Sobre cada piedra una gaviota (mouette)…, y son decenas… Sobre dos piedras dos garzas (hérons), solitarias, vigilantes, semejando periscopios que observan el horizonte… Más allá, una docena de gansos (jars), que han elegido la “Rivière des Outaouais” para descansar en su larga peregrinación desde no se sabe dónde ni hacia dónde… Finalmente, docenas de patos (canards), que habitan desde hace años debajo del puente. Otro día averiguaré si existen los abuelos entre los patos, porque estas familias aumentan año tras año. Todos ellos rebuscan gustosos su alimento entre las peñas y las raíces de los bajos del río…
Descansando un momento de mi caminata habitual de 6 kilómetros, me he detenido en el puente que en 600 metros cruza la Rivière des Outaouais, en una agradable tarde de estos días iniciales del otoño. El sol cae sesgado sobre este ancho brazo del río Saint-Laurent, creando brillantes tonos rosáceos y dorados sobre las aguas del río… Más allá, islotes arbolados con hojas amarillentas y rojizas…, y aún más lejos, una lancha con pescadores aficionados completan el cuadro idílico…
En esta estación del año, y aquí, entre Vaudreuil-Dorion y Pincourt (40 kilómetros al oeste de Montréal), el brazo del río deja ver algo de su esqueleto, quiero decir, parte del fondo de su cauce. Y de ese modo, justamente debajo del puente, el Saint-Laurent como todo viejo río devela remolinos y corrientes poderosas que arrastran toneladas de agua…
Sin embargo, a la altura de la ciudad de Montréal – en el puerto - y más allá, camino de su desembocadura en el Atlántico, el río muestra en su superficie aguas plácidas, semejando un lago, escondiendo sus corrientes profundas, peligrosas…
A propósito de los últimos acontecimientos escandalosos sucedidos en Montréal y la provincia del Québec, un símil tentador me viene a la cabeza: garzas, gaviotas y corrientes plácidas en la superficie del río, se parecen a la sociedad humana que constituimos el Québec...
En general, pienso que somos una sociedad honesta y pacífica, pero cada cierto tiempo, las corrientes profundas del Québec aparecen descaradamente en la superficie, haciéndonos sentir una “mayoría de idiotas” que nos esforzamos por cumplir con las leyes y las reglas de una sana convivencia.
Son pocos, es cierto, los que se saltan a la torera las reglas, pocos, pero cada vez más poderosos. Que la mafia - sí, la mafia -, viene introduciendo sus capitales mal habidos en el mercado legal, es algo que todos sabemos, incluso los ingenuos.
Lo sorprendente es que cada vez que ella aparece en la superficie, lo hace con más poder, con mayor imbricación en el mercado, con mayor influencia entre la clase política, entre los cuerpos policiales, empresariado, etc..., al punto que con honrosas excepciones, cuesta diferenciar quién es quién… Y quizás, en esto último consiste el mayor daño que provoca la corrupción promovida por la mafia, y aceptada gustosamente por el afán de lucro.
Es cómico ver los patos en el río con el culo al aire y su cabeza sumida en el agua buscando alimento entre las raíces…
El diagnóstico entregado por el jefe de « l'Unité anticollusion » (anti corrupción), Jacques Duchesneau, luego de un año y medio de trabajo, establece estrechos lazos entre las firmas de “ingenieros consultores”, empresarios de la construcción, empleados del Ministerio de Transportes, e igualmente con los partidos políticos (estos últimos, seducidos por la ayuda financiera que los anteriores señalados prestan a sus campañas electorales).
No es la primera vez que el Saint-Laurent devela sus corrientes profundas (tampoco será la última, desgraciadamente). En la época del deshielo sobre todo, no son los patos quienes navegan en este río, sino gruesos fragmentos de hielo, verdaderos icebergs que arrastrados inevitablemente, denuncian las violentas corrientes que subyacen en el fondo del Saint- Laurent…
Los gansos (les jars), tampoco son testigos de esa gélida estación... En la época del deshielo, ellos se han trasladado a las praderas y humedales del sur del continente. Durante el mes de abril, en el cauce del río no hay peñascos que sobresalgan en donde descansar de sus largos viajes, ni hierbas ni raíces que picotear…
En el mundo descrito en el informe secreto de Jacques Duchesneau – conocido por una filtración a la prensa por estos días -, no hay sólo criminales. Escribe un periodista: Hay también amigos, cuñados, socios, clientes, sindicalistas, funcionarios tontos, ingenieros consultores golosos. Hay corrupción, pero también incompetencia, complacencia, miedo, pereza, inercia. Es todo esto lo que constituye “el sistema que hay que romper”.
Mientras gozo la tarde otoñal de fines de septiembre, me doy cuenta que son las gaviotas las más activas en disputarse una peña en donde posarse. Otras, volando esporádicamente, se lanzan como dardos sobre las aguas para coger el pez que creyó inocentemente que era oportuno gozar también de esta plácida tarde…
En su informe de 70 páginas, Duchesneau no da ningún nombre. Él describe un sistema corrompido, punto: corrupción, colusión, violencia, intimidación, costes hinchados, financiación política ilegal; funcionarios del Ministerio de Transportes que “deslizan” información privilegiada a empresarios, sin olvidar el crimen organizado. “La mafia es influyente y presente en los medios de la construcción”, podemos leer en el informe. Numerosos empresarios son forzados a pagarle al crimen organizado un canon del 5% del valor de los contratos obtenidos... Además de ser ellos mismos los dueños directos de las empresas de la construcción más importantes del mercado…
Si esta fuera una situación limitada al Québec – digo yo - podría pasar por un aspecto folklórico, de curiosidad turística… Sin embargo todos sabemos que el crimen organizado recorre el mundo…, hoy, incrustado en el mercado legal además del ilegal… Y en el caso de Canadá, que tiene un vecino por el sur con casi 9.000 kilómetros de frontera, con un Montréal que está a 7 horas de automóvil de Nueva York (una hora de avión)…
La mafia, aquí en el norte del continente, tiene su cabeza en Estados Unidos, un pie en Canadá y el otro en México…
La pareja de garzas que mencioné al comienzo aún continúan sobre sus piedras, hieráticas, esculturales… ¿Serán una pareja de macho y hembra…, amantes…? (“yo me la llevé al río/ creyendo que era mozuela/ pero tenía marío…”)
El sol rojizo ha declinado en el Oeste. Las aguas del río ahora son grises. La quietud de las aves me indica que es tiempo de regresar a casa.
Inicio la marcha. Y al mirar hacia atrás, me doy cuenta que sobre el asfalto me acompaña mi larga y delgada sombra, como si me persiguiera mi país, Chile… (“largo pétalo de mar, y vino, y nieve…”).
Al reiniciar la vuelta a casa, siento que día a día se profundiza la crisis de credibilidad que nos afecta en el mundo entero… Viene a mi memoria el video del corredor de Bolsa, Alessio Rastani, quien nos ha recordado que este mundo no es precisamente de los inocentes…
Y entonces aparece mi mecanismo de defensa, la asociación con un chiste surge espontánea:
En el Confesionario:
Pecador: Padre, confieso que he robado…
Cura: ¿En qué Ministerio trabajas tú, hijo?