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Quien piense que lo que pasó en EEUU el 6 de enero del año pasado, no nos concierne como ciudadanos, simplemente, sin querer, recuerda lo que se le atribuye al avestruz. Por el contrario, debemos “parar la oreja”, la onda expansiva no respeta fronteras.
A mi juicio, lo que sucedió y continúa sucediendo allí, no es el caso de la “idolatría de un idiota ególatra”, sino es la emergencia de una actitud política de la ultraderecha, que ha decidido imponer una realidad conveniente a sus exclusivos intereses. Al parecer, las vallas que impone la democracia norteamericana, su Constitución, etc., son dificultades para el tránsito y tráfico de los capitales.
Si Biden, fue elegido presidente debido a un fraude electoral - el 78% de los Republicanos lo creen, sin haber jamás mostrado prueba alguna -, las elecciones, según ellos, han dejado de ser un método válido, excepto si el ganador es Donald Trump, cuyo método es la mentira.
La verdadera maravilla, consiste en que este especulador inmobiliario, republicano advenedizo, no necesita elecciones para triunfar, porque él es “el Elegido”, síntoma inequívoco de fascismo.
El pueblo norteamericano está ante una encrucijada histórica.
¿Encrucijada semejante, no podría repetirse en vuestro país? Et pas au Québec?