Vista desde casa |
Nada más salir a la puerta de mi casa
veo ese panorama que inevitablemente me recuerda el Nevado y el Volcán Chillán,
que por cierto, los tengo de pantalla de apertura en mi ordenador.
Son los camiones “quitanieves” que pasan
limpiando la calle y nos van dejando ese panorama gélido, que sin embargo
milagrosamente logra ser absorbido por
nuestra Madre Tierra hacia mediados de abril si nos toca un año benigno.
Es el viento - aunque bastan solamente
brisas -, para prever que no es recomendable ser parte del paisaje, es más
aconsejable ser solamente un lánguido espectador desde los ventanales de tu
casa o apartamento. Treinta grados bajo cero, sobre todo cuando esa temperatura
se mantiene por días como es el caso de este año, no resultan muy acogedores.
Las autoridades te advierten: restringir
las salidas a la calle o a la carretera para lo que sea estrictamente
necesario. No obstante el país debe continuar funcionando: escuelas,
administraciones diversas, alimentación, etc., etc. Y aún no hemos llegado a un
desarrollo de la tecnología en que bastará
presionar un botón y la ciudad seguirá funcionando (paradojas: para acabar con
el mundo basta con un botón), todavía se necesita la presencia del ser humano
para ello.
Y algunos de estos seres humanos se ven
sobrepasados por el trabajo: los socorristas de viviendas o carreteras, por
ejemplo; los fontaneros, que luchan contra los cientos de llamados en las casas
en donde se congelaron las cañerías - que fue nuestro caso este año -. Los
bomberos, porque en medio de la nieve, debido a la calefacción defectuosa se
provocan numerosos incendios con fatales consecuencias.
En fin…, juro que mi intención primera
fue comentar con ustedes algo completamente distinto. Será en otra ocasión.