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de Otto Dix |
Durante mi infancia el juego del “pin ocho” resultaba muy práctico, aunque escondía una trampa: dependiendo desde qué muchacho se comenzaba a contar, se anticipaba quién sería “pinocho”. Y por supuesto había muchos tramposos. Se jugaba haciendo un círculo, y el juego se utilizaba para dirimir un premio: un caramelo, una galleta, etc. “Pin uno, pin dos, pin tres, pin cuatro, pin cinco, pin seis, pin siete, pin ocho”. A quien le tocaba pin ocho se llevaba el premio.
Pero en Chile, el “General Emérito”, cambió las reglas del juego y sólo contó hasta Tres, para que rimara con Pinochet, sabiendo, claro está, que tenía al Ejército protegiendo sus espaldas. Por eso agregaba: ¡y qué jué!
La corrupción que florece hoy en Chile igual que los hongos después de la lluvia, proviene del método empleado por mi General: nunca le robó a la Empresa Privada, sólo al Estado. Método que en honor a la verdad lo impuso originalmente Peyuco Valdivia, cuando en 1542 subió al cerro Huelén: “Miró los valles y el río, /sacó la espada con brío,/ y dijo: “¡Michimalongo,/ donde te vea te mondo,/ porqu'esto desde hoy es mío!”
Actualmente, los ineptos corruptos en Chile, olvidan el detalle imprescindible si se quieren hacer bien las sinvergüenzuras: tanto el General Emérito, como Pedro de Valdivia, repito, contaron con la fuerza armada detrás de sus espaldas.
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de Otto Dix |
Así es que, mi estimado corrupto y/o corrupta, si usted no cuenta con las FFAA, al menos debe contar:
1. Con una fortuna familiar más o menos respetable.
2. Política de relaciones: es importante desarrollar una pragmática política de relaciones, relaciones que deben estar debidamente pringadas.
3. Muy importante: ser miembro de organismos y/o instituciones consagradas por la Constitución.
4. Consumir regularmente pildoritas de “Ubícatex”. Ello permite tener en cuenta que la estructura social de Chile es igual a una escalera: cada uno de nosotros ocupa un peldaño. De este modo, mi estimado corrupto (a), usted debe cometer su delito de acuerdo a su peldaño, evitando la tentación de hacerlo como los que ocupan peldaños superiores. Porque aunque usted haya pringado a sus superiores, estos se desembarazarán de usted a la primera de cambio. Y,
5. Declárese inocente, hasta que las velas no ardan, aunque lo hayan pillado con las manos en la masa, o en ciertas partes pudendas.
Yo sé que usted se siente tranquilo moralmente, porque si usted no lo hiciera, otro lo haría, ¿verdad? La corrupción en Chile (¡dónde, no!) es histórica, y siempre ha sido transversal. Estoy de acuerdo con usted.
Se me viene a la memoria aquella anécdota del General Ibañez en su periodo “democrático” (1952-1958). La corrupción de su famosa Escoba hedía por todas partes. Entre otros funcionarios, Ibañez le pidió la renuncia a su ministro de hacienda (pariente, al parecer, de un parlamentario actual). Los periodistas le dijeron un día:
-“General, dicen que el Ministro de Hacienda se va muy triste…”
-“¡Triste se irá, pus, pero no pobre!”
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de Otto Dix, Guerra |
Guerras humanitarias, guerras en defensa de los civiles, que matan cientos de civiles (sic).
Países con una negra historia inquisitorial que han asesinado a sus propios gobernantes –reyes, presidentes -, además de masacrar a sus propios pueblos, invaden países soberanos en defensa de la libertad, de la democracia y derechos humanos.
Extrañas balas, bazucas, bombas, etc., de ciertos “rebeldes”, que no matan. Solamente matan las armas de sus contrarios.
La Organización de las Naciones Unidas, convertida en banda de matones, tan improvisada, en su ambición de apoderarse del petróleo ajeno, que si no fuera por la tragedia que está sembrando recordaría a los “Tres Chiflados”.
Países en bancarrota gracias a sus “hábiles” grupos económicos, empresarios, bancos y políticos, quienes no pueden planificar nada porque los ciega la ambición de sus intereses personales o de grupos. Enriqueciéndose en la misma medida en que nos empobrecen a las grandes mayorías.
La Naturaleza, ha perdido tanto la paciencia, gracias al insaciable afán del hombre de explotarla irracionalmente, que Chile y Japón – además de otros cuantos -, de ser países, se han transformado en cocteleras permanentes.
La Iglesia Católica, como no se revolucione a sí misma, terminará haciéndole misa a los santos de sus parroquias. “Señor, por qué me has abandonado”, parecen gritar algunos curas honestos.
Ya nadie puede asegurar si aún quedan espacios de este globo azul que no estén contaminados por la corrupción: desde reyes, dictadores, presidentes, ministros, en fin, hasta el último torreja, todos entran en la danza.
El Estado Español, a propósito, se ha transformado en el hazmerreír internacional con el chiste de que todo está contaminado por ETA. De acuerdo a lo visto y leído debemos entender que el propio Estado sufre la contaminación. Y, ojo, América Latina, que no está lejano el día en que España vuelva a desembarcar en nuestras costas para defender sus inversiones. Esta vez, eso sí, se encontrará con otros indios singulares, que le dirán: “¡Juela, juela de mis tielas!” (sic).
