viernes, 13 de junio de 2008

CONSUMISMO:REY DE LA CREACIÓN Y DEL ABISMO







La rima del título me salió en homenaje inconsciente a mi maestro Merardo.


Pero es que mire usted, ¡quién lo iba a decir! Me he dado cuenta que el futuro no pertenecía por entero ni al Capitalismo ni al Socialismo ni al Comunismo. ¡Señores, el futuro pertenece por entero al Consumismo! La consigna está lista, no hay que devanarse los sesos: “¡Consumidores del Mundo Uníos!”

Consume el rico, consume el pobre, consume el grande y consume el chico. Ya puede ser usted negro; blanco o amarillo; musulmán; judío; protestante o católico; budista o zoroastrista…, en fin, hable usted en chino o en arameo igual tiene que entrar en el mercadeo. Aquí sí que se esfuman las izquierdas y derechas. ¿En tanto consumidor, qué importancia puede tener su opción política?Y frente al consumismo no vale aquello de “guagua (bebé) que no llora no mama”. ¡Ah, no señor!

Todos lo sabemos, nos podemos rajar llorando, pero si no tenemos la capacidad para comprar o al menos para robar con el fin de comer o dar de comer a la familia, si no tiene condiciones para pagar el agua potable por ejemplo, ¡se muere nomás, pues! ¡Se muere!, y “San Seacabó”! (qué santo más raro éste, ¿verdad?)862.000.000 - sí, millones, mi amiga o amigo - de no Consumidores, se mueren de hambre en la actualidad, según fuentes de la FAO.¡Y qué!
¿Pertenecemos nosotros a ese sub-mundo, a esa sub-vida? Entonces, tranquilo el perro, dicen en mi país, queriendo decir “no es mi responsabilidad” o “estando yo caliente, ríase la gente”.Así es que descontando los 862.000.000 (millones otra vez) de hambrientos, quedamos, en grueso, cinco mil millones ochocientos dos mil trescientos veinte consumidores. Consumiendo unos más que otros, obviamente. Pero qué quiere, el Paraíso lo jodimos hace tiempo, estimados lectores (as).

Los cuadernos de Merardo lo refieren claramente:
“OFRECER EL PARAÍSO/ EN EL MUNDO, EN ESTE GLOBO,/ ES QUERER HACER DE UN LOBO/ UN CONEJO ASUSTADIZO./ ES POR ESO, OTROS MÁS LISTOS,/ PUSIERON TIERRA POR MEDIO/: SI AQUÍ NO ENCUENTRA REMEDIO/ EL HAMBRE, QUE NOS ESPANTA,/ LA MUERTE ES UNA ESPERANZA/ DE ARREGLARNOS EN EL CIELO”.
Así es que gritemos fuerte, los cinco mil millones: “¡Consumidores del Mundo, Uníos!” Claro, usted se preguntará, pero para qué darse el trabajo tan difícil de unirse si ya estamos consumiendo. De acuerdo, felizmente somos Consumidores, aunque estemos entre los últimos veinte. ¿Pero a qué precio?Porque primero hablemos del precio, en el sentido más directo, el precio de los productos de consumo: alimentos, energía, salud, educación, derecho a la diversión o a la distracción, etc. ¿Estamos pagando lo justo o nos están viendo las “que te jedi”? (chilenismo que se refiere a las partes pudendas - masculinas habitualmente -, aunque los ovarios también son necesarios para aguantar los abusos especulativos, ¿verdad, mi querida amiga?).Pero en fin, no nos ofusquemos, guardemos la calma.

Tal vez si lo pensamos con la cabeza fría, los Consumidores somos lo que antes se denominó “los ciudadanos”. Y desde ahí fue bajando la escala social dependiendo de nuestra capacidad de consumo: “el pueblo”; “las masas”; “las grandes mayorías”; “los proletarios”; “los pobres del campo y la ciudad”; “los desposeídos”, etc., etc.Es cierto que antes de bajarnos del árbol ya estábamos consumiendo, las cosas como son. Porque la verdad, para sobrevivir, desde siempre en este mundo los seres vivos, vegetales y animales, nos estamos consumiendo los unos a los otros. Consumíos los unos a los otros. Esta acción la ejecutaron tempranamente los “avivaos” de este mundo, por eso no dudaron en crucificar a quien les quiso cambiar el juego proponiendo aquello de “amaos los unos a los otros”.Los humildes - no solamente de condición social, sino también de espíritu – aceptaron su condición de víctimas consolándose con la idea que al final, allá en la fosa, todo sería equitativo:
“LA HUMILDAD VIVE MALTRECHA,/ EN UN PERMANENTE ACOSO,/ COMO SI FUERA UN DESPOJO,/ TRATADA COMO MALEZA./ ES UN GUERRA MUY VIEJA/ DEL HOMBRE, QUE NO QUISIERA/ ACEPTAR LA VERDADERA/ TAREA PARA ESTE MUNDO/ Y ES LA DE SERVIR DE INMUNDO/ ALIMENTO DE BACTERIAS.”
Quizás los cuadernos de Merardo tengan razón o no, pero lo que es claro, es que antes que nos coman las bacterias, nuestro instinto de sobre vivencia nos impulsa a sacarnos la cresta o a sacarle la cresta a otro (s) para satisfacer nuestra necesidad o placer de consumir.Pero fíjese cómo es la cosa. Cada día sale un nuevo producto al mercado para nuestro consumo. Desde la “huevadita” eléctrica para cortarnos las uñas, pasando por el condón con diferentes perfumes y sabores; pasando por las lechugas que ya no tienen gusto a lechuga, hasta la central termonuclear, última generación.Y claro, todo tiene su precio. Hasta ayer el precio se suponía resultado de la oferta y la demanda.

Hoy la especulación de los precios se ha hecho ley global, y entre más global más misteriosa. Si usted es un consumidor de automóvil (una de las principales pestes presentes y futuras de la humanidad), ya no puede planificar su presupuesto con una proyección de quinces días: la gasolina (bencina) cambia su precio hasta tres veces al día.Pero en fin, en cuanto al precio del petróleo, cuando menos, sabemos que estamos financiando las guerras del señor Bush y compañía, además de la debacle de su economía interna. OK, eso lo tenemos claro. Aunque no signifique ningún alivio para quienes producen dependiendo del petróleo - industria, transporte -, ni para nosotros los Consumidores. En varios lugares del globo las protestas de pescadores y transportistas en contra de los precios especulativos del petróleo han tomado el carácter de casi motines. Pero en general los medios de comunicación no destacan la noticia, más bien se dedican a pronosticarnos que aún pagaremos precios más altos. ¿Y nosotros qué? ¿Estamos esperando que nos resuelva el problema el gobierno o el político de turno?Es tanto el abuso de los grandes grupos económicos que los consumidores más rascas - nosotros, los de bajos ingresos – no tenemos claro cuál es el sentido último de los dueños de este mundo global, haciéndonos vivir con los huevos – u ovarios - en el lugar que antes ocupaban las amígdalas. ¿Hasta dónde podrán estirar la cuerda de su especulación? ¿Usted se acuerda del “efecto mariposa”? Suben las papas (¡las patatas, coño!), y sube el precio del biberón de su bebé (la guagua) (¡no, no el bus, chico, quiero decir el baby).Las 24 horas del día nos están incitando a consumir lo necesario y sobre todo lo innecesario.

Estamos completamente domesticados para consumir y consumir. ¡Pobres de nosotros! Ignoramos que estamos labrando nuestro propio abismo. Y entre más nos inyectan el “virus del consumismo”, las misteriosas leyes del libre mercado (sinverguenzura se llamaba en mis tiempos), más especulan con los precios. Pero ya no les basta especular con los precios, ahora también especulan con la “calidad del producto”.Estoy suscrito aquí en el Québec a una revista, “Protégez-Vous” (la puede encontrar en Internet. Desgraciadamente por el momento sólo está en versión francesa).

A veces, como consumidor, me arrepiento de estar suscrito a la revista. Es tal el volumen de denuncias que se publican en la revista (resultado de acuciosas y especializadas investigaciones) respecto de la especulación en los precios y del peligro que muchos productos manipulables o de ingestión revisten para nuestra salud y el medio ambiente, que sin duda, concluyo en que nosotros los Consumidores no somos más que un gran rebaño de ovejas que caminamos estúpidamente hacia el abismo. ¿Es consuelo pensar que caerán también por el barranco las manadas de lobos que nos pastorean?Barranco anunciado y explicado por infinidad de científicos.

La ecuación es muy simple: a mayor consumo, mayor tecnología y mayor producción, igual, mayor destrucción del medio ambiente. Igual, mayor producción de tecnología para impedir el deterioro del medio ambiente, igual, mayor consumo de tecnología, igual mayor deterioro del medio ambiente. Resultado: recalentamiento global. ¿Consecuencias? Dramáticas: calores incendiarios, sequías, inundaciones, huracanes, tornados y tempestades. Y ese es el gran precio en el cual todos somos productores y consumidores.

El aumento acelerado de la temperatura se debe mayoritariamente a la emisión del gas carbónico producido por la “industria humana”.Los juguetes de bebés y de niños; los alimentos, naturales y sintetizados, incluidos los famosos bioorgánicos; los fertilizantes para el jardín, y en fin, un interminable etc., casi todos los productos que usted consume, sea para ingerirlos o para manipularlos, se “saltan a la torera” (¡olé, tus cojones!) la reglamentación sanitaria. Ya no sabemos si consumimos alimentos o venenos. Hasta nuestras heces fecales expelen hoy más gas carbónico de lo que los océanos y nuestros bosques son capaces de absorber.Y entonces, vuelvo a la consigna del comienzo: “¡Consumidores del Mundo Uníos!” Yo sé que existen organismos de Defensa del Consumidor en casi todos los países que se consideran adelantados. Pero hay algo en sus métodos que no responde con la urgencia y eficiencia requeridas, sobre todo ante la agresiva producción, comercialización y promoción de los productos. Es evidente sin embargo que los

Consumidores tenemos la sartén por el mango, pero no nos atrevemos a ejercer ese poder.¿Qué tal si como consumidores exigiéramos a nuestro organismo de la Defensa del Consumidor – oficial - en nuestro país o región, que a manera de denuncia y de resistencia, nos envíe un mensaje por Internet - ya que tenemos acceso a la red -, proponiéndonos que en tal fecha y entre tales horas evitemos comprar tal o cual producto que se estima especialmente especulativo en precio y/o calidad? ¿Estaría usted dispuesto a ese pequeño esfuerzo? Puede ser que en la fecha indicada dicho producto a usted le resulte imprescindible. Bien, ese día no participa. ¿Sin embargo, alcanza a percibir usted la presión que una acción como la mencionada podría ejercer ante el Dios Mercado?Ya sé que se han hecho acciones similares con resultados más o menos auspiciosos.

