La verdad es que sabiendo la triste
situación a la que ha llegado mi país con la dictadura del sinvergüenza de
Pinochet y sus secuelas actuales, me doy cuenta que quienes nos hemos dedicado
a la creación artística en Chile, hemos desaprovechado la galería de personajes
que recorren nuestra historia. Todos, cual más cual menos (incluido quien esto
escribe), hemos sido personajes de luces y sombras. Luces y sombras que nos acompañan
desde Pedro de Valdivia, sin excluir a los pueblos originarios, de norte a sur.
Como actor que soy, desde hace 60 años
observo a mi gente chilena (yo, entre ellos) y a los pueblos originarios: al
ser humano que sustenta a los millonarios, ricos, sectores medios, pobres,
indigentes, etc., definidos hoy sin embargo con esas ridículas letras
eufemísticas, muy acorde con la hipocresía que se ha hecho congénita en mi país:
ABC1, C2, C3, D, E, y F.
Para conocimiento de quienes no son
chilenos o no residen en Chile, les informo que esta clasificación no ha sido
definida ni por economistas, ni sociólogos o algún sesudo teórico. No. Esta
desclasada clasificación, ha sido impuesta por “los
estudios de mercado y el marketing que clasifica a la población de acuerdo a
sus ingresos, a ciertas características cualitativas, lugares de residencia y
hábitos de consumo”. Así, de un plumazo, en Chile, el Marketing le ganó la
partida a Marx y Lenin, superando la “sociedad de clases”.
Para subrayar la hipocresía, el ABC1 sólo
clasifica a los sectores medios, ni a los ricos ni menos a los millonarios. Los
mercachifles no encontraron una letra antes que la A. Sin embargo tuvieron la
habilidad de encontrarle una letra al sector social indigente, la E.
Si los Indigentes están considerados en
la letra E, ¿se imagina usted, que nos es chileno, en qué situación
sobrevivirán los de la letra F?
Ahora bien, los “fantasmas”, es decir, el
sector que no clasifica en el ABC1, son justamente quienes han tenido la sartén
por el mango toda la vida. Más aún en un país que se organizó desde un comienzo
en base al nepotismo. Sector que pretende ser una especie de “materia negra”,
que no se puede detectar “sino sólo por sus efectos”.
Y sus efectos son justamente los que
están a la orden del día en mi país. Los fantasmas, una vez más en nuestra
historia, han tenido que dar la cara (o descara), sus nombres y apellidos.
Estos fantasmas, para quienes el
marketing no tiene “letras”, se alimentan y crecen chupando la leche de la teta
del Fisco, pero no lo alimentan. Ese deber le corresponde a los “huevones” que
clasifican en el ABCEDARIO.
Por último, The International Institute
of Dermatology, ha decidido enviar una delegación a Chile con el objetivo de
estudiar el “cuero´e chancho” que tienen los chilenos para aguantar tanto abuso
e injusticia.
En conocimiento de lo anterior, varios
sectores de chilenos, pertenecientes al ABCEDARIO, levantan la tarea política
de exigir una Asamblea Constituyente para refundar el país.
Quién sabe si con ello logran quitarle la
teta a los fantasmas, aunque sea por algunos años, mientras dure la épica de la
reformas.