lunes, 31 de octubre de 2022

AL CATEO ´E LA LAUCHA”



Ratón de la red 





Una importante y divertida sorpresa me he llevado “picoteando” en internet: “AL CATEO ´E LA LAUCHA”, se titula un libro propuesto por la “Academia Chilena de la Lengua”. Un libro que rescata dichos y refranes chilenos que el pueblo ha venido creando de manera espontánea sin que pueda rastrearse autor alguno.
Es un aporte cultural publicado a fines del 2020, resultado de varias reuniones de los académicos de la Academia, que contó además con la colaboración de varios otros especialistas.
Par los chilenos que residimos en el exterior desde hace varios años, el libro es como un trago de agua fresca de vertiente. Y para todos, en general, es una divertida introspección en la psicología nacional chilena.
Lo ratifica en la introducción la “Ministra de las Culturas, las Artes y el Patrimonio”, Consuelo Valdés Ch.: “Se trata de una breve, pero interesante recopilación de dichos y refranes usados hoy, a lo largo de Chile. Esas palabras -llenas de picardía y significado -, que vienen a recordarnos el modo de ser que nos identifica como pueblo y que se ha transmitido de abuelos a nietos”.
Para el extranjero de visita en Chile o para quien busque allí su residencia, si le dicen que usted está “enfermo del chape”, no se desconcierte, y explíqueles que está dispuesto a cumplir con todos los trámites necesarios.

martes, 25 de octubre de 2022

TELEREALIDAD DE UNA FICCIÓN

Elizabeth Moss 





Ayer, leyendo en la Presse, un elogioso comentario sobre la escritora canadiense Margaret Atwood, coincido plenamente con esos elogios. Margaret Atwood, ha saltado a la fama internacional a propósito de la adaptación para la televisión (Amazon) de su novela The Handmaid’s Tale (La servante écarlate). Novela escrita en 1985 que, según sus propias palabras “en los años 90 tenía la impresión que esta distopía había perdido su vigencia. La elección de Donald Trump cambió todo. La marcha de las mujeres sobre Washington y el nuevo contexto político norteamericano modificó completamente la recepción de la serie. Había creado una fantasía, que terminaba convirtiéndose en un programa de reality show”, agrega Margaret, sonriente. “La gente no me decía tanto, tienes una imaginación desenfrenada, si no más bien, ¿cómo lo supiste?”.
Y sí, de acuerdo a cómo va el mundo, y sobre todo, conociendo las intenciones actuales de Trump y su secta republicana, volveríamos a repetirle la pregunta a Margaret Atwood “cómo lo supiste?”
No es la primera vez que una ficción artística se convierte en un fenómeno premonitorio.
La novela para la televisión ha sido adaptada por Bruce Miller, protagonizada por reconocidas actrices y actores (Elisabeth Moss) constituyéndose en un éxito internacional para Amazon. Una serie excelente que vale la pena ver.
En fin, termino este comentario sonriéndome, porque pareciera un aviso publicitario. Sin embargo, dejo constancia, que ni la autora ni Amazon, me han pagado un centavo.

El alcalde de los dientes de oro. Conmigo esta vez desde el palco. Entrada de Begoña Zabala Aguirre

