viernes, 1 de diciembre de 2017

HECHOS Y DERECHOS




El nuevo hospital inaugurado recientemente aquí en Montréal es sencillamente una fábula. En realidad, el ambicioso proyecto logró fundir tres hospitales en uno: el antiguo Hôtel Dieu, Notre Dame y Saint-Luc, este último en proceso. Todos ellos forman actualmente el CHUM (Centro Hospitalario de la Universidad de Montréal).

Además de su moderno estilo de construcción, el CHUM cuenta con la tecnología de vanguardia que lo coloca entre los primeros del mundo, si no el primero. Estando ligado a la Universidad, el Hospital cuenta con un Centro de Investigaciones, además del beneficio para los estudiantes de Medicina y Ciencias ligadas a ella.

¿Y a qué viene este entusiasmo se preguntarán quienes no viven en el Québec?

Estimados amigos: de ese hospital, como del resto de otros locales de la Salud, quienes vivimos en el Québec podemos recibir sus servicios gratuitamente: hospitalización, curaciones, exámenes sofisticadísimos, cirugías mayores, etc., sin pagar un dólar. Como le he escuchado decir a un cómico: “No me lo superes, ¡ iguálamelo !”

Yo, que soy más chileno que los antiguos porotos, debo reconocer con vergüenza que en mi país la Salud es uno de los “negocios más florecientes”.

Yo, que debo recordar con rabia lo que me decía un taxista chileno en 2012: -“Aquí, don Nelson, el que se enferma y no tiene plata se muere nomás pus. Por ejemplo yo mismo”.

Yo, que recuerdo con indignación que una señora que nos ayudaba en el servicio doméstico no podía hacerse una operación porque le cobraban $ 6.000.000 de pesos. De sólo recordarlo se me sube la leche.

En fin. ¿Comprenden entonces el motivo de mi alegría al conocer la inauguración del CHUM?


Todos los países que consideran la Salud y la Educación como un derecho ciudadano cuentan con todos mis respetos. Del mismo modo que cuentan con mi aliento y admiración quienes luchan por obtener esos derechos.

lunes, 23 de octubre de 2017

LES INCONDUITES SEXUELLES




En medio de turbias aguas políticas internacionales, y con motivo de las acusaciones de acoso sexual en contra del multimillonario norteamericano Harvey Weinstein, aquí en Montréal se ha desatado una verdadera epidemia de imputaciones a diversos personeros de la política, los medios de comunicación y otros.

Mujeres – en su mayoría, porque también hay gays entre los acusados - que habían guardado silencio por años de su abuso sexual decidieron abrir la caja de pandora.

Al parecer, con más moral que Weinstein, entre los Québécois imputados, algunos han renunciado a sus puestos, otros han decidido poner término a su carrera profesional, otros han retirado su candidatura a la alcaldía de Montréal, etc.

Como quiera que sea, es singular este aspecto del Poder – económico, administrativo o de “prestigio social” – que crea la pulsión malsana de atropellar la dignidad de las personas, en este caso tocaciones y violaciones sexuales de hecho sin consentimiento.

Las mujeres nunca debieron permitir que les cambiaran las “Diosas” por “Dioses”. Tal vez aún están a tiempo.

Pese a todo, las mujeres que no han sido atacadas, pueden reírse de los idiotas acosadores que se pierden el incomparable placer adicional de la complicidad cuando existe el consentimiento.



jueves, 10 de agosto de 2017

LA LUZ, EL CAMBIO, EL TIEMPO

Izaro, de Begoña Zabala Aguirre






Entre el peñón de Ogoño y la Isla de Ízaro nada se detiene... Siento que estoy dentro de la transformación, soy parte de ella... La Luz y su mutación constante me maravilla. El ruido del mar puliendo incesantemente por millones de años las rústicas y agresivas peñas deleita mis oídos...

El horizonte... Como mis ancestros me vuelvo a preguntar ¿habrá algo detrás del horizonte...?

El verde del paisaje luce magníficamente encubierto detrás de gasas de "sirimiri" que flota en el aire como un velo en este país donde aún habitan  las diosas en medio de las algas...

Mirando las nubes mi imaginación se entretiene jugando a la pareidolia..., y luego me vuelvo a preguntar: ¿esta maravillosa bóveda azul es solamente uno de los infinitos y desafiantes horizontes inalcanzables...?

En un  instante de soliloquio vacacional como éste, bien vale la pena recordar y agradecer una magnífica cata de vinos y champanes de ayer tarde, 9 de agosto, entre gentes queridas y agradables amistades...

¡Salud!













jueves, 6 de julio de 2017

REMINISCENCIAS




Cuando crecí y comencé a ver pinturas o litografías de la Edad Media, cuando vi el cine de época, cuando comencé a leer, me di cuenta que efectivamente en 1940 durante las vacaciones de mi infancia, yo había vivido en una atmósfera del Siglo XIII en el pueblo de El Carmen (Ñuble) y sus alrededores: el vestuario, las costumbres; las formas de trabajo, ayudándose los vecinos unos con otros; la relación con la naturaleza y lo divino, mezcla de paganismo y cristianismo; la autoridad del cura; y el respeto a los “señores de la zona”.

El dinero líquido circulaba muy escasamente, todo era por trueque: tantos huevos igual tantas velas o parafina (kerosén); tantas gallinas tanta tela; estos pollos por el azúcar y la manteca, etc.

En ese tiempo, varios de los campesinos que conocí se pusieron zapatos por primera vez cuando hicieron el Servicio Militar. ¡Y cómo les costó acostumbrarse a los duros bototos! Esa Edad Media del campo de la zona central chilena todavía en la década de 1940, siendo muy pintoresca en el recuerdo, era sin embargo una vida muy dura para los pequeños propietarios agrícolas.

Cuando niño vi cosechas de trigo tan modestas que bastaban una o dos personas golpeando los manojos de espigas contra el suelo para cosechar un medio quintal.

Pero estuve también en trillas de trigo con 50 yeguas, en dos “Eras”. En las trillas se mezclaban el trabajo, la religiosidad, el paganismo, la superstición, y las damajuanas o cueros de vino tinto.

A propósito, en la puebla de los Troncoso, recuerdo a un grupo abigarrado de siete u ocho mujeres bajo un gran castaño que había en la parte alta de la loma invocando al viento. Sí, invocando al viento... Sucedía que cuando terminaba la trilla a yegua había que aventar el trigo arrumado en la “Era” para separarlo de la paja. A veces no había viento, ni siquiera una brisa. Entonces las mujeres – las recuerdo con sus trajes negros, faldas largas hasta los tobillos, sus pañuelos en la cabeza -, se reunían allí cerca de la Era, y comenzaban a gritar en coro con voz aguda y monótona:

-“¡Poto roto, poto rooooto, potoooo roootoooo! ¡Poto roto, poto roto, poto roooootoooo!”.

Aquello adquiría una atmósfera ceremonial, porque en realidad era un conjuro que rebotaba como eco por el monte una y otra vez.

¿Y qué creen ustedes?... ¡El viento venía! ¡Con el conjuro se invocaba al viento, y el viento venía, como el galán que se pasea ostentoso por la sala de baile! ¡El viento venía como chiquilla “chijeta” que mueve la falda mostrando casi hasta la rodilla! ¡Era maravilloso! ¡El viento venía…!

Los hombres agradecidos, con sus palas de madera comenzaban a lanzar el trigo al aire, y una lluvia dorada de paja se alejaba con el viento, mientras los granos de trigo caían ruidosos sobre la tierra endurecida de la Era…