jueves, 12 de junio de 2008

Requiem para un Oso de Oro



Nelson Villagra en,  El Chacal de Nahueltoro





Cuando usted lea estas líneas probablemente el Festival Internacional de Cine de Cannes habrá finalizado o casi casi, y seguramente se habrán otorgado las “Palmas de Oro”. Los Festivales de Cine, incluido el Oscar lógicamente – aunque éste no tiene precisamente ese carácter -, se pueden definir como ferias del cine y como eventos para “exhibicionistas”. Se exhiben películas naturalmente con su riqueza o pobreza artística, pero hoy sobre todo en los festivales se venden y se compran películas, además de exacerbar el afán de exhibicionismo.

Quienes no pueden hacer esto último con sus films se las arreglan de cien maneras para lograrlo. Los especialistas llaman a ese fenómeno lobby, promoción, publicidad, propaganda, pero todos esos nombres se refieren en última instancia a exhibir algo. Si algún día me dejara contagiar con la onda farandulera tendría temas, propios y ajenos. Por otra parte, armar un Festival Internacional de Cine es sumamente complejo y caro. Y luego, que dicho Festival logre despertar el interés de la industria del cine, distribuidores internacionales, productores, creadores, “exhibicionistas” y turistas, no es tarea fácil.

Para no latear, según mi experiencia, en un buen festival de cine puede pasar de todo, en pantalla y fuera de ella. Por ejemplo, al primer festival que asistí fue al Festival Internacional de Cine de Berlín [occidental en esa época, febrero o mayo 1970, no estoy seguro del mes]. Fuimos con la película chilena “El Chacal de Nahueltoro”. Allí fue su estreno mundial. Y en ese festival nos esperaba un acontecimiento fuera de pantalla.Realmente la exhibición del film constituyó un éxito. ¡Una película en blanco y negro que se había realizado “cámara en mano”, con el equipo de rodaje comiendo sándwiches de sardina durante 2 meses, recibía un aplauso y gritos de hurras durante más de 20 minutos ante un público internacional que había estado pifiando las películas en los días precedentes! Nunca me he sentido – ni a mis compañeros chilenos - tan provinciano como aquella vez. No sabíamos qué hacer en el escenario, no teníamos idea de cómo “exhibirnos”. Simplemente sonreíamos, sorprendidos, un poco idiotas, haciendo venias una y otra vez, intentando retirarnos, y el público obligándonos a volver al escenario.Periodistas y diversos asistentes al festival nos aseguraban - en sus opiniones - el “Oso de Oro” [premio máximo de dicho festival].

¿Y entonces por qué no obtuvimos ningún premio aquel año de 1970? Le cuento. En medio del festival un día se corre la voz que todas las delegaciones de los diferentes países debíamos reunirnos en asamblea esa noche luego de la exhibición de la película correspondiente. Es necesario explicar que en los festivales existen dos Jurados, uno de “preselección” – previo al Festival -, con atribuciones políticas, en el sentido que ese Jurado debe velar porque los films que califica para la competencia cumplan con el espíritu de hermandad y buen entendimiento entre los pueblos, sus valores morales, por ejemplo.

De manera que podríamos decir que este es un Jurado con derecho a censura.Luego, existe el Jurado Artístico que actúa durante el Festival, y que como su nombre lo indica está destinado a calificar artísticamente los films que ya están seleccionados para la competencia. De manera que a este Jurado Artístico de Berlín en 1970 no le correspondía entrar en juicios de carácter político u otros. Y ese era el punto – único -, que motivaba el llamado para una asamblea especial, fuera de lo corriente. Sucedió, según recuerdo, que una película alemana – exhibida ya en el curso del Festival - contaba la historia de dos soldados norteamericanos [todavía en Alemania había contingentes de tropas aliadas] que estando de “franco” un fin de semana, violaban a una muchacha vietnamita. Y dos miembros del Jurado Artístico, George Stevens, director norteamericano [considerado “progresista”, fallecido en la actualidad], era uno de ellos, y el otro un yugoeslavo de quien no recuerdo su nombre, exigían que dicha película fuera retirada de la competencia: “por no contribuir a la amistad de los pueblos”. Un juicio evidentemente político que no le competía al Jurado Artístico.