Fotografía de la red





Estábamos de gira por el sur de Chile con La Farsa del Caballero y La Muerte, obra de Nelson Villagra G. escrita en Décimas Campesinas ( octosílabos).
Cuando llegamos a la ciudad de cuyo nombre tampoco quiero acordarme nos recibió Gus el Secretario del Alcalde.
Gus presumía de abundante cabellera negra con patillas largas que peinaba con brillantina.
Tenía ojos pardos hundidos, nariz aguileña, boca de labios finos prácticamente inexistentes; detalles todos que pueden estar distorsionados por el tiempo transcurrido. No obstante recuerdo claramente su actitud servil, el modo relamido. Llevaba abotonado hasta arriba un abrigo gris oscuro largo debajo del cual los pantalones que asomaban dejaban al descubierto piernas velludas y calcetines de caña corta.
Una vez instalados en el hotel, siete de los ocho actores del elenco, fueron con él a tomar un aperitivo. Yo no tenía ganas quería llegar al teatro cuanto antes. Me senté tranquila en primera fila a repasar texto en silencio total. Hacía días que venía arrastrando gripes y afonías.
La Muerte, mi personaje de La Farsa, cantaba en escena a capella La Vie en Rose y era rapera.
No tenía la más remota idea de dónde iba a sacar energía para bailar ni la voz para trinar una hora más tarde. Pensando en todo ello estaba cuando apareció de la nada un joven atildado exigiendo más que invitando a que le acompañara: Soy Agapito, mi dama, ayudante del Sr. Alcalde, y por deseo expreso de mi señor le transmito sus órdenes.
Muchas gracias Agapito, respondí, no puedo. Voy a quedarme donde estoy.
El chico puso cara de incrédulo y salió regresando al poco tiempo muy sofocado.
Dice mi jefe que le diga a usted, mi dama, que le molesta su desatención.
Qué le vamos a hacer. No voy a ir. Lo siento Agapito.
¡ Pero mi dama !
Estaba hasta más arriba de la coronilla y lo único que pretendía era que me dejaran en paz.
Al fin llegó la hora de la función. El teatro estaba lleno a pesar de la noche inclemente.
No sabría decir de qué profundidades apareció la voz que me permitió gorgojear.
Recuerdo bien los aplausos al final de la función. En pie. Éxito clamoroso.
En el foyer nos esperaban las autoridades e ilustres personajes de la ciudad para felicitarnos. Después nos invitaron a cenar.
En el comedor había una mesa estrecha, larga de mantel blanco, vajilla blanca, flores blancas; todo blanco sobre paredes blancas, luz blanca. No había cuadros ni adornos.
Allí ví al famoso alcalde. Era un hombre corpulento de cara aborrajada, ojos saltones, modales bruscos. Se sentó el primero a presidir la mesa con Nelson a su derecha. El secretario distribuyó a los demás invitados. A un chasquido de dedos dirigidos al cmarero empezaron a sobrevolar por encima de nuestras cabezas fuentes y más fuentes de empanadas: Empanadas fritas, al horno, con queso, sin queso, de carne, de marisco. Empanadas grandes, pequeñas, medianas, enormes, a destajo.
El alcalde engullía, cantaba, bebía; se emocionaba escuchándose. Me fijé que apenas se le veían los dientes al hablar o yantar, como si tuviera la boca vacía y de ella saliera un resplandor. Intrigada a más no poder miré a Nelson que me guiñó el ojo. En ese momento hubiese preferido abandonar el ágape, aceptar la galante invitación de mi seductor compañero y dedicarnos al arte de amar. Sumida en cambio en la aburrición no puse ningún interés cuando el alcalde haciendo alarde de experto jugador de rayuela lanzó una empanada que cayó justo justo en el plato y me espabiló de repente.
Estoy poco acostumbrada a ese tipo de lanzamientos..
Así que a usted tampoco le gustan las empanadas, exclamó el anfitrión - buena cosa...
A mi dama no le gustan las empanadas, no le gustan los aperitivos, no le gusta nada...
¿ Le gusta Chile a mi dama?
¡Buaf! qué mal rollo -pensé- qué mal rollo. Y no le hice caso.
Coma lo que le he servido: insistió el exquisito.
No me apetece, respondí controlando el impulso fuerte de levantarme y estrellar la fuente de empanadas en la cara del alcalde. En su lugar le dije casi en sotto voce estilo vertical y cosmopolita.


No
me
apetece


El alcalde se puso rojo, morado y al final verde hoja.
Abriendo completamente las fauces emitió un extraño gruñido parecido al grito de Johnny Weismuller en Tarzán de los monos.
Tanto vociferó que se le descoyuntaron las mandíbulas.
El secretario consternado llamó a la ambulancia.
Me asomé entonces a las fauces del cavernícola que no podía cerrar la boca.
Vi ¡oh St. Antoine de Exupéry! que tenía la dentadura de oro. Entera de oro. Oro macizo y reluciente.
El resplandor.
Como el diablo.
Toda semejanza con la realidad es pura y simple coincidencia.
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“LOS PILARES DE LA CREACIÓN”

