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los campesinos van
ya va vistiendo de oro
su fronda, el castañal
Madre mía, ay di,
por qué tus ojos, madre,
por qué quieren llorar
Desgraciadamente solamente recuerdo esos
versos... Sin embargo me queda en la memoria su triste melodía. También he
olvidado quién nos enseñó esa canción… La cantábamos en coro. Seguro que no fue
nuestro profesor, don Gerardo González. Es probable que haya sido algún
“normalista”, mientras hacía su práctica con nuestro curso.
Yo estudié mi “primaria” entre
1943-49, en la Escuela de Aplicación, anexa a la Escuela Normal de Chillán. En
esos años ambas escuelas, la primaria y la de los “normalistas”, estaban
situadas justo en el vértice de la Avenida Collín con la Avenida Brasil. En la
Escuela Normal – fundada a fines del S. XIX - estudiaban los futuros profesores
para primaria.
Mi escuela, un pabellón de madera de una
sola planta - típica construcción pública post terremoto del 39 -, me parecía
amplia y práctica. Junto con los pabellones de la Escuela Normal, ocupábamos un
amplio terreno. Un terreno que antes fue un “fundo” que mi ingrata memoria ha
olvidado su nombre.
En los años de mi infancia, la parte
nuclear de Chillán, mi ciudad natal, se componía de un cuadrado perfecto: 12
cuadras de Este a Oeste, y 12 cuadras de Sur a Norte. Fuera de este cuadrado
estaban lo que se denominaba popularmente como “las Poblaciones”. Seríamos en
aquel entonces entre el Cuadrado y las Poblaciones, tal vez unos ¿30.000 habitantes…?
Me resulta tentador seguir recordando el Chillán de mi infancia, pero esta vez quiero
limitarme a mi Escuela.
Mi profesor, don Gerardo González, era
militante del Partido Radical, el de aquellos tiempos. Un hombre que supo inquietar
nuestro espíritu infantil, guiándonos hasta el umbral de nuestra adolescencia.
No tuve el placer de saludarlo años más tarde para agradecerle esa semilla cultural
panorámica que él sembró en mí, semilla que facilitó tempranamente la
revelación de mi vocación artística.
Del mismo modo, agradezco haber recibido
periódicamente la visita de los “normalistas”, quienes aportaban a sus clases de
práctica, cuadros sinópticos; ilustraciones varias; paseos al fundo; maquetas
de ciudades, ríos, montañas, en fin, múltiples “motivaciones” para cautivar nuestro interés sobre la materia que exponía.
Invadido por estos recuerdos, me doy
cuenta ahora que mi interés por los estudios dio un salto: desde la Escuela
primaria a la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile. El intermedio, me resulta hoy un paisaje gris
y burocrático, a la excepción de un par de profesores.
En mi Escuela de Aplicación teníamos
todos los días “Inauguración de Clases”, que consistía en un pequeño acto
artístico con la participación de diversos alumnos que recitaban un poema; otro
cantaba; leían una composición; a veces un pequeño coro; el más hábil mostraba algún
trabajo manual, etc. La Inauguración ocupaba unos 15 minutos, luego de lo cual nos
íbamos a nuestras salas de clase. Parece que estuviera viendo esa querida
Escuela con su pasillo largo y sus salas laterales, desde el primer grado hasta
el sexto.
Aprendí a leer con el libro ”OJO”: ¿la O
con la J? OJ. ¿La J con la O? JO… ¿Entonces…? O…J…O ¡OJO!
Un día, tuvimos una emoción suprema:
visitó la Escuela Normal - y a nosotros por añadidura -, Ramón Vinay, nuestra
gloria internacional de la ópera: chillanejo y ex estudiante de la Esc. Normal.
Me pareció un hombre de tamaño enorme, con unas espaldas descomunales de anchas.
¿En qué… año?
Pero en fin, veo que estos recuerdos se
han ido extendiendo. Y esta vez no ha sido otra mi intención inicial que
testimoniar mi cariñoso recuerdo de mi “primaria” y de mis compañeros de clase quienes
vienen a mi memoria de manera confusa. Por lo mismo, sólo recuerdo algunos de sus apellidos que no tienen relación con la intimidad o aprecio, sino con el
capricho de la memoria:
Morales; los hermanos Palma (uno de ellos
excelente dibujante y el otro muy veloz carrerista); Costa; Alarcón; Gajardo;
los hermanos Arias; nuestro líder en el fútbol, de quien no recuerdo su
apellido; Urrutia; Valladares… El auxiliar de la Escuela, señor Fuentes…
Las dos o tres Moreras al lado de mi sala
de clases… El edificio de la Dirección de la Esc. Normal, único con dos
plantas… La Enfermería…Una pequeña viña... El Gimnasio con la cancha de básquetbol… Todo de
madera… Amplios patios… Los sauces…, con el pequeño canal… La mina de greda…,
allá lejos, en los extramuros del fundo…