Como quiera que sea, hay que insistir.Como siempre, defendámonos nosotros mismos, los Consumidores, los que ayer fuimos ciudadanos, pueblo, mayorías, etc. Porque le aseguro que nadie vendrá en nuestra ayuda si no nos movilizamos. No necesitamos pertenecer ni a partidos políticos, a sindicatos y ni siquiera a organismos vecinales para esta tarea. Ni siquiera tenemos que salir a la calle. ¡Más cómodo cuándo! Una guerrilla silenciosa, sin balas, sin monte y sin barbas. Solamente necesitamos que los organismos de Defensa del Consumidor se den cuenta que pueden evitar motines, insurrecciones y muertes, si ellos mismos toman el toro por las astas (¡olé, tus cojones!, otra vez).Si la Defensa del Consumidor no quiere terminar siendo un organismo absolutamente inútil, sustituible (por los consumidores, obviamente, con acciones directas), podría ayudarnos a “crear” un mundo mejor. Podría ayudarnos a salvar a los 862.000.000 de hambrientos, y de paso nos salvaríamos todos nosotros del abismo.Por un consumo racional y equitativo:¡Consumidores del Mundo Uníos! ¡Como nosotros no hay! All right!__________________________________________________________________


12/06/08
de Nelson Villagra

jueves, 12 de junio de 2008

Versículo 21, la historia del maestro Merardo


Waiting for Godot






Ordenando por enésima vez diversos papeles –a pesar del computador, el papel sigue ocupando un papel importante en nuestras vidas-, me encontré con un cuadernillo que me regaló el maestro Merardo, en Chile. Con el maestro Merardo (nombre que encubre el verdadero por circunstancias que ustedes se explicarán más abajo) nos conocimos en Chillán, muchachos ambos tratando de dejar la piel de la pubertad, aunque él tenía 6 años más que yo.





Pero por eso mismo Merardo fue en esa época mi “maestro” en varias cosas de “la vida de muchachos”. Merardo siempre estuvo ligado a la construcción como maestro albañil, herencia profesional de su padre. Y como siempre supuse, a la vuelta del tiempo el maestro Merardo fue capaz de construir casas sin ingeniero ni arquitecto.
Me volví a encontrar con él en el año 2000 inesperadamente en un Centro de Alcohólicos Anónimos en Santiago, centro al cual acudí yo haciendo una investigación artística para interpretar dos personajes, uno para el teatro y otro para la TV. Habían pasado 45 años de nuestra separación. Y ahí estaba uno de mis amigos de infancia y pubertad, bastante canoso, de mechas tiesas, rostro anguloso, un poco rechoncho pero fuerte.





El maestro Merardo se había trasformado en un especialista de la Biblia, libro en el cual aprendió a leer junto a los hermanos del templo, intentando superar el maldito vicio que lo atacó temprano.
Pero pese a sus honestos esfuerzos el demonio venía una y otra vez a reírse de él, ahogándolo en el fondo de la “caña”. -“Hermano –me dijo esa noche del primer encuentro, bebiendo una gaseosa-, llegué a beber con la biblia en la mano”. Y agregó, mostrándome el libro: “Siempre lo llevo conmigo, porque Él nunca me abandonó. Yo fui el ingrato”. La investigación artística que me permitió este reencuentro con mi amigo, había comenzado en el Siquiátrico de Santiago, en donde me dieron tantas facilidades que hasta pude asistir a algunas terapias colectivas de personas que sufrían la adicción alcohólica.



Las terapias de grupo entre los pacientes, más sus respectivos familiares (algunos parientes se negaban a asistir) fueron para mí experiencias muy impactantes. De manera que cuando posteriormente fui a las reuniones de Alcohólicos Anónimos y reconocí allí a Merardo, el corazón me dio un vuelco, como se dice. Tenía actualizada la gravedad social que constituía el alcoholismo en Chile, adicción mucho más amplia y profunda que el resto de ellas.



Sin embargo en el año 2000 Merardo llevaba ya 4 años de abstinencia, corroborándole a sus compañeros alcohólicos anónimos al terminar el día: “Hoy no he bebido”. En fin, 45 años no se conversan en un par de horas. Entre el año 2000 y el 2003 nos vimos tres o cuatro veces fuera de las reuniones del Centro. Una vez lo tuvimos a cenar en casa. Solo, porque Merardo era viudo, y su hija junto con los dos nietos adolescentes, habían perdido la fe en él, abandonándolo a su suerte. -“¡Quítame el don, pus huevón, cómo se te ocurre!”, tuve que llamarle la atención en mi casa.





En aquella cena fue cuando yo volví a constatar y mi mujer descubrió, que Merardo, además de ser una maravillosa persona, tenía tres méritos evidentes: llevaba cuatro años sin beber una gota; escribía versos en décimas sin autodesignarse poeta popular; y podía repetir de memoria cualquier versículo de la Biblia. Esto último era asombroso. -“Tome usted, mi dama”, le dijo a mi mujer pasándole el libro. “Pregunte”. Mi mujer, que es entendida en la materia, luego de buscar una determinada página al azar, eligió: -“A ver, don Merardo – le dijo-, del Apocalipsis, “La sexta trompeta” versículo 21. -“Y no se arrepintieron de sus asesinatos ni de sus hechicerías ni de sus fornicaciones ni de sus rapiñas”.
Merardo lo había recitado mirando al techo sin un instante de duda. Pero yo dudé –soy hombre de poca fe- porque aunque Merardo tenía casi los 70 años, yo no podía olvidar que él había sido mi maestro, enseñándome cómo declararse a una muchacha para invitarla a fornicar. Le pedí entonces la Biblia a mi mujer y le tiré también al azar dos o tres versículos de diferentes libros, y efectivamente mi “maestro Merardo”, los recitó con absoluta seguridad.



La Biblia, todos sabemos da para mucho, digo, para reflexionar, para conversar (es sustento de la fe, para muchos), y esa noche fue el tema central de nuestro reencuentro, salpicado con tanta vida que contar, vida que con vivo interés quisimos que nos contara Merardo, mi maestro Merardo. Estrujando, luego estirando un pañuelo y doblándolo cuidadosamente, pero volviéndolo a estrujar, mi maestro sentimental secó sus lágrimas varias veces y limpió el cristal de sus anteojos ópticos. Muchacho despierto, antes de los 30 años predicó en las calles, “subió hasta la alta cumbre de la mano de Jehová”. Pasaban las semanas, a veces los meses sin beber ni una gota, y hasta sus padres se alegraban a pesar que no eran de la misma fe. -“Pero el vicio es como un animalito, hermanos, que te come por dentro, la fe, la voluntad. Te punza el estómago... Fui débil, tantas veces que fui débil”. Sin embargo los hermanos del templo lo recogieron una y otra vez, lo recogieron literalmente.



Pero similar a varios de los casos escuchados en el Siquiátrico, Merardo fue perdiendo todo: padres, mujer, hija, nietos, su dignidad. -“A tumbos, como los borrachos, así a tumbos anduve en la vida. Hoy predicando, mañana quién sabe… Hoy trabajando, mañana despedido… Los hermanos, con sus mejores intenciones no pudieron compensarme lo que arrastraba de cabro: nunca me sentí querido por mis padres. Qué tontera, ¿verdad?” Y alabado sea Dios, Merardo no estuvo detenido, no fue torturado, no tuvo que salir al exilio, aunque también tuvo la ilusión de cambiar el mundo.



Cuando recuerdo su vida contada aquella noche, cuando pienso en él –más de lo conveniente tal vez-, y lo recuerdo metido en una “mejora” que nunca pudo convertir en casa ni menos en hogar; maestro jubilado (¿?), que como tantos otros probablemente salió en el fondo del cuadro en el reportaje de televisión a propósito de algún temporal. Cuando lo recuerdo así, me dan ganas de recitar los versos de Nicanor Parra: “Tengo unas ganas locas de gritar/ viva la Cordillera de los Andes/ Muera la Cordillera de la Costa/ La razón ni siquiera la sospecho”. Con el cuadernillo de las décimas del maestro Merardo en las manos me arrepiento de no haber conservado el manuscrito original, escrito de su puño y letra: “Son cosas todas sabidas/ éstas que digo en versos,/ a nadie engaño con eso,/ de verdad, son conocidas./ Pero no por ser sufridas/ se borran de la memoria,/ persiguen como una escoria/ al pobre o intelectual,/ incluso al propio industrial,/ pues todos hacen la Historia”. ________________________________________________________





Tolstoi y su vecino




de Gustav Doré



Se cuenta que el célebre escritor ruso León Tolstoi tenía un vecino en su casa de campo que no acertaba comprender las respuestas del escritor. El vecino con su azadón al hombro pasaba por frente a la casa de Tolstoi y lo veía trabajando en su huerto, entonces lo saludaba:-Buenos días, don León. Trabajando ¿eh?-No, no, descansando, Ilych Petroiev, respondía el escritor.Otro día, Ilych Petroiev, pasaba por frente a la casa de Tolstoi, y éste estaba sentado en el portal mirando al vacío. Entonces lo saludaba:-Ah, don León…, ahora descansando ¿no?-De ningún modo Ilich Petroiev…, trabajando.