de la red 





En la actualidad, cualquier niño sabe o puede ver, que vivimos sobre un pequeñísimo peñasco, redondo y azul, que llamamos Planeta Tierra. Vivimos en un barrio periférico de una periférica Galaxia, situada entre millones y millones de otras como ella.
Los astrofísicos dicen que nuestro peñasco, luego de unas cuantas semanitas astrológicas se llenó de agua, y patatín patatán..., pudimos existir junto con el resto de la Naturaleza, patatín patatán, y aquí estamos, la mayoría, convencidos que la creación duró 7 días.
Otros, que se creen más avispados, piensan que la creación no ha terminado, que, en realidad, estaríamos en medio de ella, para lo cual aportan pruebas de sus experimentos, agregando fotos y videos captados por telescopios de alta tecnología que nos permiten observar el nacimiento de nuevas estrellas, galaxias, cambios en los planetas más cercanos, etc., etc., y, sobre todo, nos permiten constatar que vivimos en medio del infinito... y “que nada permanece, todo cambia”, como dijo el viejaño aquel...
A mi edad, no tiene sentido meterme en la polémica de si alguien nos creó, o fueron las leyes de la naturaleza, tal como lo explica la ciencia. Cada uno con su cada uno.
Eso sí, me agarro a la idea de que la creación no ha terminado, porque entonces..., entonces..., tal vez... – hombre ingenuo –, nuestra convivencia humana aún podría ser corregida, cumpliéndose quizás aquello del bien intencionado: amaos los unos a los otros.

“OTOÑADAS”


fotografía de Nelson Villagra G.





Me hubiera gustado saber dibujar. Lamento no haber tenido la iniciativa para tomar un curso de Dibujo, sin mayor ambición que dibujar a los míos. Es de agradecer la fotografía, sin duda, pero tal vez el dibujo tiene algo más cálido, más personal. Y me refiero al dibujo de lápiz y papel. La pintura es otro cuento.
Tener un dibujo de don Esterio, allá, en los alrededores del Carmen (Ñuble), cosechando papas...; o a doña Rosalba, recogiendo albahaca en su huerta... Personajes, paisajes de mi infancia y adolescencia... Debo reconocer que soy un inútil dibujando.
Como actor, sin embargo, fui capaz de configurar caracteres, sirviéndome de mí mismo. Me pregunto, si la creación de un personaje teatral o cinematográfico podría tener alguna relación con el dibujo... Quizás... Si ambas disciplinas, crean un carácter y provocan una emoción... En fin...
De vez en cuando, recibo la visita de los personajes que interpreté en el cine o el teatro. ¿Le sucederá lo mismo al poeta, o escritor, al pintor, escultor, etc.? ¿Recordarán la emoción de los momentos en que crearon esto o aquello? Nunca le pregunté a los amigos artistas.
En mi caso, algunas visitas son recibidas con agrado, a otras, intento impedirles que nuevamente se inmiscuyan en mi intimidad. Rechazo inútil: la autonomía de la memoria es más fuerte que mi voluntad.
Y ahí me dejan, atrapado en la ambivalencia que me provoca mi propia creación. Mi creación, sí, porque el Autor es creador del texto, de la historia, de los hechos; pero del Modo, de la Emoción, de la “Encarnación” de la historia, en definitiva, de la creación del Personaje, es tarea mía, del Actor.

jueves, 6 de octubre de 2022

AGRADECIDO DE LA INOCENCIA

Ardilla subida en su arce y posando para Nelson




Muchos pensarán que, tal cómo está el mundanal ruido, no vale la pena que les cuente que ayer, en mi acostumbrada caminata por la ribera del río Saint Laurent, me crucé o se cruzaron en mi camino, un número inusual de ardillas: seis o siete correteaban por el césped de los jardines, demostrando luego su envidiable habilidad para moverse entre las ramas de los árboles. Algunas de ellas, descaradas, o más valientes, esperaban agazapadas la posibilidad que le lanzara una semilla o algún insecto de su predilección.
Sin duda, ellas son anunciadoras del otoño, para mí, la estación más hermosa del Québec.
Las ardillas me alivianan el alma. Un estado similar que me provocaba mi trabajo de actor cuando comenzaba la creación de un personaje: inocencia alerta. Inocencia que poco a poco se iba tiñendo con la complejidad emocional del personaje.
Pero a las ardillas les atribuyo que conservan su inocencia alerta, aunque seguramente con su corazoncito latiendo más rápido ante la incertidumbre que les provoca este caminante...
De regreso a casa, vine murmurando aquellos versos de Fray Luis de León: “¡Qué descansada vida/la del que huye del mundanal ruïdo,/y sigue la escondida/senda, por donde han ido/los pocos sabios que en el mundo han sido;”