Ubiquémonos que estamos en 1970, la guerra de Vietnam seguía concitando el repudio mundial, y en Europa hacía sólo dos años – 1968 – los motines callejeros casi se habían convertido en revolución. América Latina por otra parte todavía estaba sufriendo el efecto de las dictaduras, y la delegación chilena venía de un país que estaba singularmente sensibilizado políticamente a propósito de la dura campaña presidencial con Salvador Allende como abanderado de la izquierda, candidato que luchaba contra una descarada campaña del terror orquestada por la CIA. De manera que cuando en la asamblea de las delegaciones de cineastas los realizadores alemanes afectados por el intento de censura - de Stevens y el yugoeslavo -, nos informaron del hecho, los miembros de la delegación chilena saltamos como un resorte, y acto seguido, resumiendo, propusimos que la asamblea allí reunida “exigiera” que quienes debían retirarse del Festival eran los miembros del Jurado que se habían permitido tal prepotencia. Y dado el contexto internacional que antes mencioné, el acuerdo fue unánimemente aplaudido.Aquella asamblea fue de alta temperatura. Esa noche todo el mundo salió excitado de la asamblea y un gran número de los asambleístas sin acuerdo previo nos fuimos a beber un pésimo vino blanco griego – de resina o alguna mierda como esa - en uno de los bares de la bohemia festivalera.“

Pero las cosas no son tan simples, Carmona”, como dijo Miguel Enríquez en un acto histórico. En efecto, las cosas comenzaron a complicarse. La Dirección del Festival obviamente no podía aceptar el acuerdo de la asamblea, eso era poner en jaque el Festival. Además George Stevens no era un cualquiera, era un señalado director norteamericano: “Giant”, “A Place in the Sun”, entre otras muchas películas avalaban su prestigio. Sin embargo tampoco el Festival podía retirar una película que estaba en competencia oficial. ¡Impasse!Comenzó entonces la etapa de los conciliábulos, las reuniones bilaterales, que si las delegaciones retiraban todas sus películas del Festival, etc.

Algunas delegaciones flaqueaban, no se atrevían a mantener la exigencia del retiro de los dos miembros del Gran Jurado. Otras, nos aconsejaban a la delegación chilena que aparecíamos como los duros: “¿Pero están locos ustedes? Se va a joder el Festival y ustedes tienen un Oso de Oro asegurado, lo tienen en el bolsillo. ¿Que no han leído los periódicos?”.Nos declaramos en asamblea permanente, es decir, asamblea de las delegaciones todas las noches. Las aprovechábamos para discutir todo y de todo: relación producción-distribución, producción-creación, etc.

El Festival seguía su marcha, pero la crisis de posiciones se agudizaba cada vez más. Una noche, acuerdo de mayoría: “Comunicamos a la Dirección del Festival que las delegaciones no aceptaremos los premios que otorgue el Gran Jurado mientras en él permanezcan los dos miembros de marras”. Además a esa altura las cosas se habían puesto color de hormiga, porque los estudiantes berlineses “agarraron papa” y comenzaron a asistir a nuestras asambleas. Solicitamos la presencia del Alcalde de Berlín, en ese entonces Klaus Schütz [SPD]. El Alcalde envió su representante [no recuerdo su nombre]. Dicho representante se encontró con una asamblea cuya atmósfera no distaba mucho de la Europa del 68: gritos, improperios, vivas, “¡Salir a la calle, a las calles!”, gritaban los estudiantes más exaltados.


Una batahola en forma.Luego de unos 20 minutos logró comenzar a hablar el representante del Alcalde, no sin interrupciones a cada minuto de parte de los estudiantes que habían impuesto su estilo. Y entre esos estilos, uno muy particular e insolente. No sé de dónde un par de estudiantes sacaron un perro pequeño que insistentemente se lo depositaban sobre la mesa al representante del Alcalde de Berlín. Risas, abucheos. Y el hombre, con una paciencia y un coraje estoico, retiraba una y otra vez el perro de la mesa suavemente.
Todo eso sucedía durante la exposición del representante y sus respuestas a distintas exigencias de la asamblea. No hubo acuerdo. La asamblea le hizo saber al representante que “las delegaciones acuerdan exhibir sus films que restan del Festival para los espectadores en Berlín, teniendo en cuenta que nuestros reclamos son en contra de los dos miembros del Jurado que prepotentemente han intentado arrogarse un derecho que no les corresponde. Nuestra decisión se mantiene a firme: no aceptaremos los premios que otorgue el Jurado mientras no sean expulsados los dos miembros mencionados.”Y entonces, tal vez dos días después: “El Presidente y directorio del Festival Internacional de Cine de Berlín, versión 1970, acuerdan declarar desierto el otorgamiento de premios”. Y los Osos a la jaula, hasta la próxima versión del Festival.Qué me dice. En un Festival de Cine puede pasar de todo…, ¿o pasaba?

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24/05/07