Mucha gente piensa que los artistas “lo pasan bomba porque no trabajan”. En una gira de teatro en la provincia, antes que llegara la televisión a Chile, un señor que tenía de huésped al actor que había trabajado en el teatro aquella noche, le preguntó:-¿Y usted en qué trabaja?-Soy actor, trabajo en teatro.-No, quiero decir - insistió el dueño de casa -, en qué se gana la vida, en qué trabaja.

Y sobre el valor crematístico del trabajo del artista, además del valor estético, también hay confusión. En 1831 en París el muy famoso violinista Paganini una tarde arrendó un coche para que lo llevara a la sala en donde daría un concierto. Al llegar le preguntó al cochero: -¿Cuánto le debo? -Veinte francos.Como a Paganini le pareciera exagerado el cobro, le dijo:-¿Tan caros son los coches en París?-Mi querido señor, dijo el cochero que le había reconocido, cuando se ganan 4.000 francos en una noche por tocar en una sola cuerda, se pueden pagar 20 francos por una carrera.Paganini bajó del coche y consultó con el portero de la sala el precio justo. Entonces regresó donde el cochero:-He aquí sus 2 francos, que es lo que le debo, le dijo; los otros 18 se los daré cuando usted sepa conducir el coche con una sola rueda.Así es que volviendo a Tolstoi, el trabajo creativo efectivamente necesita ociosidad.

Y aunque la imaginación creativa surge o salta a veces de manera imprevista, en medio de algún quehacer, digamos por asociación, su hábitat regular es la ociosidad… llena de trabajo. Aparentemente aquel artista o intelectual “que no está haciendo nada”, está trabajando.Sin embargo el placer o goce que nos provoca una obra artística no nos obliga a hacernos cargo del tiempo que el creador empleó en ella ni de las circunstancias en que fue creada. En estricto rigor eso no tendría ningún valor estético. Sin embargo es corriente que atendiendo a las leyes del mercado, muchas campañas publicitarias hagan hincapié no solamente en lo mencionado, sino que intentan meterle “valor agregado” a determinada obra artística contándonos el mayor número de detalles del proceso creador o traficando con la intimidad del artista.

Desde hace ya tiempo – pero actualmente de manera exacerbada - tales campañas inflan el globo de tal manera que cuando llegamos a ser espectadores, auditores o lectores de esa supuesta obra de arte, ésta no es tal, sino sólo un algodón almibarado de feria.Tal vez esa fue una de las maneras de comenzar a alejarse justamente del arte, y un anticipo de la banalidad que el “mercado” ha impuesto a la mercancía humana. Señalo el mercado, porque de vez en cuando leemos a algún “teórico” que pretende desmentir dicha afirmación argumentando que la banalidad – más bien la estulticia – es algo orgánico a nosotros, una necesidad histórica del “consumidor” - o de las audiencias, espectadores, lectores, masas -, definiciones todas para designarnos como víctimas de la estupidez.
Así, nuestro amigo Tolstoi es hoy para “las masas” simplemente un viejo latero, tanto como


Cervantes con “su loco de La Mancha”, además de todos los creadores - no sólo escritores obviamente - de antes y después de los nombrados.Lateros, hasta que alguno de los teóricos de la farándula descubre que después de todo, esos artistas o intelectuales tienen un mundo íntimo que bien se podría traficar, de la misma manera que se trafica con la intimidad de quienes viven de ello. “Su obra es una lata, pues oye, pero la verruga que tenía no sé dónde…, ah, salvaje, te diré”. “Joder, que el tío ese tiene una historia que vale un par de cojones…” “Eso es lo que pide la gente”, la verruga del artista o intelectual, nos dicen. Pero en realidad la teoría de fondo, la complicidad implícita de estos opinólogos y opinólogas faranduleros, consiste en convertir todo en mercancía transable, lo mismo Bach que fulanito que la tiene con un lunar en el glande: “Hoy resulta que es lo mismo/ ser derecho que traidor/ Ignorante, sabio o chorro,…” etc.
En España, la maestría de la estulticia vehiculada por los medios escritos y audiovisuales creo que hasta el momento se lleva los laureles. Así es que quien viva en los países de habla hispana, en los cuales pareciera que lo más importante es conocer la intimidad de la rubia, moreno, amarillo, negro o gris – sobre todo grises, porque esos personajes no tienen otra cosa que mostrar que sus grisáceos coqueteos, adicciones o ladroneos -, en la “madre Patria” nos superan de lejos.

Pero el intento de distraernos con las tetas de fulana o con la fuga de zutano, o con las frivolidades o corrupciones del César de turno, en fin, es un método tan antiguo que ya lo utilizaba el prehistórico cazador que llevaba a su víctima al barranco.No obstante los teóricos de la idiotez, que en realidad son unos pícaros y pícaras de los cuales habría dado buena cuenta Quevedo, intentando justificar su manera de ganarse la vida – aún les quedan restos de conciencia crítica – nos quieren hacer creer que debemos someternos al “libre” discernimiento y exigencia de las tan socorridas masas.
Sin embargo no se necesita ser teórico para percibir que la farándula y la subcultura de la banalidad son un magnífico diluyente de la conciencia crítica de todos nosotros, dilución que permite convertirnos en consumidores domesticados por la publicidad o el lobby - al final es lo mismo -, comprando en el mercado lo más “top”, sea mercancía o persona, ya es difícil diferenciarlos. Si descubre a quién le conviene todo esto, se gana el millón. En fin, dime lo que consumes y te diré quién eres.

Y si la banalidad quedara restringida a los personajillos de la farándula – artistas [se supone], condes, y sobre todo sin oficio conocido - o de las revistas corazón, bastaría con decir “cada uno con su gusto, como decía la vieja…” Pero hay que reconocer que la banalidad y el festineo permea nuestras sociedades transversalmente: empresarios, políticos, jueces, militares, personeros de las iglesias, etc., en general también se divierten de lo lindo como en las obras de Plauto.


De manera que postular hoy la preservación y defensa de los valores estéticos – lo ético ya es la utopía total -, intentando destacar lo importante que ha sido y es el arte en nuestro desarrollo humano; intentar resistir para que no nos pasen gato por liebre, significa correr el riesgo que los teóricos de la farándula nos califiquen de vejetes, elitistas o desubicados.

El arte en su esencia siempre resultó desvirtuado cuando se le ha querido manipular –aunque haya sido para causas laudables -, o confundir con educación cívica o material pedagógico. Y peores resultados se registran hoy, aquí y allá, cuando se le quiere rebajar y confundir con los malabarismos y extravagancias de los ególatras de moda.Desvirtuado su valor estético, arte y artistas abundan muchísimo actualmente. Pero siguen siendo muy pocos aquellos que nos hacen sentir una emoción inexplicable e intransferible. Por ello confío que como en otras épocas de nuestra historia humana cuando la idiotez o la dispersión parecía que se quedaban para siempre, mi vecino Tolstoi continúe ocioso, trabajando sentado en el portal de su dasha.______________________________________________________________

Requiem para un Oso de Oro



Nelson Villagra en,  El Chacal de Nahueltoro





Cuando usted lea estas líneas probablemente el Festival Internacional de Cine de Cannes habrá finalizado o casi casi, y seguramente se habrán otorgado las “Palmas de Oro”. Los Festivales de Cine, incluido el Oscar lógicamente – aunque éste no tiene precisamente ese carácter -, se pueden definir como ferias del cine y como eventos para “exhibicionistas”. Se exhiben películas naturalmente con su riqueza o pobreza artística, pero hoy sobre todo en los festivales se venden y se compran películas, además de exacerbar el afán de exhibicionismo.

Quienes no pueden hacer esto último con sus films se las arreglan de cien maneras para lograrlo. Los especialistas llaman a ese fenómeno lobby, promoción, publicidad, propaganda, pero todos esos nombres se refieren en última instancia a exhibir algo. Si algún día me dejara contagiar con la onda farandulera tendría temas, propios y ajenos. Por otra parte, armar un Festival Internacional de Cine es sumamente complejo y caro. Y luego, que dicho Festival logre despertar el interés de la industria del cine, distribuidores internacionales, productores, creadores, “exhibicionistas” y turistas, no es tarea fácil.

Para no latear, según mi experiencia, en un buen festival de cine puede pasar de todo, en pantalla y fuera de ella. Por ejemplo, al primer festival que asistí fue al Festival Internacional de Cine de Berlín [occidental en esa época, febrero o mayo 1970, no estoy seguro del mes]. Fuimos con la película chilena “El Chacal de Nahueltoro”. Allí fue su estreno mundial. Y en ese festival nos esperaba un acontecimiento fuera de pantalla.Realmente la exhibición del film constituyó un éxito. ¡Una película en blanco y negro que se había realizado “cámara en mano”, con el equipo de rodaje comiendo sándwiches de sardina durante 2 meses, recibía un aplauso y gritos de hurras durante más de 20 minutos ante un público internacional que había estado pifiando las películas en los días precedentes! Nunca me he sentido – ni a mis compañeros chilenos - tan provinciano como aquella vez. No sabíamos qué hacer en el escenario, no teníamos idea de cómo “exhibirnos”. Simplemente sonreíamos, sorprendidos, un poco idiotas, haciendo venias una y otra vez, intentando retirarnos, y el público obligándonos a volver al escenario.Periodistas y diversos asistentes al festival nos aseguraban - en sus opiniones - el “Oso de Oro” [premio máximo de dicho festival].

¿Y entonces por qué no obtuvimos ningún premio aquel año de 1970? Le cuento. En medio del festival un día se corre la voz que todas las delegaciones de los diferentes países debíamos reunirnos en asamblea esa noche luego de la exhibición de la película correspondiente. Es necesario explicar que en los festivales existen dos Jurados, uno de “preselección” – previo al Festival -, con atribuciones políticas, en el sentido que ese Jurado debe velar porque los films que califica para la competencia cumplan con el espíritu de hermandad y buen entendimiento entre los pueblos, sus valores morales, por ejemplo.

