martes, 1 de septiembre de 2009

DÉCIMAS HEROICAS


(del maestro Merardo)

Era Pedro de Valdivia
un bravísimo extremeño,
que a fuer de meterle empeño,
a Chile llegó en cuadrilla
dispuesto a fundar su villa.
Miró los valles y el río,
sacó la espada con brío,
y dijo: “¡Michimalongo,
donde te vea te mondo,
porqu'esto desde hoy es mío!”

Este ingenioso hidalgo
- no aquél de los molinos -,
en vez de construir caminos
ordenó: “¡Vamos andando!
(sin saber, anticipando
a Machado en su cantar:
se hace camino al andar )
“¡Al indio, la Cruz , la bondad
para que tenga humildad,
y al pagano hay que arrasar!”

Y comenzó la Conquista,
la evangelización,
más claro, la expropiación
(según lenguaje marxista,
que tuvo gente muy lista
analizando lo ajeno,
me incluyo en esto de lleno )
de toda la Araucanía.
Forjó a la Capitanía
dura, como el acero.

Valdivia imprimió un matiz,
- tal vez costumbre latina -,
al hacer de Celestina
con todo aquel que feliz,
se tentara en el desliz
de escuchar cantar la diuca
- a veces dando en la nuca
a potenciales aliados -,
ordenándoles: “¡Estás casado!
¡Y, claro, es tuya esa ruca!”

Soldados de buen talante
dijeron “agarra Aguirre”.
¿Un ejemplo que atestigüe?
Elvira de Talagante,
de quien se agarró un galante
encomendero alemán,
Blumen, nombre original,
cambiado por el de Flores,
porque así sonaba a amores
la transacción comercial.

Y así, entre las preces
de la evangelización
se desató la ambición,
sin que nadie se opusiese
que la cruz fuera una especie
transable como una res,
convirtiéndose la Fe
en lo que Cristo abjuró
cuando del Templo expulsó
los comerciantes del Pez.

Total, se hizo una enmienda,
y se escribió en el reverso
que para ser converso
había que soltar prenda,
es decir, toda la hacienda.
Las leyes fueron dictadas
y se impusieron a espada.
Así, se echaron al buche
la tierra de los mapuche
hasta dejarlos sin nada.

El territorio que marca
la bestia por puro instinto,
¿cree usted que es muy distinto
al que defiende su arca,
dispuesto a enfrentar la Parca
para preservar lo suyo?
¿Quién no defiende el terruño,
su mujer y sus creencias,
haciéndole resistencia
al que roba su peculio?

Trescientos años lucharon
los mapuche y huilliche,
y el mismo Ercilla lo dice:
que nunca aquellos cejaron,
y con su arrojo admiraron
a todos los capitanes
que ya, con los musulmanes,
sabían lo que es valiente,
de modo que en esta gente
reconocieron sus pares.

Lo demás…, léase a Ercilla,
lectura recomendada
para todo aquel que nada
en las turbias octavillas
de bailar cueca o cuadrilla.
Son gentes que por oficio
se dicen “¡qué sacrificio
haber nacido morenos,
todos nos miran en menos,
es como un maleficio!”

Yo sé que muchos se temen
un indio detrás del cuarto,
por eso cuando hay un parto,
en vez de mirar los genes,
miran el pelo que tiene
el bebé recién nacido,
y muchos casos ha habido
que arriendan un peluquero:
“Mire, este niño lo quiero
¡rubiecito y relamido!”

Pero en fin, yo pido excusas,
por haberme disgregado
y haber dejado de lado
- quiero decir inconclusa -
la historia que les acusa
al grupo de capitanes
de todos esos desmanes
en contra de la inocencia.
Por eso la resistencia
se registra en los anales.

Permítaseme un aparte
con un respeto profundo,
por quienes fueron oriundos
de esta tierra, los baluartes,
que sin tener ni estandartes
supieron dejar inmune,
algo que no se diluye,
al contrario, se acrecienta,
chilenos: ¡nuestra conciencia!,
identidad que nos une.

De modo que la injusticia
que se comete hoy en día,
contra natura se cría.
A nadie más beneficia,
sino sólo a la codicia
que arrincona a los mapuche.
Y no hay rico que no abuse,
- a falta de autoridades -
sembrando calamidades,
echándose todo al buche.