Hace unos días vi un film sobre un siniestro asesino inglés de los años 40, John George Haigh, ingeniero químico, que descubrió la manera de disimular fríamente sus crímenes, disolviendo los cadáveres en ácido sulfúrico. Fue descubierto en su sexto asesinato.
Viendo la película – como muchas veces me ocurre -, recordé El Chacal de Nahueltoro, un film que protagonicé, y que relata la historia real de un horrible crimen cometido por un campesino, socialmente marginal, y alcohólico. El contraste con John George Haigh es total.
A mi juicio, Jorge del Carmen Valenzuela Torres cometió el crimen en un estado emocional que provocó su trágico descontrol – que no disminuye su responsabilidad -, por lo cual fue sentenciado a la pena de muerte por fusilamiento.
Y es contradictorio que sea ese personaje el que me ha dejado un vínculo - también emocional -, diría, imperecedero, no sólo con los espectadores chilenos, sino con todos aquellos que han visto la película que, además, es considerada un icono del Cine Chileno.
Por supuesto, ese vínculo, me hace responsable culturalmente con mi país, hecho que me alegra y me alienta luego de haber dejado de trabajar como actor.