De manera que podríamos decir que este es un Jurado con derecho a censura.Luego, existe el Jurado Artístico que actúa durante el Festival, y que como su nombre lo indica está destinado a calificar artísticamente los films que ya están seleccionados para la competencia. De manera que a este Jurado Artístico de Berlín en 1970 no le correspondía entrar en juicios de carácter político u otros. Y ese era el punto – único -, que motivaba el llamado para una asamblea especial, fuera de lo corriente. Sucedió, según recuerdo, que una película alemana – exhibida ya en el curso del Festival - contaba la historia de dos soldados norteamericanos [todavía en Alemania había contingentes de tropas aliadas] que estando de “franco” un fin de semana, violaban a una muchacha vietnamita. Y dos miembros del Jurado Artístico, George Stevens, director norteamericano [considerado “progresista”, fallecido en la actualidad], era uno de ellos, y el otro un yugoeslavo de quien no recuerdo su nombre, exigían que dicha película fuera retirada de la competencia: “por no contribuir a la amistad de los pueblos”. Un juicio evidentemente político que no le competía al Jurado Artístico.

Ubiquémonos que estamos en 1970, la guerra de Vietnam seguía concitando el repudio mundial, y en Europa hacía sólo dos años – 1968 – los motines callejeros casi se habían convertido en revolución. América Latina por otra parte todavía estaba sufriendo el efecto de las dictaduras, y la delegación chilena venía de un país que estaba singularmente sensibilizado políticamente a propósito de la dura campaña presidencial con Salvador Allende como abanderado de la izquierda, candidato que luchaba contra una descarada campaña del terror orquestada por la CIA. De manera que cuando en la asamblea de las delegaciones de cineastas los realizadores alemanes afectados por el intento de censura - de Stevens y el yugoeslavo -, nos informaron del hecho, los miembros de la delegación chilena saltamos como un resorte, y acto seguido, resumiendo, propusimos que la asamblea allí reunida “exigiera” que quienes debían retirarse del Festival eran los miembros del Jurado que se habían permitido tal prepotencia. Y dado el contexto internacional que antes mencioné, el acuerdo fue unánimemente aplaudido.Aquella asamblea fue de alta temperatura. Esa noche todo el mundo salió excitado de la asamblea y un gran número de los asambleístas sin acuerdo previo nos fuimos a beber un pésimo vino blanco griego – de resina o alguna mierda como esa - en uno de los bares de la bohemia festivalera.“

Pero las cosas no son tan simples, Carmona”, como dijo Miguel Enríquez en un acto histórico. En efecto, las cosas comenzaron a complicarse. La Dirección del Festival obviamente no podía aceptar el acuerdo de la asamblea, eso era poner en jaque el Festival. Además George Stevens no era un cualquiera, era un señalado director norteamericano: “Giant”, “A Place in the Sun”, entre otras muchas películas avalaban su prestigio. Sin embargo tampoco el Festival podía retirar una película que estaba en competencia oficial. ¡Impasse!Comenzó entonces la etapa de los conciliábulos, las reuniones bilaterales, que si las delegaciones retiraban todas sus películas del Festival, etc.

Algunas delegaciones flaqueaban, no se atrevían a mantener la exigencia del retiro de los dos miembros del Gran Jurado. Otras, nos aconsejaban a la delegación chilena que aparecíamos como los duros: “¿Pero están locos ustedes? Se va a joder el Festival y ustedes tienen un Oso de Oro asegurado, lo tienen en el bolsillo. ¿Que no han leído los periódicos?”.Nos declaramos en asamblea permanente, es decir, asamblea de las delegaciones todas las noches. Las aprovechábamos para discutir todo y de todo: relación producción-distribución, producción-creación, etc.

El Festival seguía su marcha, pero la crisis de posiciones se agudizaba cada vez más. Una noche, acuerdo de mayoría: “Comunicamos a la Dirección del Festival que las delegaciones no aceptaremos los premios que otorgue el Gran Jurado mientras en él permanezcan los dos miembros de marras”. Además a esa altura las cosas se habían puesto color de hormiga, porque los estudiantes berlineses “agarraron papa” y comenzaron a asistir a nuestras asambleas. Solicitamos la presencia del Alcalde de Berlín, en ese entonces Klaus Schütz [SPD]. El Alcalde envió su representante [no recuerdo su nombre]. Dicho representante se encontró con una asamblea cuya atmósfera no distaba mucho de la Europa del 68: gritos, improperios, vivas, “¡Salir a la calle, a las calles!”, gritaban los estudiantes más exaltados.


Una batahola en forma.Luego de unos 20 minutos logró comenzar a hablar el representante del Alcalde, no sin interrupciones a cada minuto de parte de los estudiantes que habían impuesto su estilo. Y entre esos estilos, uno muy particular e insolente. No sé de dónde un par de estudiantes sacaron un perro pequeño que insistentemente se lo depositaban sobre la mesa al representante del Alcalde de Berlín. Risas, abucheos. Y el hombre, con una paciencia y un coraje estoico, retiraba una y otra vez el perro de la mesa suavemente.
Todo eso sucedía durante la exposición del representante y sus respuestas a distintas exigencias de la asamblea. No hubo acuerdo. La asamblea le hizo saber al representante que “las delegaciones acuerdan exhibir sus films que restan del Festival para los espectadores en Berlín, teniendo en cuenta que nuestros reclamos son en contra de los dos miembros del Jurado que prepotentemente han intentado arrogarse un derecho que no les corresponde. Nuestra decisión se mantiene a firme: no aceptaremos los premios que otorgue el Jurado mientras no sean expulsados los dos miembros mencionados.”Y entonces, tal vez dos días después: “El Presidente y directorio del Festival Internacional de Cine de Berlín, versión 1970, acuerdan declarar desierto el otorgamiento de premios”. Y los Osos a la jaula, hasta la próxima versión del Festival.Qué me dice. En un Festival de Cine puede pasar de todo…, ¿o pasaba?

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24/05/07


¿Quién está jugando con la lupa?

de la red








Comienzo confesando que he matado.


Sin embargo nunca fui procesado y menos condenado por ese delito. A pesar que practiqué el asesinato con la misma sistematicidad que los “serial killers”, especimenes que florecen abundantemente entre mis vecinos del sur, USA, al igual que en su madre patria, England.
Ni siquiera tengo el atenuante de haber matado por necesidad económica, en defensa propia, por Razones de Estado. No. Maté por el placer de matar. A veces cuando mi conciencia me atormenta pensando en los asesinatos cometidos, decido entregarme voluntariamente ante la justicia. Pero desgraciadamente el arma del delito soy yo mismo y mis víctimas se convirtieron en polvo de estrellas mucho antes que yo.


De manera que no puedo probar mis crímenes. Y no quiero declarar a tontas y a locas porque precisamente no deseo que me tomen por loco, porque yo sí necesito que me declaren culpable, no como otros avivaos: “quien tiene cuenta corriente/ pero dice estar demente” (cuadernos del maestro Merardo). No, no, no. Yo sé que he matado, sin misericordia.
Señores, confieso de una vez por todas: yo he llegado a diezmar poblaciones enteras. ¿Cómo denominar mi delito? ¡Hormiguicidio!, sí, creo que podría llamarse así. ¿El arma del delito?




Aparentemente una lupa, sí, una lupa, que además creció de tamaño en la misma medida que crecí yo. De manera que esto de matar a distancia que hoy tiene tan contento al señor Bush y Cía., yo lo hice mucho antes. Yo dejaba pasar la luz del sol a través de la lupa y… ¡zziipp!, hormiga achicharrada.


Hoy, ante tanto asesinato, tengo mi mente confundida - tal vez en eso me parezco al “Benemérito” - y a veces deseo pedir perdón - diferencia notable con el Benemérito - al pensar en mis crímenes. Entre los 7 y 10 años de edad fui un tipo siniestro, capaz de poner un terrón de azúcar en el jardín, sentarme cómodamente entre las flores y ¡zziipp! ¡zziipp! ¡zziipp!, incontables hormigas achicharradas. El Infierno mismo de don Sata debe ser menos caliente que lo que fueron los rayos infernales de mi lupa.


Y pasaron los años, me hice adulto, extravié la lupa – al menos fue lo que creí -, y pensé sinceramente que las hormigas podrían vivir, comer, procrear e incluso soñar tranquilas en el jardín de mi casa de provincia. ¡Pero las vueltas que da la vida son tan inesperadas! Como inesperado es darse cuenta que de un gusano emerge una mariposa. Sucede que debo confesar ahora – ya tonto grande, con hijos y con nietos, cualquier día me entero que soy bisabuelo -, debo confesar, digo, que continúo jugando con la lupa.


Pero, ¡oh, traicioneras vueltas de la vida! Ahora la hormiga soy yo. Sí, aunque les parezca extraño. Continúo jugando con la lupa y me estoy achicharrando. Me estoy achicharrando con mi propia lupa. Yo vivo en los alrededores de la gran isla de Montréal. En apariencia todavía gozo de un aire más o menos puro. De modo que, queridos compatriotas chilenos, si ustedes me permiten, con todo respeto haciendo una pequeña variación al himno nacional podría cantar: “Puro, Montréal, es tu cielo azulado/, puras brisas te cruzan también…” ¡Pero mire como son las cosas! En medio del canto, Claude Villeneuve, biólogo en la Universidad de Québec de Chicoutimi y experto en cuestiones climáticas, tapándome de sopetón la boca, me recuerda: “Hacia el año 2020, apenas habrá nieve en el suelo del sur del Québec.


