de Otto Dix, Guerra |
Guerras humanitarias, guerras en defensa de los civiles, que matan cientos de civiles (sic).
Países con una negra historia inquisitorial que han asesinado a sus propios gobernantes –reyes, presidentes -, además de masacrar a sus propios pueblos, invaden países soberanos en defensa de la libertad, de la democracia y derechos humanos.
Extrañas balas, bazucas, bombas, etc., de ciertos “rebeldes”, que no matan. Solamente matan las armas de sus contrarios.
La Organización de las Naciones Unidas, convertida en banda de matones, tan improvisada, en su ambición de apoderarse del petróleo ajeno, que si no fuera por la tragedia que está sembrando recordaría a los “Tres Chiflados”.
Países en bancarrota gracias a sus “hábiles” grupos económicos, empresarios, bancos y políticos, quienes no pueden planificar nada porque los ciega la ambición de sus intereses personales o de grupos. Enriqueciéndose en la misma medida en que nos empobrecen a las grandes mayorías.
La Naturaleza, ha perdido tanto la paciencia, gracias al insaciable afán del hombre de explotarla irracionalmente, que Chile y Japón – además de otros cuantos -, de ser países, se han transformado en cocteleras permanentes.
La Iglesia Católica, como no se revolucione a sí misma, terminará haciéndole misa a los santos de sus parroquias. “Señor, por qué me has abandonado”, parecen gritar algunos curas honestos.
Ya nadie puede asegurar si aún quedan espacios de este globo azul que no estén contaminados por la corrupción: desde reyes, dictadores, presidentes, ministros, en fin, hasta el último torreja, todos entran en la danza.
El Estado Español, a propósito, se ha transformado en el hazmerreír internacional con el chiste de que todo está contaminado por ETA. De acuerdo a lo visto y leído debemos entender que el propio Estado sufre la contaminación. Y, ojo, América Latina, que no está lejano el día en que España vuelva a desembarcar en nuestras costas para defender sus inversiones. Esta vez, eso sí, se encontrará con otros indios singulares, que le dirán: “¡Juela, juela de mis tielas!” (sic).
De manera que estamos haciendo el soberano RIDÍCULO, todos, porque todo está sucediendo con nuestra tolerancia.
Por ello, en un gesto compasivo de la Real Academia de la Lengua, ésta ha decidido dividir la palabra “ridículo” en dos pares de sílabas: ridi y culo.
1. Este aporte de la Real Academia nos permite consolarnos cantando: “Ridi, Pagliaccio…”, aconsejado por numerosos sicólogos sociales, y
2. las otras dos sílabas quedan libres para autodenominarnos: “tontos del culo”, o también, más merecido, “que te den por culo”.