LIBRES DEL CONTAGIO




collage casero con la Flor de Lys y un banco de la terraza nuestra





Este 3 de Octubre 2022 fue día de elecciones generales en el Québec. Aquí, en Vaudreuil-Dorion, la villa en donde vivimos, nos acercamos a los 40.000 habitantes. El local de votación nos queda a dos cuadras de casa.
Las Vaudreuilloise-Dorionnaise y Vaudreuillois-Dorionnais, hemos cumplido con nuestro acto cívico en una tranquilidad y confianza mutua entre ciudadanos, que resulta una completa utopía si lo comparamos con la “revoltura” del mundo actual.
Y tal vez, aparte de la guerra en Ucrania y otros conflictos internacionales, son nuestros vecinos norteamericanos quienes más colaboran con esa revoltura, al punto que ni siquiera se puede asegurar si se realizarán las elecciones primarias que ellos tienen a principios de noviembre: la sombra de una autarquía facista pareciera ganar terreno día a día (un huracán mucho más destructivo).
A propósito, mientras esperaba mi turno para marcar el voto, recordaba una excelente serie de televisión que acabo de ver en Amazon, sobre una novela de autora canadiense, Margaret Atwood ('Handmaid's Tale'), El Cuento de la Sirvienta.
La serie pareciera una “premonición”, de lo que pudiera suceder en EEUU...
Pensaba en el local de votación, y pienso: ¿En el Québec, estaremos siempre libres de ese contagio?

domingo, 2 de octubre de 2022

ROMANCE DE LA PLUMA Y EL PAPEL


de la red, escribiendo 
 




Ya no recuerdo cuántos años hace que escribí la última carta de “puño y letra”. La máquina de escribir, el teléfono, el correo electrónico y finalmente el “whatsapp” y el celular, acabaron con la cálida conexión que mis sentimientos establecían entre la pluma y la hoja en blanco. Creo que, coincidentemente, fue a Begoña a quien escribí la última carta, hace ya muchos años...
No voy a negar que la tecnología actual, permite la inmediatez de la expresión del sentimiento, o la información necesaria.
Pero qué quieren que les diga: como a muchos de mi edad, pienso, o más bien siento, que aquello de la pluma y el papel, creaba un momento de cálida inquietud, debido seguramente, al tiempo que pasaría antes que tu sentimiento llegara hasta la persona requerida, o amada. Mientras escribías, te invadía una dulce angustia a la espera de la respuesta...
Y qué decir de aquellas o aquellos que se atrevieron a escribir una carta “tentativa”, buscando reciprocidad de sentimientos. El tiempo de la respuesta... ¡ay corazón!..., el tiempo de la respuesta ...
No dudo que, para mucha gente, un encuentro en zoom puede ser altamente conmovedor.
Para mí, sin embargo, nunca será igual que la anhelante espera que sufrías esperando la carta de tu amada...

PARA TODOS LOS GUSTOS










Amigas y amigos, me resultó revelador ver la realidad desde una pecera. De acuerdo con el modelo que fue capaz de construir mi cerebro de pez, percibí que en varias partes del mundo caminan hacia el oscurantismo. Tal vez sean las malas “vibras” que despide una parte importante de peces norteamericanos, quienes caminan hacia la Edad Media. Eso, a pesar de que allí se distinguen claramente muchos peces dedicados a las ciencias, a las artes, etc. Y los peces femeninos defienden fervientemente sus atropellados derechos.
Luego, en otras peceras, atravesando mares y cordilleras, como siempre, es el colectivo el que falla. Los peces se comportan como si no fuesen de la misma especie. Lo digo, porque, individualmente, hay muchos peces generosos, solidarios, inteligentes, y éstos, me hacen sentir orgulloso y agradecido de la Naturaleza, quien decidiera sacarnos del Mar para llenar este planeta Tierra.
Si existe la realidad objetiva que perciben mis sentidos de pez, es algo que hasta el presente se discute. Hay quienes creen que solo somos imaginación.
David Hume, decía en el siglo XVIII: “A pesar de que no tenemos garantías racionales para creer en una realidad objetiva, no nos queda otra opción sino actuar como si dicha realidad fuera verdadera”. Al menos, para cruzar la calle, yo recomendaría recordar a Hume.