Yo vivo en un
villorrio muy "quitado de bulla" - casi como Fray Luis de León:
"Que descansada vida/ la del que huye del mundanal ruido" - en
Vaudreuil-Dorion, al oeste de Montréal, en cuyo lugar
por razones climáticas, no me doy la oportunidad de
mirar la bóveda
celeste, sobre todo nocturna.
Y generalmente, el
verano - Julio y Agosto - lo paso con la familia en Mundaka, un antiguo pueblo
de Euskadi (País
Vasco).
Y por el contrario,
desde Itxas Begira, la casona construida por mi suegro (nunca mejor dicho
"que en gloria esté"), sentado en el balcón
miro, observo, y vuela mi memoria sentimental mirando la bóveda
celeste nocturna.
Son momentos
emocionantes: embobado mirando el cielo, viene a mi memoria el Chile, mejor
dicho, el Chillán que mi memoria infantil recuerda. ¿Por
qué
no, si las estrellas son mucho más antiguas que mis
recuerdos?
Viene a mi memoria
el maravilloso pueblo de El Carmen (Ñuble), en aquellos años,
similar a los pueblos cinematográficos del Western,
desde el punto de vista paisajístico, claro; mis queridos padres...;
cuentos del terremoto de 1939...; mis amigos de infancia...; la Escuela de
Aplicación,
anexa a la Normal de Chillán...
Y con la misma
velocidad de una estrella fugaz, asciendo de la tierra al cielo y siento
fundirme, o simplemente reencontrarme con el hidrógeno
transformándose
en helio, quiero decir, me imagino renaciendo, emergiendo..., siendo parte
primigenia de ese primer instante...
Otra estrella fugaz,
y estoy aquí
en el balcón
nocturno observando a mis padres "hidrógenos" y
"helióticos"
(¿Helióticas?)...
El placer de la ociosidad...
Qué
injustos son a veces los sentimientos. En Vaudreuil-Dorion me quejo de vivir en
un lugar plano, un valle liso como una calzada. "¡Ah,
cómo
echo de menos la Cordillera - le digo a mi mujer -, las Lomas de El Carmen!
Sin embargo aquí,
en Mundaka, no hay manera de evitar las Lomas. Aquí,
o subes o bajas. No existen los valles. Tampoco puedes evitar los tres pisos
que tiene la casona de Iñaki, mi querido y recordado
suegro-amigo. Muy bonitas las vistas desde Itxas Begira (en euskera quiere
decir algo así
como "mirando hacia el mar"), sí, muy bonitas, pero ¡me
cago en diez!, si sales de la casa, desciendes, si regresas, subes. Y claro,
los nietos, felices suben y bajan corriendo todo el día.
¡Pero
yo ya no soy nieto, joder!
Bien, bien, calmémonos.
Estábamos
en las estrellas, el hidrógeno y vainas de ésas...
Y agrego..., el cambio. Observando el cielo desde este balcón
nada permanece, quizás solamente la luz...
El sabio aquél
que dijo que " todo cambia, nada permanece", seguramente contempló
la bóveda
celeste nocturna desde este balcón en donde yo
escribo estas "cascaritas de piña". Porque aquí
entre el mar y el cielo sólo existe el cambio. De noche o de día,
si estás
de vacaciones como yo y te pones a mirar hacia el mar y el cielo, de día
o de noche, puedes quedarte tranquilo (a). Sobre todo si tu presente es una
mierda.
Porque, desde este
balcón
te digo, el Presente - no sólo lo ha dicho Nicanor Parra -, ya
pasó...
"Lo único
que realmente nos pertenece es el Futuro" ( no me hago responsable de la
literalidad).
Y de mi cosecha, adjunto: ni Pasado ni Presente ni Futuro, ¡ni
narices! Sólo
existe la Luz... A ella pertenecemos...
Por supuesto,
aprovecho de decirles también que tal vez no sea muy provechoso
mirar la bóveda
celeste en vacaciones...