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Los “entendidos”, dicen que no existe un ser humano que nunca haya mentido. Precisamente, la primera mentira sería decir “yo nunca he mentido”. Evidentemente usted y yo sabemos que hay mentiras y MENTIRAS. Cada uno de nosotros sabe cuál de ellas ha elegido, o se ha visto obligado, a lo largo de su vida.
A veces, las circunstancias que nos obligaron a mentir nos condenan, aunque existen casos en que ellas mismas pueden ser nuestro perdón o indulgencia.
Para no aburrirles con las profundidades de la psicología – que estoy lejos de dominar -, (existen varios libros al respecto), fíjese lo que nos dice nuestro amigo Google: “Los motivos por los que mentimos son muchos: para quedar bien, para excusarse, para evitar una bronca, para obtener algo, para no perder derechos, para no tomar decisiones o retrasarse, para protegernos, para proteger a otros o para no hacer sufrir a otros”.
Pero, amistades, las grandes MENTIRAS requieren grandes VERDADES, y muchas veces, para imponer estas últimas, se requiere mucho coraje, sobre todo si trata de secretos de Estado.
Precisamente, fue esto lo que me causó profunda emoción, viendo el film inglés “Official Secrets”, producido en 2019, que da cuenta del coraje de una muchacha de apenas 28 años, Katharine Teresa Gun, que denunció la gran MENTIRA – Irak poseía armas de destrucción masiva -, que el gobierno de las EEUU, coludido con Inglaterra, montaron para justificar la declaración de guerra en contra de IRAK.
Un film inglés, excelente, dirigido por Gavin Houd, adaptando la novela de Marcia y Thomas Mitchell. Por su contenido humano, por su calidad fílmica e interpretativa, la recomiendo vivamente.