De manera que estamos haciendo el soberano RIDÍCULO, todos, porque todo está sucediendo con nuestra tolerancia.
Por ello, en un gesto compasivo de la Real Academia de la Lengua, ésta ha decidido dividir la palabra “ridículo” en dos pares de sílabas: ridi y culo.
1. Este aporte de la Real Academia nos permite consolarnos cantando: “Ridi, Pagliaccio…”, aconsejado por numerosos sicólogos sociales, y
2. las otras dos sílabas quedan libres para autodenominarnos: “tontos del culo”, o también, más merecido, “que te den por culo”.
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de Otto Dix, tríptico |
Desheredados, sí, nosotros, los ciudadanos. Y sin embargo hoy, paradojas de la vida, todos, hasta los más pobres, nos encontramos poseedores de un Poder que estamos desperdiciando.
Un Poder que podemos ejercer sin necesidad de contar con políticos que nos defiendan, ni jueces ni abogados. Poseemos un Poder que no requiere tomar un fusil e irnos al monte; un Poder que podemos ejercer sin necesidad de ser miembros de los directorios de las grandes transnacionales financieras, sin poseer los grandes medios de comunicación; sin necesidad de exponernos a las bombas lacrimógenas y desmanes de la policía o el ejército.
No nos han dejado más que la ilusión de ser ciudadanos, es cierto. Como tales, cada día estamos más lejos y ajenos de quienes toman las decisiones que administran nuestra vida. El afán de crecer infinitamente en un mundo finito, nos está llevando a un precipicio anunciado. Todos los estudios, análisis, etc., lo certifican.
Pero todo el Poder actual de los grupos financieros y sus lacayos, no se funda finalmente ni en su dinero, ni en sus armas ni ejércitos, ni siquiera en su mitología engañosamente ideológica. Su Poder, se sustenta en EL CONSUMO.
Y, ecuación para niños: ¿qué necesita el PODER del CONSUMO? Obvio: CONSUMIDORES.
Y esto último, somos nosotros, todos: consumidores. Aparentemente es una denominación peyorativa. Y sin embargo: ¿si tomamos conciencia de ello, y de capital pasivo lo transformamos en capital activo, se da cuenta, el inmenso Poder que poseemos? Esto es exactamente lo que en dialéctica, se llama una “contradicción”: los grandes grupos económicos, que han convertido a los políticos en sus cómplices y servidores para arrebatarnos nuestro derecho a una vida digna, nos han otorgado al mismo tiempo “la llave maestra” del poder actual: ser consumidores.
Ser consumidor – que no contempla ni izquierdas ni derechas -, hoy en día es una potencialidad de poder que ni siquiera los luchadores sociales han intentado organizar. Quizás, mejor así.
¡Y qué! ¿Con todo esto, lo estoy llamando al extremismo de dejar de consumir? ¿Le estoy invitando a dejar de comprar kerosén para la cocina o calefacción? ¿Lo quiero incitar a que no compre zanahorias, un computador, un celular, un auto, el vestido precioso que vio en la tienda ayer tarde?
Nada de eso. Sólo quiero llamarle su atención sobre la necesidad de ejercer el Poder que usted y yo tenemos. Solamente le sugiero que comencemos a administrarlo, a racionalizarlo, individualmente. ¿Puede usted, en estos momentos, eliminar o disminuir en algo su consumo? De momento no se preocupe si su vecino hace lo mismo. Ni siquiera intente normativizar la vida de sus cercanos: hijos, marido, esposa, hermanos, novia o novio, etc. No. Comencemos por nosotros mismos, individualmente, usted y yo.
Sin darnos cuenta, racionalizando nuestro consumo individual, ese Poder, el poder de nosotros los consumidores, se irá convirtiendo en algo colectivo. Y quién sabe, llegará el día en que nos pondremos de acuerdo – por el método de boca a boca y/o vía internet - para ejercer nuestro poder de boicotear a los abusadores, a los que insisten en llevarnos al barranco. Será el día en que colectivamente habremos tomado el Poder del Consumo, en nuestras manos.
Por el momento, retengamos esta idea - “claro como una lámpara/ simple como un anillo”, como diría el poeta -: SIN CONSUMO NO HAY CRECIMIENTO. Que es lo mismo que decir, racionalizando nuestro consumo, racionalizamos el crecimiento, y disminuimos el Poder de los poderosos.
De manera que gracias a nosotros – los ciudadanos desheredados, reducidos hoy día solamente a “recursos humanos” de la producción y el consumo - en un futuro próximo, quien desee crecer, deberá someterse a las reglas de nuestro Poder Racional del Consumo, y por tanto, de la producción.
Hoy mismo, probemos de no comprar alguno de los artículos que no nos sea imprescindible. Y con esa simple acción, habremos comenzado a ejercer nuestro Poder.
¿He pretendido decir algo novedoso? No. Solamente que ya es tiempo que comencemos a ejercer nuestro poder los que aún no hemos comenzado…