La primavera llegará mucho más pronto y lloverá en pleno invierno, no nevará (fenómeno que en realidad ya está sucediendo). Y el mismo Villeneuve se pregunta: “¿Esta situación puede ser revertida? Sí, se contesta, pero tal vez en unos tres siglos más o menos” (a condición que yo abandone la lupa, agrego por mi cuenta). A esta altura usted, amigo lector, se dirá “a este gallo se le aflojaron los tornillos, estaba hablando de peras y me sale con manzanas”. Pero no, porque puedo asegurarle que es mi lupa la que está jorobando la cosa. Soy victimario y víctima a la vez.
Fíjese, a mis vecinos del sur, USA, sobre todo por la costa atlántica, según pronósticos, les amenaza una agitada temporada de huracanes – 27 están pronosticados entre el 1º de Junio y el 30 de noviembre – con un promedio de vientos entre 180 y 200 kilómetros por hora. Nadie se atreve a calcular los destrozos que provocarán: “El Océano Atlántico permanece anormalmente caliente, mientras que la superficie del Pacífico tropical continúa enfriándose”, indica Phil Klotzbach, especialista en previsiones meteorológicas del Estado de Colorado, USA, explicando los dos factores claves que contribuyen a la formación de los huracanes.

Mientras tanto Dave Phillips, un gran especialista en meteorología del ministerio federal del medioambiente de Canada, se pegunta: “¿Es a causa del recalentamiento de la Tierra? ¿A partir de ahora veremos solamente temporadas de agitados huracanes? He ahí la gran pregunta”, dice.




Finalmente por estos lados del Norte: “Ante la voluntad manifiesta del gobierno de Harper -primer ministro canadiense-, de no respetar el compromiso de Canadá suscrito dentro del Protocolo de Kyoto” (bajar las emisiones de C02 en 6% respecto de 1990) una coalición de grandes grupos ecologistas internacionales (representan a 300 organismos no gubernamentales) han decidido exigir la renuncia en Bonn, Alemania, de quien acaba de presidir la última reunión de los signatarios del Protocolo de Kyoto que se ha realizado en dicha ciudad. La exigencia resulta coherente por cuanto Canadá entre la reunión anterior del Protocolo y esta de Bonn, sencillamente se ha dado vuelta la chaqueta.


¿Y quién presidió la reunión? Nada menos que la ministra de Canadá del Medio Ambiente, Rona Ambrose. Y el asunto es muy significativo por cuanto “a escala mundial Canadá es el mayor consumidor de energía por habitante y el segundo emisor de gases efecto invernadero también por habitante”. La oposición política en Canadá ha encontrado ahora un excelente motivo para menoscabar el gobierno conservador de Stephen Harper. Y el Partido Québécois se ha puesto más ecologista que nunca. “Y bueno, qué tengo que ver yo con la lupa de este chiflado”, dirá el lector chileno. Muy bien. Entonces, aprovechando que usted está en Santiago – aunque la cosa comienza a expandirse por todo Chile – le pregunto: ¿se atrevería a cantar el comienzo del himno nacional, mirando al cielo? Es más, lo desafío a que lo haga cualquier día, sin alerta ambiental.




Cántela, pero mirando al cielo. O súbase al cerro San Cristóbal y eche una “miraíta pa´bajo”. A mediados de Mayo un diario chileno publicó una foto de Santiago desde la altura, una foto horripilante. Y si tiene hijos pequeños o nietos, piense…, solamente le pido que piense ¿en qué colaboro yo para aumentar o disminuir este fantasma?


Se lo voy a decir por las claras, si usted y yo continuamos jugando con la lupa todos los días, el Infierno dejará de ser asunto de creyentes y del más allá. Vamos a seguir cada vez más, achicharrándonos como hormigas, aquí, en este globo. Todos viviendo bajo una manta de smog y bajo grandes agujeros en la atmósfera tal cual si fueran inmensas lupas. Usted en el Sur y yo en el Norte, usted en el Este y yo en el Oeste. Usted y yo en cualquiera de los Continentes, mares y puntos cardinales. “Desde hace ya 30 años la atmósfera por encima de la ANTÁRTICA - me parece que usted vive más cerca que yo de esas latitudes - sufre el más importante aumento de las temperaturas durante los meses de invierno, con un alza tres veces superior a la media”, según dice un estudio británico publicado en Estados Unidos (31-03-06, Agence France-Presse, Washington).


Estimado lector, usted lo sabe, podría llenarlo de informaciones respecto de los cambios climáticos, sobre la podredumbre que arrastran los ríos y contienen los mares. Pero para qué voy a revolverle la herida. Unas cuantas perlas de muestra, solamente: Un estudio, encabezado por el Laboratorio de Química Ambiental de la Universidad Técnica Federico Santa María (Chile), liderado por el profesor Francisco Cereceda, reveló la presencia de sustancias que en el largo plazo producen efectos negativos en la salud de las personas. Entre otros riesgos: cáncer al pulmón; vejiga; cáncer linfático y de mamas. Mutaciones; infertilidad y retardo en la maduración sexual de adolescentes.


Todas patologías causadas por dos compuestos químicos no monitoreados por la autoridad ambiental. La mitad de los automóviles con sello verde en Chile tiene convertidores catalíticos que no funcionan, así lo asegura un informe de seguimiento del Plan de Prevención de la Comisión Nacional del Medio Ambiente de la Región Metropolitana (Conama RM) emitido en marzo pasado. Quiere decir que todos esos conductores andan jugando con una lupa ¡así de grande! Así es que, ¿me permite una franqueza mientras nos tomamos el traguito? Usted y yo somos en última instancia, homicidas y suicidas. Somos la lupa y la hormiga. Homicidas porque estamos matando día a día este hermoso planeta azul – aún no se ha encontrado otro planeta tan hermoso y variado en el cosmos-, y suicidas porque en él vivimos. Seguramente nuestra primera conclusión ciudadana es similar a nuestro conciudadano, don Hernán Precht, presidente de la




Asociación de Automóviles de Chile, quien rechazando el costo adicional que podría significar el correcto mantenimiento de los vehículos (una de las lupas claves), declara: “Nosotros no debemos pagar el costo que generan otros”. Sinceramente no tengo autoridad moral para criticar los dichos del señor Precht. Yo también pienso que la lupa principal, la que está matando el planeta Tierra y sus hormigas, es la del otro, no la mía. Y listo, tranquilo el perro.
Usted y yo pensamos lo mismo: ¿Por qué voy a ser yo el único gil? De manera que seguimos esperando que los “Otros” dejen de jugar con la dichosa lupa. Pero si no lo exigimos con fuerza ni los Otros ni Nosotros lo haremos. Mientras tanto podemos entretenernos en mirar las fotos del planeta Marte. Mirándolas tal vez nos será fácil imaginarnos que por allí pasó el Hombre hace miles de años. Porque si como ciudadanos, para tranquilizar nuestra conciencia depredadora, pensamos que la responsabilidad en los cambios climáticos la tienen solamente las grandes industrias, los políticos, las autoridades, etc., – siempre el otro -, el paisaje de Marte nos espera.




¿Sabe cuánto dióxido de carbono (CO2), el más común de los gases con efecto invernadero, producimos usted y yo como ciudadanos en nuestra vida cotidiana, anualmente? Un cálculo conservador: entre 5 y 8 toneladas de CO2, promedio. Significa que también al menos, podemos disminuir esa producción, colaborar en disminuirla. Porque los grandes -Estados, Gobiernos, Industrias, etc.,- están entrampados en sus intereses, legítimos o no, de manera que sus posibles soluciones son todas a largo, a muy largo plazo. ¿Y nosotros, individualmente, no podremos incomodarnos una vez al día o a la semana privándonos de aquello que nos convierte en genocidas y suicidas?


Porque el cambio climático es tan global y democrático que nos afecta a todos, de manera que es asunto de todos. Las voces de alerta surgen por todas partes, el CO2 es el nuevo “fantasma que ahora no sólo recorre Europa, sino el planeta Tierra”. Pero preocupados nosotros de nuestra subsistencia, o de cómo jorobar al prójimo, en fin, otros entretenidos en el ir y venir de la política, los de más allá afanados en ampliar y asegurar su poder, en fin, repito, el dicho fantasma queda reducido a un cuento para asustar a los niños. Sin embargo tengo que terminar ésta diciéndole la firme: tal vez algún día comprenderá el enigma del por qué en este momento le aconsejo que usted y yo vamos juntando plata para comprarnos un bote. Espero que lo hagamos cuando no sea demasiado tarde ya que usted vive en un país con tanta costa y yo tan cerca del gran río Saint-Laurent… Claro, existe la posibilidad de vivir en climas artificiales. Si usted y yo en el futuro somos millonarios podremos vivir en un barrio de gente decente, bajo una especie de placenta gigante, con temperatura artificial, con lluvia artificial, nieve, en fin lo que nuestro bolsillo agüante. ¿Pero, y los que vivirían fuera de esos condominios? -¡Ah, bueno, pues oye, giles habrá en todas las épocas, no me jorobes! _____________________________________________________________________

¡Pongámosle un parche al globo, caballeros!













Estoy consciente que lo que decida Mr. Bush y sus secuaces, influye sobre todo el globo, como los césares ayer [aunque el globo conocido era más pequeño en aquellos tiempos]. Sé que en Chile hay escándalos de corrupción, pero como ésta es de funcionarios medios – de momento -, los políticos hacen su agosto representando el papel de hombres probos, al menos para la foto. Estoy consciente también que por más que se esmeren los corruptos, les será difícil matarle el punto al Benemérito y a la chusma dorada que se benefició con él.




Los “hombres de negocios” [¿?] en todas partes de este globo han estado siempre obnubilados con el becerro de oro: “…los poseedores no solamente son torturados por el deseo de acrecentar sus bienes, sino sobre todo por el temor de perderlos”, dijo Cicerón, con conocimiento de causa – imagino – ya que él mismo poseía una fortuna personal nada despreciable.Y mi amigo Merardo también echó su cuarto de espadas: “Porque el hombre de poder/ tiene también ilusiones/ más allá de posesiones,/ o del Debe y el Haber,/ sólo que es menester/ observar que en el mercado/ las cifras, dioses alados,/ tienen también un sentir,/ por eso es que al producir/ nace el becerro dorado.”




