Vivimos en un mundo en que la información masiva ha sido monopolizada por quienes
difunden los presuntos valores del neoliberalismo y la economía de mercado como un nuevo
dios repartidor de bienes.
El mensaje que segundo a segundo recibimos no es siquiera el que entregan los medios
formales de comunicación y los supuestos “ideólogos” del neoliberalismo.
La constante reafirmación de ese mensaje de un mundo pleno de oportunidades para
el más “apto”, hoy llega a través de un mensaje indirecto y por ende más efectivo.
Se trata del campo entretenido -y en apariencia inocente- de los videojuegos, donde aquel
mensaje no encuentra ninguna respuesta que lo confronte.
Millones de niños y adultos ocupan su tiempo libre en los videojuegos de la red hasta tal
punto que ese quehacer se convierte en una adicción.
Numerosos juegos interactivos nos permiten “competir” - incluso con nosotros mismos –.
Ganamos puntos según los enemigos que logremos eliminar con ametralladoras virtuales,
naves espaciales y temibles robots.
Son sumamente entretenidos esos juegos virtuales que permiten apoderarnos de un banco,
de una ciudad o de una región entera. Lo mismo sucede con aquellos mediante los cuales
crece nuestra fortuna virtual hasta convertirnos en millonarios. Una ilusión que llevada
al paroxismo puede enloquecer a los “empresarios” del ciberespacio.
En apariencias, los videojuegos no hablan de reivindicaciones sociales, ideologías u otras
pamplinas. Aparentan ser por completo inocentes. El contrabando está bien disfrazado.
Sin embargo, diversos estudios concluyen que detrás de estos juegos hay una gigantesca
industria ideológico-cultural que el gran capital pone en marcha cada día. El mensaje
ideológico encubierto lo inunda todo: medios de comunicación, redes sociales, ciberespacio.
La vida cotidiana de la humanidad la manejan titánicas fuerzas conservadoras, rayanas en el neofascismo, que actúan como efectivos mecanismos de control social.
Al menos desde hace 40 años, la tecnología ha invadido nuestra vida. La televisión,
internet o el móvil, nos han convertido en tributarios de su dominación. La tecnología
y las ciencias de la comunicación están cambiando el mundo con tanta profundidad
y rapidez que hasta el liberalismo probablemente será convertido a la larga en un deshecho.
Quienes aún intentamos denunciar la falacia de la democracia neoliberal, quienes
conservamos la convicción que otro mundo es posible y necesario, ya no lo podemos
hacer solamente con una pancarta, una manifestación callejera o un discurso bien
intencionado. El tiempo corre en contra nuestra.
Se avecina “...una nueva bomba atómica científica con la potencia suficiente como
para manipular pensamientos, dirigir sentimientos, adulterar recuerdos o falsear
emociones”, afirma Rafael Yuste, profesor de ciencias biológicas y neurociencia,
director del Centro de Neurotecnología de la Universidad de Columbia, que dirige
el Proyecto Brain, creado por el ex presidente Barak Obama con un presupuesto
de ¡6.000 millones de dólares!
El Proyecto Brain, explica el profesor Yuste, consiste en “ desarrollar las técnicas,
que no existen ahora, para registrar la actividad completa del cerebro y poder
manipularla de manera precisa. Es un proyecto de desarrollo de técnicas.
Un primer paso para poder abordar el gran problema de saber cómo funciona el cerebro”.
A continuación él explica qué se podrá hacer dentro de algunas décadas:
“Es muy simple. El cerebro genera la mente. Si entendemos el cerebro, entendemos
la mente. Si podemos leer la actividad del cerebro, podemos leer la mente. Imagínate
que podemos leer la mente y podemos manipular la actividad del cerebro, entonces podemos manipular la mente. Esto es de regla de tres, es de cajón. Podremos manipular la mente
de las personas” (1).
Noblesse oblige: el profesor Yuste (español, 56 años) también tiene preocupaciones
éticas: “las ciencias –advierte- siempre han sido utilizadas para bien o para mal”, señala.
Aunque la pancarta sea todavía un símbolo de protesta, ¿habrá algunos jóvenes
contestatarios que exploren las posibilidades de expresar en la red un mensaje de cooperación social tan entretenido e indirecto como aquellos que sacralizan al individuo “más apto”?
¿Podremos contar con especialistas que se introduzcan seriamente en la Inteligencia
Artificial para fomentar la respuesta ideológica al neoliberalismo? No se trata de difundir
El Capital u otras teorías sociales liberadoras de una manera literal sino artística.
Tal como hacen los innumerables “juegos” que existen la red y con los cuales alucinan
niños, jóvenes y viejos.
Por el momento, tengo claro que el profesor Yuste camina con decisión hacia
el “rediseño de la especie humana”, cumpliéndose lo que se ha pronosticado:
“Dentro de 30 años no importa lo que pase con Marte, sino lo que pasará con
nuestra mente...” Y esto no ocurrirá mediante un acuerdo plebiscitario democrático,
sino a traición utilizando mecanismos tales como los videojuegos.