|
Tomás Gutiérrez-Alea |
Hace muchos años tuve la suerte de trabajar como actor en un magnífico film del realizador cubano Tomás Gutiérrez Alea, “La Última Cena”. En dicho film hay un pequeño monólogo muy bien actuado por un compañero actor cubano, Ildefonso Tamayo.
El film tiene como tronco argumental el hecho verídico ocurrido a fines del siglo XVIII, de un Conde, dueño de un Ingenio Azucarero en Cuba, que tuvo la singular idea de invitar la noche de Viernes Santo a un grupo de sus esclavos para que cenaran con él, intentando rememorar la Última Cena de Cristo.
|
Idelfonso Tamayo y Nelson Villagra en , La Última Cena |
Cuando el Conde se queda dormido en la mesa, rodeado de 12 esclavos, uno de ellos comienza a explicar en su media lengua, la leyenda - de su nación africana - sobre la verdad y la mentira. Dice, más o menos:
-“Cuando Olofin (dios africano de la creación) hizo el mundo, hizo también lo verdá y lo mentira. Lo verdá le salió bonito, bonito, bonito… Lo mentira no le salió bueno… Era flaco y feo, como si tengá enfermedá… A Olofin le dio pena, y le dio machete afilao a lo mentira pa que se defienda… Pasó el tiempo y toíto mundo sólo quería andar con lo verdá… Y un día que se encontraron por lo camino lo verdá con lo mentira, y como ser enemigo, se pelea… Lo verdá ser más fuerte que lo mentira, pero mentira tengá machete, y cuando verdá se descuidá, lo mentira zas, le cortó lo cabeza a lo verdá… Lo verdá sin ojos, sin cabeza, buscó a tientas y encontró la cabeza de lo mentira y se la arrancó, y se puso esa cabeza en donde antes estaba lo suyo… Y desde entonces anda por el mundo engañando a gente cuerpo de lo verdá con lo cabeza de lo mentira…”
A las leyendas africanas hay que ponerles atención, porque ellas son nuestras fuentes originarias, por muy rubios y de ojos azules que seamos hoy.
Y hablando de actores, tengo un amigo actor desde hace mucho tiempo, Jaime Vadell. Comenzamos juntos nuestra vida profesional allá en Chile, hace ya un poco más de 50 años. Waw!
Hacía rato que no nos veíamos, hasta que en 2008 nos reunió un trabajo artístico en una película titulada “El Regalo”. Y nos reímos mucho en los momentos de descanso, haciendo recuerdos, pero sobre todo a propósito de un amigo que tenía el padre de Jaime, por allá por los años 40. Era este, un caballero en la cincuentena en aquella época, originario de la península ibérica.
Este caballero solía comentarle al padre de mi amigo:
-¡Yo no voy al “biógrafo” porque ahí se cuentan solamente mentiras!
-¿Por qué dices eso?
-¡Hombre! ¡Qué preguntas! ¿Tú crees que la niña se muere de verdad en las películas? ¡Qué va! ¡Mentiras! ¡Que se ríen de nosotros, que te lo digo yo! Termina la película, y la muchacha y el que la mató se van muertos de la risa por ahí a beber un café, a bailar, a pasarlo bien. Luego ese otro, llora junto a la tumba de su madre… ¡Que no hay tumba ni nada, ni madre que lo parió! ¡Que son mentiras, hombre! ¡Quién va a creer eso, si el mismo que llora en esta película, en la otra anda de fiesta en fiesta! ¡Que son todas mentiras! ¡Que los autos tampoco corren, ni los trenes, que les mueven telones atrás, y las tempestades, en fin, todo eso son mentiras!
Y en fin, el vejete continuaba argumentando que nada de lo que se veía en el cine era verdad.
Sin embargo, yo afirmo por el contrario, que en el teatro, cine, danza, ópera, pantomima, marionetas, títeres - quizás se me escape algún arte de la representación -, todo es verdad. Escénicamente, todo es verdad, incluso en aquellas expresiones del arte escénico en las cuales se nos explicita que lo que estamos viendo es ficción.
La mentira, por el contrario, es patrimonio del mundo real, ese que para nosotros, simples terráqueos, sigue siendo parámetro de la verdad – paradoja -, de lo que ocurre realmente. Y ello, pese a que para los Físicos, la realidad es un fenómeno cada día más difuso, más relativo, en fin, ¿más engañoso?
De manera que me pregunto, ¿sinceramente pensamos que en la realidad humana vivimos la verdad?
¿No le parece más bien que de común acuerdo, digamos, acuerdo tácito, nosotros hemos venido construyendo una realidad humana llena de mentiras? Entre mayor sea el engaño construido, más sofisticado es el argumento que lo sostiene. Cada época ha construido sus propias mentiras, y varias de ellas han tenido la virtud de trascender las épocas.
Sin embargo nuestra domesticación social – quizás autodomesticación – natural, nos impulsa a seguir engañándonos, quiero decir, nos impulsa a seguir creyendo que nuestras mentiras son verdades.
Supongo que debe ser el instinto de autodefensa el que nos mantiene prisioneros del autoengaño y del engaño. ¿Porque, qué sería de nosotros si nos decidiéramos a decirnos la verdad, a decir la verdad, y a exigir la verdad?
Es probable que por esa causa nos resulte tan entretenida – y una catarsis - la ficción artística, porque precisamente en ella podemos exponer nuestras verdades como si fueran mentiras: “son cosas de las películas, del arte, del teatro, de las novelas”, etc.
Pero por muy abstracta que sea la ficción o la acción artística que presenciamos, por muy fantástica que ella sea, sabemos y sentimos que se refiere a nosotros.
Ya sea que la ficción o la acción artística nos exponga el amor; la angustia; la evasión; el éxtasis de la belleza; la envidia; la corrupción; el crimen, la ambición, etc., etc., sabemos y sentimos que se refiere a nosotros, a nuestras verdades. Y por más terrible y tortuosa que sea la forma en que la ficción nos sea presentada por el artista, nuestra realidad humana supera toda ficción.
Los científicos se queman la cabeza y las pestañas noche y día intentando establecer verdades científicas. Son miles que a través del mundo, con las mejores intenciones, están de cabeza día y noche sobre las probetas, microscopios, telescopios, etc.
Pero todos sabemos también – de acuerdo a las observaciones - que la MENTIRA acecha a las ciencias, escondida en las oquedades de la ambición y el afán de lucro que termina torciendo los fines originales. Ya lo dijo Merardo en sus cuadernos:
“¿Es que digo yo mentiras?
¿No ve cómo son las cosas,
que pudiendo ser hermosas
acaban envilecidas?...”
Ideologías, religiones, constituciones, normas, en fin, todo es manipulado en beneficio de ese extraño ente, el Poder, intrínsecamente mentiroso.
“Y desde entonces anda por el mundo engañando gente, cuerpo de lo verdá con lo cabeza de lo mentira…”
Lo dicho, el arte es lo único que nos hace vivir la verdad humana sin daño para nadie. Porque mientras nuestros sentimientos - sí, repito, nuestros sentimientos – acepten la organicidad del fenómeno artístico que presenciamos, todo nuestro ser es invadido por el placer de “sentirpensar” lo inesperado, y a la vez intransferible.