Por causa del famoso becerro de oro los gobiernos y nosotros estamos haciendo pedazos este hermoso globo azul. Como quien dice, contradictoriamente estamos matando la gallina de los huevos de oro. Y digo estamos, porque el neoliberalismo nos ha convertido en cómplices de su alienación.Yo no soy militante de ninguna organización ecologista. Simplemente soy un ciudadano, digo mal, un pobre pollo, alimento de bacterias. Aquí en el pueblo donde vivo, el municipio nos advierte cada vez con mayor periodicidad que debemos hervir el agua antes de beberla. En la Rivière Des Outauais los peces aparecen muertos: exceso de mercurio en el agua. Son cientos de deshechos químicos que cada día se depositan por ejemplo en el río Saint-Laurent. Nadie nos dice cuándo volveremos a beber el agua del grifo sin peligro. Y mejor no le hablo de la bacteria que ha invadido algunos hospitales aquí con resultado de muertes [no le digo el número de muertes para que no se aterrorice].




Tampoco me extenderé en cuanto a la contaminación de las piscinas públicas y privadas, ni de los lagos [71 de estos últimos están invadidos por las “cyanobacteries dans la province du Québec”]. Tampoco me convertiré en terrorista hablándole de las espinacas y zanahorias importadas desde los EEUU, prohibidas en nuestros mercados a causa de las aguas servidas que las regaron. Je vous parle du premier monde, monsieur! We’re talking about a first world country, sir!


En el llamado Tercer Mundo, todo es peor. Para empezar, 3.900 niños mueren diariamente en el mundo por beber agua contaminada. ¿Me entendió bien? Tres mil novecientos niños. ¡Un niño cada 15 segundos! Sobre todo la industria minera, la producción de celulosa, y muchísimas producciones más, son como la mancha de aceite sobre el mantel que día a día enturbia el agua. Y todo esto con la anuencia de los gobiernos y nosotros, porque todos estamos entrampados “en el progreso”.




Mire, no lo quiero asustar – si es que a esta altura hay algo que le asuste -, pero usted que todavía está “en edad de merecer”, si uno de estos días tiene la suerte de “llevársela al río…” no se le vaya a ocurrir darle de beber a la moza agüita en sus manos, lo acusarían de violación y envenenamiento. Aunque tal como está este pícaro mundo femenino podría ser usted la víctima, es decir, se lo podrían llevar a usted al río. Así es que nada de agüita en las manos.¿Me capta mi estimada dama, mi estimado damo? Mientras seguimos en los chistecitos y/o preocupados de nuestra vida diaria, no nos damos cuenta que diariamente vamos deteriorando las condiciones ambientales que necesita nuestra vida. La de nuestros hijos, la de nuestros nietos.




Nuestro globo azul está roto y nadie quiere sacrificarse para ponerle un parche.Acaba de terminar la conferencia mundial en Nairobi sobre los cambios climáticos en el mundo. Ahí estuvieron presidentes, primeros ministros, Naciones Unidas, etc. etc. Preciosos discursos, preciosas intenciones, duras denuncias, etc. etc.Y si algo quedó claro en dicha Conferencia es que el globo se está rompiendo. Y el que lea estas líneas ya puede estar viviendo en EEUU, en Canadá, en Tailandia, en Inglaterra, en Irak, en Chile, porque donde quiera que esté residiendo estará siendo testigo del deterioro ambiental: la tierra, los lagos, los ríos, océanos y todos sus productos están en proceso de contaminación o de extinción.¿Y quiénes seguirán sufriendo los peores desastres?




Los países pobres, además de los eternos pobres, por su incapacidad técnica de producir sin daño ecológico. Y por otra parte, los países ricos que en su afán de desarrollo no están dispuestos a desviar fondos en la tecnología necesaria, al menos de forma inmediata. ¡Y qué! ¿Quién es el guapo que se puede oponer?Todo ha quedado muy claro, la Conferencia de Nairobi [quizás a usted se le pasó inadvertida en su esfuerzo para parar la olla] no hace más que ratificarlo: “la actividad humana tiene una decisiva influencia en los cambios climáticos”.




Ahora bien, como no hay fuerzas sociales organizadas capaces de oponerse al “progreso del abismo” con la fuerza y urgencia que los cambios climáticos requieren, yo le propongo que usted y yo tomemos el toro por las astas. Sí, le propongo que yo por mi lado y usted por el suyo nos dejemos de esperar o escribir panfletos en contra del gobierno de turno o en contra de los funcionarios encargados del cuidado del medio ambiente, o mejor aún, mientras escribimos los panfletos, le propongo que seamos consecuentes con lo que reclamamos.Porque dejémonos de mentiritas, cada uno de nosotros, ancianos, adultos, jóvenes y niños tenemos una gran cuota de responsabilidad en la destrucción de nuestro globo azul. Ya sabemos que la industria, que los gobiernos, que los organismos internacionales, patati patató patatá… Pero ninguno de ellos va actuar con la prontitud que puede hacerlo usted y yo.Se la voy a poner fácil. Le propongo una modificación de nuestras conductas habituales. No intentemos hacer el cien por ciento desde el primer día.




Hagámoslo como el alcohólico que se decide a luchar contra su adicción y pide la ayuda de Alcohólicos Anónimos. Allí no le exigen que jure: “nunca más beberé”. Simplemente le piden que sea capaz de vencerse a sí mismo durante 24 horas, para que pueda afirmar en la reunión de la tarde frente a sus compañeros: “hoy no he bebido”. Y mañana lo mismo.Yo recibí unos consejos para ahorrar energía y colaborar con el medio ambiente.






Lo estoy haciendo igual que los amigos alcohólicos. De tal manera que si usted también quiere colaborar en ponerle un parche a nuestro globo azul, de la lista de acciones diarias que le describo a continuación elija usted las que le resulten más fáciles y defienda su globo azul, para usted, para sus hijos, para sus nietos:
ELECTRICIDAD [para un salario medio y otros]-Si tiene calefacción central, gradúe el termostato a unos 20 grados centígrados y abríguese un poco más dentro de casa. Cada grado suplementario representa un 7% más de consumo energético. Si su calefacción es a leña, no utilice especies en peligro.- Use ampolletas [bombillas] de luz de bajo consumo.- No olvide apagar la luz cuando salga de una habitación o la luz diurna sea suficiente.-Use la lavadora llena: ahorrará agua y electricidad.-Oiga, y apague la televisión cuando no la esté viendo. ¡Obvio!
EN LA COCINA-No se olvide de tapar las ollas. Consumirá un 20% menos de gas o parafina [kerosén].-Hierva solamente el agua que necesita.-Prefiera ollas a presión [es cierto, son más caras].-Limpie regularmente los quemadores de la cocina: si se atascan consumen un 10% más de lo que debieran.-Revise su calentador al menos una vez al año.-Descongele su frigorífico periódicamente: la escarcha crea un aislamiento que puede acarrear un 20% de consumo eléctrico suplementario.-Compre alimentos de temporada e idealmente producidos en su localidad. Son más baratos desde el punto de vista del transporte y la refrigeraciónPrefiera alimentos orgánicos. Las granjas de producción intensiva pierden al año cuarto veces más tierra de labranza que las granjas orgánicas.-Produzca menos basura: recicle, reutilice, repare. El papel, por ejemplo, es una de las principales causas del CO2. Comparta la suscripción a periódicos y revistas [sobre todo las “momias”] con sus amigos. Después de leerlos utilice los diarios para limpiar vidrios, espejos [¿y otros menesteres?], y finalmente exija que su municipalidad preste el servicio de recogida para reciclaje. Acuérdese que en Japón el papel se reutiliza convirtiéndolo en pulpa desde el año 1035.
EN EL BAÑO-La ducha es “más ecológica” que la tina, porque ahorra agua y energía.-No use el inodoro como un canasto de basura, ni suelte el agua sin necesidad. Ojo, un inodoro que deja fluir el agua puede desperdiciar hasta 200 mil litros de agua en un solo año.-No deje los grifos abiertos y repárelos si dejan fluir el agua.
PARA MOVILIZARSE [la más dura para los cómodos]-Cuando pueda camine, monte en bicicleta o movilícese en transporte público [¡ojo con la billetera!] en lugar de utilizar su automóvil. A menos que quiera seguir enriqueciendo a Bush y compañía.
EN LA OFICINA-Apague el computador si no lo está utilizando: un aparato en posición de espera puede representar hasta un 70% de su consumo diario-Ojo con el papel, aunque no sea suyo.
¿Sabe cuál es la cuota personal promedio que provocamos de dióxido de carbono [CO2], el más común de los gases con efecto invernadero? Entre 5,5 y 8 toneladas anualmente, cada uno. Si tiene calculadora a la mano multiplíquelo por el número de habitantes a nivel mundial.¿Así es que por cuál de todas las medidas personales podremos comenzar? Recordemos: nada de promesas hipócritas: “nunca más”. Esas promesas se las dejamos al Ejército Chileno y a la chusma dorada. Nosotros con franqueza constatemos: “¿hoy, he dejado la luz encendida innecesariamente?”.




No se trata de quedarse a oscuras por ahorrar electricidad o de morir de frío o de calor, o de hambre por no utilizar la calefacción o el refrigerador [no se me ponga ultra], pero todos podemos hacer algo para reducir las emisiones de dióxido de carbono y de CO2, principales objetivos del Protocolo de Kioto. Ahora bien, si usted elige la línea del autogenocidio, tipo Bush de USA, Harper de Canada, etc., entonces no se me queje. Simplemente junte dinero para comprarse un bote y bastante agua de soda.
Porque los vampiros no chuparán la sangre mañana [¡fallaste, Escalona!], sino chuparán el agua.




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Peligroso virus ataca Chile






Ahora que Bush ha recibido su premio por su política prepotente, tendrá que sacar cuentas de cuántos de sus amigos seguirán siendo sus amigos. Hoy en día son pocas las amistades que siguen siendo fieles con los perdedores. El propio Runsfeld lo ha abandonado para dedicarse a defender su multibillonaria fortuna, parte de la cual está invertida e incrementándose precisamente en Irak.




