorprender a la oscuridad... Según me contó su prima, Vitelio, murió hace ya muchos años, en el Psiquiátrico de Santiago de Chile.
Sin embargo, Diógenes, el filósofo griego, no buscaba la oscuridad con su linterna, sino “al Hombre”. Y nadie lo trato de loco, quizás de extravagante. Su anécdota con Alejandro Magno es ejemplar: “En qué te puedo ayudar”, le dijo Alejandro Magno. Diógenes, más pobre que las ratas, le contestó: “Córrete un poquito p’allá, que me estás tapando el sol”.
Personalmente, participo de la idea de aquellos que piensan que el colectivo humano, en tanto colectivo, tiene una tremenda ausencia de luz. El afán de poder, la codicia, y otros tantos caramelos, nos han hecho vivir en la oscuridad de las guerras, en el afán constante de ver al “otro”, como potencial enemigo. En la actualidad yo soy habitante del “Occidente”, pertenezco a la luz. Quienes habitan en Eurasia y sus alrededores, son el “otro”, la oscuridad.
Hace un par de días vi un documental sobre una secta religiosa llamada Davidianos, que se instaló en Waco, Texas (1993). La dirigía un muchacho, David Koresh, quien se autodenominó “el Mesías en su segunda venida a la tierra”. Y contó con algo de 80 personas que le creyeron, rindiéndole incondicional culto. La secta terminó en la oscuridad total, enfrentados al FBI norteamericano, muriendo quemados 43 adultos y 21 niños.
Una oscuridad similar, se cierne sobre un significativo número de norteamericanos que están rindiendo culto a un expresidente, un hombre empapado de egolatría clínica, que a toda costa intenta llevar al país a la más extrema oscuridad cultural y a la violencia sin límites.
De manera que aquí estoy: no sé si encender la luz o quedarme a oscuras.