(Del latin callis, senda, “camino”)
Que los aparatos de Estado,
universalmente están en un proceso de extinción, se evidencia a través de la
protesta social que hoy en día inunda las calles de variados y diversos países.
Las autoridades políticas, religiosas,
económicas, judiciales y policiales han perdido legitimidad en todas partes. Es
impredecible saber cuáles de ellas y por cuánto tiempo podrán restituir su
legitimidad.
Basta mirar las imágenes de las
“protestas callejeras”, para verificar que las instituciones del Estado
Nacional creadas hace unos cinco siglos no dan solución a la vida humana.
El número de personas que aún se sienten
identificadas con el Estado, sus valores (¿?) y sus autoridades, disminuye
diariamente. Hoy la pirámide de la jerarquía social está erosionada. Luego de
haber iniciado su construcción de manera lenta y zigzagueante hacia el último
tercio del S. XVII, el “edificio” ha venido siendo profanado, violado y
corrompido por aquellos mismos a quienes, confiadamente, se les ha estado
encomendando la tarea de preservar nuestra convivencia e identidad en esa
instancia institucional.
Constatando que nuestros supuestos
representantes en el “poder prostituido”, se han dedicado cada día más
descaradamente a crear instancias de poder político y económico en beneficio
propio, ha emergido una vez más en la historia La Calle, la calle, la plaza
pública en diversos países del mundo. La calle vuelve a ser “el camino”, el embrión
de las nuevas estructuras sociales del S. XXI que se avizoran confusas aún entre
gritos, pancartas, muertes y heridos.
Haciendo un símil, “el fantasma que hoy
recorre el mundo es La Calle”.
Cada nuevo Siglo parece aportar una nueva
esperanza que no siempre se ha construido coherentemente desde el comienzo, en
forma lineal – y lo peor –, pacíficamente.
En Chile, por ejemplo, mal que les pese a
los profanadores del edificio, la juventud y los trabajadores han estado y
seguirán estando en la calle, anunciando quizás no la reparación ni la
renovación, sino la demolición del edificio del Faraón y sus trapacerías.
La Historia es lenta “pero se mueve”…
Aparentemente en las calles y pueblos de Chile han estado exigiendo
reivindicaciones sectoriales. Aunque sus reverberaciones adquieren una proyección
inusitada y autónoma que se interconecta globalmente. Luces intermitentes que
sugieren una energía aún inmanejable …
Sin embargo, por el momento, aunque el
discurso aquí o allá, no tenga la fuerza orgánica deseada, con sus reclamos globales
ante promesas incumplidas, La Calle, como primer paso al menos, está bajando a
los rapaces del “pedestal de sus estatuas”.
La Calle, aquí y allá, pareciera estar desprendiéndose
de un edificio que en 500 años no ha permitido – antes por el contrario – que la
condición humana viva y se desarrolle en el mundo que le corresponde, que realice
su recóndita necesidad de vivir en un mundo de la estética de la justicia
social; de la estética de la cooperación, un mundo solidario…