Pienso que el amigo más connotado que le va quedando a George W., es Bin Laden, quien le ha servido de pretexto para justificar sus peores aberraciones.
Y digo que es su amigo porque Bin Laden posee la facultad de aparecer y desaparecer justamente cuando Bush lo necesita [sin olvidar que aquél fue instruido por los “good fellas” de Langley].Pero en fin, la política en general tanto interior como exterior, y en todas partes, siempre ha necesitado el apoyo de las técnicas conspirativas. Técnicas que desideologizadas derivan fácilmente en corrupción.Aunque esta última tiene antes que nada su fuente nutricia en un ambiente cultural individualista, banalizado, desiguales oportunidades sociales, y una excesiva diferencia entre ricos y pobres, que provoca finalmente el desencanto.


Por ejemplo en Chile, allí hay un medio ambiente cultural excelente que permite disminuir notablemente el sistema inmunológico de la población, propiciando el ataque del virus AA.Don Pedro de Valdivia y su pandilla de mataindígenas, al igual que los Conquistadores peninsulares del resto de América, además de ser portadores del exterminador virus de la viruela, todos ellos, fueron portadores de otro virus mucho más infeccioso y persistente, el virus que en Chile se denomina AA. En un medio cultural como el descrito más arriba el hálito de la corrupción no sólo invade al delincuente habitual sino a variados sectores de la sociedad. Tanto, que los que se salvan, todos los días se preguntan si son… o se hacen... En dicho medio no se necesita ser ni presidente de un Banco ni ser un poderoso empresario. Para ser infectado por el AA tampoco se requiere ser Dictador, porque en cuyo caso la infección pasa a nivel de septicemia, tal como le ocurrió al honorable Benemérito de las FFAA chilenas.


Homo chilensis éste que se dio cuenta rápidamente que no infectándose con dineros privados, tenía cancha libre para contaminarse con el AA.Este virus no es ni clasista ni racista, a pesar que es respetuoso de las estratificaciones sociales, contamina a cada uno en su nivel. El debilitamiento del sistema inmunológico es simple: “el pajarito nuevo” una vez llegado a un mínimo puesto de decisión y viendo cómo se cocina allí el pescado, se guarda “el gil” – con el que todos nacemos - en la cartera, y piensa: si todos están infectados, por qué no yo. Y listo, la contaminación con el AA es casi automática.Es importante tener presente que Chile, socialmente, es como una escalera. Ojo con esto. Ello quiere decir que hay implícitos muy estrictos, por tanto no hay que olvidar las pildoritas de “ubícatex”: cada uno debe saber infectarse en el peldaño que le corresponde, porque el que se equivoca de peldaño paga prenda: ¡güenas peras te mandó saludos! Esto último puede sucederle especialmente a los que sacan cuentas que si antes tenían la oportunidad de 6 años, ahora sólo tienen 4 para contaminarse.




Y así como años atrás la gente en Chile saltaba gritando “el que no salta es momio”, hoy la consigna es: “el que no se contamina es huevón” [tengo entendido que actualmente hay una película chilena que habla algo de esto].
Porque como digo, el AA es un virus habitual en mi país, se está reproduciendo en Chile desde los tiempos de la Conquista. Y hoy los muchachotes de la Alianza y otros, que se rasgan las vestiduras a propósito del Benemérito, de Chiledeportes, del reparto de industrias y capitales durante la dictadura, y un tremendo e histórico ETC., ETC., ETC., no deberían estropear su vestuario y pensar más bien en lo que sabiamente ellos mismos escribieron en la Ley chilena, conscientes de la tradicional situación viral: “En Chile se es inocente hasta que alguien te destape la olla”.


¿Se figuran ustedes la que quedaría en ese país, si la acuciosa investigación – debería decir inoficiosa - que se le ha hecho al Benemérito, se la hicieran a connotados personeros de los poderes del Estado histórico chileno, a Empresarios, políticos, y al almacenero de la esquina? “¡Dios mío, prefiero morir virgen!”, como decía doña Eduviges. La Derecha chilena tiene el descaro hoy de reclamar por los rebrotes del virus AA, virus gracias al cual esa Derecha se convirtió en la clase dominante. Derecha que está emparentada con Conquistadores [mataindígenas, encomenderos y violadores] y Colonizadores [usurpadores de tierras y pulperos explotadores, además de malversadores de los dineros reales], y que una vez lograda la Independencia - gracias a la sangre de los “peones” -, siguieron contaminados con el AA y se hicieron cómplices con todos los infectados, desde 1818.




De manera que cuando hoy a esa Derecha se le ve rasgar vestiduras, uno teme que la impudicia los deje en pelotas. Porque no ha habido ni año ni siglo en que todos ellos no se hayan enriquecido de manera más que ilícita. La prueba más evidente, indesmentible, es la histórica e injusta distribución del ingreso que la han mantenido desde los tiempos de la Conquista. El gobierno actual, o los gobiernos de la Concertación mejor dicho, no son responsables de la contaminación del AA, ellos no han hecho otra cosa que administrar un sistema o modelo, que con variantes, preserva la tradición histórica: si quieres surgir en Chile, “debes saber agarrarte a la teta” [síntesis ideológica expresada por el empresario don Felipe Lamarca].


Me ha venido a la memoria el gobierno del general Ibáñez [r] en su período presidencial como civil. Una vez más en aquellos años el sistema inmunológico en Chile estaba bajísimo. Cuando un Ministro de Hacienda tuvo que abandonar el cargo porque aquél también hacía un cuadro de septicemia, los periodistas le comentaron al general:-“Presidente, el Ministro fulano se va muy triste…”-“Triste se irá, pus, pero no pobre”, contestó Ibáñez.Y si alguien no me cree que el virus AA es de vieja data en Chile puede leer a Alonso de Ercilla y Zúñiga:“El felice suceso, la victoria,/ la fama y posesiones que adquirían/ los trujo a tal soberbia y vanagloria,/ que en mil leguas diez hombres no cabían;/ sin pasarles jamás por la memoria/ que en siete pies de tierra al fin habían/ de venir a caber sus hinchazones,/ su gloria vana y vanas pretensiones”. [La Araucana, canto I]Y aprovecho de citar estas otras perlas de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán en “Cautiverio Feliz”, refiriéndose a los administradores de justicia en tiempos de la Conquista: “… sólo cuidan y solicitan sus aumentos y sus mayores medras a costa de la sangre de los pobres…”Y el último fragmento de don Francisco, para no latear, refiriéndose a quienes tenían la misión y posibilidad de buscar la pacificación con los indígenas: “… hallamos lo contrario en algunos que han venido y vienen [entre otros moderados y atentos en sus acciones], que a cara descubierta y sin rebozo roban, quitan y destruyen, no tan solamente ellos, sino también sus confidentes y allegados…”


Así es. Desde aquella época sufrimos el flagelo del virus AA, popularmente conocido como el “agarra Aguirre”. Y les ahorro recordar la percepción que tenían Recabarren y Alejandro Venegas del Chile del primer centenario de la República, 1910 [¡que dijeron lo suyo, vaya que lo dijeron!]. De manera que los que hoy escandalizan con el rebrote del robo y la corrupción en tono de “¡ésto aquí nunca ha pasado, m´hijita!”, generalmente tienen la bolsa bajo la manta, o han roto sus espejos. Cada día se hace más difícil tirar la primera piedra en aquel balcón del Pacífico [hago una excepción muy clara de la señora presidenta]. Porque la corrupción crea trenzas, complicidad implícita, cofradías y aun mafias.


Y por sobre todo se hace difícil tirar la primera piedra por la simple y clara razón que el virus del “agarra Aguirre” a todas luces es el valor supremo de la vida, según el modelito chileno.En un país en el cual la cultura del idiotismo reina con el mejor rating, y el reparto siempre ha sido “one for you, five thounsand for me”, es contradictorio pegarle en las manos a cualquiera que las meta en alguna bolsa. Con razón los infectados alegan que sin “poderoso caballero es don Dinero” no se puede participar en el jolgorio del mercado.




Así, el siguiente axioma, en Chile, lo maneja hasta el más gil de los torrejas: “más vale que te procesen por haber agarrado, que recibir lumazos en la calle por exigir tu parte”.No obstante, y en un rapto de chauvinismo a favor de Chile, les contaré una anécdota que le sucedió a un compatriota cuando salió al exilio a otro país latinoamericano. Aquél compañero era un profesional que simplemente no estaba contaminado. Sin embargo sus colegas de oficina en aquel país le hicieron un vacío ostensible al correr de las semanas. Ni siquiera le hablaban. El compañero, incómodo, se acercó al nativo que le había conseguido el trabajo para contarle su situación.-“Muy simple”, le contestó el amigo. “Este fin de semana a la vista de todos llévate algo de la oficina. Algo, una máquina de escribir, algo.”


Llegado el fin de semana mi compatriota se debatía en las dudas. Pero pese a su vergüenza el compañero se decidió por tomar dos resmas de papel. Se las puso bajo el brazo, tosió para evidenciar su delito y salió caminando. Todos los colegas lo miraron, pero sin chistar. Sin embargo cuando el lunes regresó al trabajo:-“¡Hola, chileno, cómo has pasado tu fin de semana!”, lo palmoteó quien tenía más cara de sinvergüenza, acompañado de las risitas de los colegas.Todo claro, por fin el chileno también estaba pringado, era uno más de ellos. Estoy seguro que habrá muchos chilenos que no han necesitado salir del país para contar una experiencia similar, eso sí, respetando su peldaño.Pero a todo esto tengo una duda que agradecería a los lectores me la aclararan: ¿habrá sido Francisco de Aguirre, el Conquistador, quien agarró en demasía, o le habrán cargado el muerto con el virus AA?


