Desde mi despacho miro la nieve sabiendo que no desaparecerá sino hasta fines de marzo... Y a propósito de escopeta, acude a mi memoria Giordano Bruno. ¿Por qué Giordano? Nada, ni asociación ni narices. ¡Giordano...! En los años de la Dictadura en mi país (1973), gracias a la solidaridad de una compañera italiana, durante 6 meses viví tras las espaldas de Giordano Bruno en Roma, a 300 metros. Qué suerte, dirá alguno. Sí, si la Dictadura en Chile no hubiera estado lanzando al mar torturados aún agonizantes, habría sido un placer estar en Roma.
En Piazza di Campo de Fiori, levantaron una estatua de Giordano en el mismo lugar donde lo quemaron en 1600. ¿Delito?: “El Universo no tiene frontera alguna, el número de mundos en él es infinito”. Y otra: “La materia es madre y alumbradora de todas las cosas, y capaz de producir infinitamente nuevas y nuevas formas”. ¡Zuácate, a la hoguera!: “Con la Iglesia topamos, Sancho”. Inquisidores nunca faltan. A Giordano le tocó la mala. Porque actualmente, con la moda de la “post verdad”, lo que afirmaba Giordano, tiene una “realidad alternativa”, en la cual vale más la mentira que la verdad. Y precisamente, entre mis vecinos norteamericanos, esa realidad alternativa se desarrolla hoy, sin contrapeso, creando los futuros inquisidores, en medio de complots y charlatanerías...