viernes, 21 de septiembre de 2012

LA RIVIÈRE DES OUTAOUAIS




de Nelson Villagra

De regreso a Vaudreuil-Dorion, mi lugar de residencia, he retomado el hábito de salir a caminar una hora.

Durante mi “promenade” (paseo), atravieso el puente de la Rivière des Outaouais - cercano a los 300 metros - para llegar a Pincourt, villorrio vecino. Y de vez en cuando me detengo en medio del puente para contemplar el hermoso paisaje: familias de patos que gozan zambulléndose en busca de alimento; gaviotas, revoloteando algunas, otras, vigilantes esperando al inocente pececillo…, en fin, más allá, los caprichosos islotes boscosos y verdes todavía, y finalmente el sol de media tarde, que cae oblícuo para crear una atmósfera lumínica feérica…

Ese instante de mi detención me resulta tan beneficioso como si tuviera una sesión de yoga o de meditación trascendental.

Contemplando la belleza y quietud del paisaje de la Rivière des Outaouais, algunos de estos días, me he sonreído… Me he sonreído porque recuerdo que aún no hace 30 días, viví 8 meses en una ciudad loca y caótica: Santiago de Chile.

Me sonrío, además, porque desde la paz de este paisaje, recuerdo con más aprecio y cariño a los amigos con los cuales tuve la oportunidad de compartir durante los 8 meses; recuerdo con agrado placentero a mis compañeros de trabajo; también a tantos espectadores que se acercaron en la calle para saludarme, para expresarme una cálida palabra de elogio. Desde este paisaje, recuerdo con simpatía a don Rolando y a don Juan, gentiles taxistas que me facilitaron la vida ayudándome a atravesar la vorágine santiaguina.

Sólo me falta al fondo de este paisaje la Cordillera nevada, que solamente tuve ocasión de contemplar una o dos veces allá en Santiago, sin embargo. Porque el verano y la primavera decidieron confabularse en contra del invierno este año 2012.

Y continúo mi paseo, sabiendo que regresaré por el mismo camino lleno de imágenes y proyectos que bullen en mi mente. A propósito, hoy que la neurobiología ha establecido que la memoria no sólo es un receptáculo del pasado, sino también creadora del futuro, revisaré un intento de escribir mis memorias. Y claro, ahora estoy confundido, no sé si titularlas Memorias del Futuro… o…

Estos científicos “son la leche”, como decía mi suegro-amigo. Actualmente están desmintiendo todo lo que me costó tantos años retener. Resulta que ahora mi inconsciente es más útil que mi conciencia (lo cual entre otras cosas pone en jaque el libre albedrío); resulta que la realidad que veo no es la realidad; resulta que cualquier afirmación es tan válida como una negación; resulta que los sentimientos son más efectivos que la razón…

Y para finalizar – porque las “renovaciones” son infinitas -, resulta que hay varios de estos señores científicos que han concluido en que la verdadera solución para el género humano es REDISEÑARNOS BIOLÓGICAMENTE, y se preparan para hacerlo antes de lo que podamos imaginar…

Al puente, al puente, necesito volver al puente de la Rivière des Outaouais…

sábado, 8 de septiembre de 2012

IDAS Y VENIDAS



  
Hace un par de semanas, regresé de Chile – mi país natal - luego de 8 meses de estadía a propósito de un trabajo artístico. Trabajo que me obligó a permanecer en Santiago, la capital, ciudad loca y agobiante.

Quizás como nunca antes, esta vez se me hizo muy presente que hace 38 años que salí de mi país. 38 años que no pasan en balde. Si mal no recuerdo, tenía 37 cuando hube de abandonar aquella extraña larga faja de tierra.

Y digo extraña, porque cualquiera que mire el mapa físico de diversos países, esta delgada franja terrena que corre a partir de Arica por el norte hasta Punta Arenas por el sur, cercada por la cordillera de Los Andes por el Este y el Pacífico por el Oeste, resulta singular.

Sin embargo, este “largo pétalo de mar y vino y nieve” (al decir de Neruda), no termina en Punta Arenas, sino que atravesando el Estrecho de Magallanes, aún hay que agregarle un gran pedazo de Tierra del Fuego, y luego otro fragmento no despreciable de la Antártica.

Y es singular también que esta delgada franja, a medida que avanza hacia el sur, se vaya desgranando en una infinidad de islas e islotes, archipiélagos laberínticos donde se puede extraviar hasta el marino más avezado…

Agréguele a eso la Isla Juan Fernández – de triste memoria por un accidente aéreo -; la Isla de Pascua con sus enigmáticos Mohai; la Isla Santa María – de triste y negro recuerdo -; la Isla Dawson aún de más triste y sobre todo vergonzosa memoria. En fin, les puedo asegurar que hay muchas islas, cada una con su historia.

Y si usted se adentra en el país, en el territorio continental, es posible que perciba que curiosamente la ciudad de Santiago, por ejemplo, está constituida por tantos archipiélagos, como familias y consumidores la habitan.

Esa fue la impresión que me dejó Santiago. Y yo no sé si es verdad que “Santiago es Chile”.

Pienso que a pesar de todo, el avance de las comunicaciones internacionales han disminuido nuestra insularidad… Pero al parecer, en general, los habitantes no han podido evitar el contagio de las islas y archipiélagos…