Para terminar con mis inocentes intenciones de “asepsia nacional”, les dejo con un parrafito de San Agustín - obviamente en su etapa marxista -, y que ratifica que en todos los tiempos y lugares se han cocido habas:“…adonde los príncipes que gobiernan son lobos hambrientos para chupar la sangre y el sudor del pobre, es fuerza que falte la justicia, y con su falta ¿qué pensáis que son los reinos, sino un depósito de ladrones, cuyos robos y maleficios los hacen depravados y perversos?”. -


¡Guau!, el cardenal Medina seguro que se habría opuesto a su beatificación!




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Oh, les artistes!





Los artistas, a través de la historia de la humanidad, instrumentalizados por alguna ideología o acción política siempre han rendido beneficios como polos de atracción. Pero para los fines mencionados sin duda rinden mayores frutos los artistas muertos ya que es más fácil manipular su creación. Porque en vida, un artista de notoriedad siempre es un bicho potencialmente peligroso para la normativa, para el Poder. ¿Por qué?

Muchos estetas, filósofos etc., lo han intentado explicar latamente. En resumen, yo estoy de acuerdo con quienes piensan que quizás la naturaleza de la creación artística es intrínsecamente libertaria, no se atiene a las normas del contexto histórico determinado ni siquiera a la conciencia del individuo-artista. La creación artística se generaría en una zona inexplicable aún del hombre y se comunicaría con la zona también inexplicable de su interlocutor. Existen métodos, sin embargo, que supuestamente facilitan el salto creativo, pero no hay método capaz de garantizarnos su significación. Al parecer entonces es la naturaleza del trabajo artístico la que tal vez desarrollaría o agudizaría la intuición del artista provocando en él muchas veces el fenómeno denominado premonición.

A mi juicio dicho fenómeno, por ejemplo, se acaba de provocar aquí en Montréal, Provincia del Québec. Y lo traigo a colación porque sin duda el fenómeno ocurrido aquí estimula una serie de reflexiones culturales que trascienden la realidad “québécoise”. Permítanme entonces hacer un brevísimo y grueso resumen histórico: Como ustedes saben en Canadá – además de los pueblos autóctonos - coexisten dos pueblos derivados de la Conquista francesa e inglesa en el S. XVI. Y digo coexisten porque en la provincia del Québec –mayoritariamente francófona desde la Conquista- los colonos defendieron su identidad francesa, en nombre del Rey de Francia, y luego como “criollos” también su identidad como tales. Esa lucha y defensa ha pasado por períodos de dura confrontación política y militar entre francófonos y anglófonos, lucha militar en la cual los colonos franceses primero y luego los “québécois”, fueron derrotados por los ingleses y los descendientes de éstos.


Pero la derrota militar no siempre implica derrota de la identidad de un pueblo cuando ésta se ha forjado con sangre, sudor y lágrimas (y si no que lo digan los pueblos autóctonos de este continente).
Así, actualmente en esta provincia del Québec existen fuerzas políticas que desde hace rato aspiran, unas, a convertir dicha provincia en un país soberano aceptando negociar un nivel de asociación con el resto de Canadá, y otra tendencia más radical, independentista. Esa aspiración – aventajada quizás por la tendencia “souverainiste”- se expresa en el campo político. Pero se expresa de un modo tal que a la sensibilidad de dos connotados artistas e intelectuales del Québec, Michel Tremblay y Robert Lepage (considerados “pure laine”, al decir québécois), les parece hoy una aspiración desvirtuada. Michel Tremblay ha expresado “que ya no es capaz de identificarse con un proyecto (souverainiste) en el cual la principal justificación ha terminando siendo la económica”. Y advirtió : « la société québécoise est ainsi en train de perdre son âme ».


Por su parte, Robert Lepage ha dicho: “Yo necesito que me vuelvan a hacer creer. La idea soberanista no la encarna nadie hoy día (« n'est plus une idée incarnée par personne aujourd'hui »). Pero además, Lepage, agregó algo que quizás refleje el proceso que supuestamente se desarrolla en un número significativo de québécois. Dijo Lepage: « Cuando estoy aquí en el Québec, lo mismo que en Ottawa, no me siento canadiense, en absoluto. Dentro de mí habitan dos soledades. Dos países.

Pero cuando viajo al extranjero, no sé qué me pasa, tengo la impresión que Canadá es una realidad de la cual yo formo parte”. Sin duda ambos artistas e intelectuales han aludido a un sentimiento más que a una idea. Y en eso justamente consiste la trascendencia de lo expresado. Pienso que así también lo han comprendido los líderes políticos del Québec, representantes de las bancadas soberanistas e independentistas, quienes emitieron rápidamente sendas declaraciones, unos más comprensivos, otros más inquisidores. También entraron a la polémica otros artistas e intelectuales con similares posiciones. Como quiera que sea, Tremblay y Lepage dieron la voz de alarma: la lucha política por la soberanía y/o independencia estaría perdiendo su fin último y fundacional que en realidad está más allá de la razón política y económica: el mito de la identidad. Mito que no sólo se debe expresar de acuerdo al Derecho, sino sobre todo como una Necesidad Interior, necesidad de ser.

No ha sido ni es fácil preservar y desarrollar la identidad quebecuá, siendo este pueblo históricamente minoría nacional a nivel de Estado. No es fácil por otra parte porque ellos mismos, los quebecuás, han confinado en Reservas a los pueblos autóctonos del Québec perdiendo un aliado en igualdad de condiciones. Y tampoco es fácil preservar la identidad – ni siquiera su lengua, el francés- en medio de la afluencia sistemática de inmigrantes de las más diversas culturas, necesarios para el desarrollo económico del Québec. Michel Tremblay vive actualmente en Florida, y Robert Lepage viaja al exterior continuamente. Sin embargo ambos durante años han estado escarbando artísticamente y con éxito en el alma de este pueblo, ésa que Tremblay teme que se esté perdiendo. Y esos temores son compartidos por muchos que sienten que efectivamente los dirigentes políticos quebecuás tienen cuando menos una visión estática de la cultura, acentuando efectivamente la cuestión económica por sobre las razones fundacionales del movimiento político soberanista y/o independentista. Razones que comparadas con las leyes de la economía, de la política, de la administración, son efectivamente difuminadas, imposibles de meter bajo la lupa del microscopio: las razones del sentir.

El arte y la cultura tienen algo similar y es que ambas se expresan en última instancia en una manera peculiar de sentir. De manera que la cultura y la identidad quebecuá, “son âme”, no está consolidada de una vez y para siempre, “se mueve”, como diría Galileo. Igual que su lengua, el francés. Como artista yo también “siento” que al igual que en las otras partes del mundo, en su desarrollo la identidad quebecuá se modifica a sí misma diariamente, porque es un cuerpo vivo que se confronta, lo que era ayer ya no lo es hoy y sin embargo continúa siendo. Se confronta todos los días con la lengua inglesa y su política federalista, con las diversas culturas de la inmigración, con la presencia inmanente de los pueblos autóctonos que exigen reivindicaciones esenciales. De este modo la identidad “québécoise” actualmente no es otra cosa que un proceso de transformación, en lengua francesa, pero un proceso que va imprimiendo en todos los que habitamos esta provincia una manera peculiar de sentir. Sin duda que el “affaire Tremblay-Lepage” ha repicado la campana de alarma: hay demasiados indicios de que el alma quebecuá se ha adormecido moviéndose de manera somnolienta. No obstante la contraparte – la política federalista - también se mueve y con mucha vitalidad. Política que ha logrado triunfos muy importantes, entre otros eliminar el carácter de “pueblos fundadores” que compartían el Québec y Canadá, dejando desde hace años al primero como una provincia más del Estado. Campana de alarma que estos artistas han repicado oportunamente a mi juicio, y a la que se suman hoy intelectuales, historiadores, etc., a propósito de un proyecto de reforma del programa de historia para los estudiantes de secundaria, emanado del Ministerio de Educación.

Una historia que intenta eludir las duras confrontaciones históricas que tuvieron los colonos ingleses contra los franceses. Como dice irónicamente una destacada periodista “québécoise”, Denise Bombardier, el mencionado proyecto intentaría: “Meter la historia en una lavadora, jabón, presionar ON, y zas, milagro: una historia limpia, virgen y casta, tal cual somos los hombres”. En fin, los políticos que criticaron duramente las dudas de los artistas Tremblay y Lepage, habrán pensado ahora a la luz de varias acciones políticas y culturales federalistas, posteriores a las declaraciones de estos creadores, que al menos la contraparte no está dormida. Al mismo tiempo los líderes “québécois” deberán pensar antes de efectuar un próximo referéndum que sin estimular el “deseo de ser” no habrá real soberanía ni independencia sólida. Tampoco la habrá sin readecuar radicalmente un acuerdo de igual a igual con los pueblos autóctonos, y finalmente si no se sabe compartir con los inmigrantes el proceso de desarrollo de la identidad “québécoise”. Nadie puede negar que los habitantes de esta provincia del Québec gozamos de una sólida democracia, perfectible, sin duda. Gozamos también de una economía que permite una calidad de vida, incluso superior a nuestros vecinos inmediatos del sur, perfectible también, cómo no.

Sin embargo con una distribución del ingreso muy superior a la que se estila en nuestros países latinoamericanos. Pero todo eso son niveles de vida que se viven también en el resto de las provincias de Canadá. De tal manera que al Québec le corresponde sobre todo preservar “son âme”, ésa a la que alude Michel Trembay, y compartirla para enriquecerla. Una acción política decidida, responsable, gana más adeptos que una actitud elusiva.

Al respecto, rescato una frase de Pierre Bourgault, fallecido hace pocos años, quien fue uno de los líderes más consecuentes en la lucha política de los Québécois: “Nosotros la lograremos (la independencia) cuando una mayoría de Québécois responda SÍ a la pregunta pura y simple: VOULEZ-VOUS QUE LE QUÉBEC DEVIENNE UN PAYS SOUVERAIN ? Todo el resto es solamente estrategia y no expresa otra cosa que el temor de llegar hasta el final”, (12 de mayo de 1997).
Y a propósito, ¿cómo andamos por casa?


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