sábado, 12 de marzo de 2016

UN DÍA FELIZ



Marc Chagall

Cuando te agarra la superstición temes declarar tu felicidad. Sin embargo ésta - hoy, sábado 12/03/16 -, se me ha presentado de manera tan sencilla y tan al alcance de la mano que no puedo por menos de propalarla:

en la mañana supe que de 7 números de una lotería, acerté 4. El premio es nimio, pero es un premio. Primera felicidad.

Decidí no leer las noticias, dedicándome a ver imágenes de catedrales, mezquitas y templos. Una maravilla, las imágenes y su historia. El arte de la arquitectura… Un gran placer.

Hacia el mediodía la temperatura había subido a 9° y con sol. Salí a caminar… ¿Saben ustedes la dicha que se siente luego de tres meses de nieve y frío, entrecerrar los ojos porque la lámpara brilla como si fuera eterna? El aire fresco sobre las mejillas…, el aire puro de un barrio silencioso, íntimo…Una hora de felicidad.

Regresé a casa, y ¡oh, maravilla! Mi mujer, mi amorosa, había preparado un salmón de “agárrate y no te menees”: sabores indescriptibles. Ni príncipes, ni jeques, ni san Juan bendito, se habrá deleitado con tales sabores. Begoña, mi amorosa, tiene muy buena mano para la cocina, pero esta vez, con el salmón, se pasó veinte estaciones. Una delicia, unos aromas, una exquisitez, un enardecimiento emocional…, solamente igualable a lo que no corresponde describir aquí. Felicidad “borbonoteada” (de borbotones).

Mientras comíamos recordamos que esta tarde recibiremos la visita de nuestro par de nietos (Eneko y Mider) 11 y 7 años, que además dormirán en nuestra casa. Otra felicidad.

Al mismo tiempo, Begoña me informó que los tres nietos de Brighton (UK), de 13, 10 y 9 años (Lander, Kai y Aiala), participarán en un acto en beneficio de la fundación Marie Curie que lucha contra el cáncer. Nadarán ellos y muchos más, 5 kilómetros. Felicidad y orgullo.

Luego de la exquisita comida visité los blogs de mi amorosa. Debo reconocer que son tan hermosos de forma y contenido, tal cual ella lo es como persona, como escritora y como actriz.

Es decir…, ya ven, un día sobre el cual no quiero insistir, de acuerdo a lo manifestado al comienzo.


Pero el salmón, mis amigos…, ¡ese salmón…! Fue el broche de oro de este día de felicidad.


PASAJEROS A BORDO


(Fragmento)

… De las aguas nació el hombre,
de los gases la dureza,
de lo humano la esperanza,
de los ricos la pobreza.
Ay, qué bien hecho!


Se amamantan de la tierra,
de sus bosques y sus mares,
diferentes, pero juntos,
igual hombres que animales.
Ay, qué bien hecho!

Las mujeres con los hombres
acostados en un lecho
si suspiran abrazados
se transforman en cerezo.
Ay, qué bien hecho!

Somos aves migratorias
semejantes a galaxias
nuestro viaje al infinito
es la única esperanza.
Ay, qué bien hecho!




viernes, 4 de marzo de 2016

PRODIGIOS DE LOS SERES HUMANOS


Aunque para muchos que lean las siguientes líneas será una información atrasada, para otros tantos puede ser desconocida, como lo era para mí.

Leyendo un interesante libro sobre las catedrales cristianas europeas construidas entre los siglos XII y XVI, me encontré con una alusión que el autor hacía de paso: “Las Torres de Watts” y el nombre de Simon Rodia.

Nada hay más refrescante hoy en día que encontrarse con un ser humano dispuesto a transformar en realidad las utopías:


SIMON RODIA Y LAS TORRES WATTS.

El sueño que un hombre construyó durante 33 años.

Sabato “Simon” Rodia fue un emigrante italiano, que como muchos otros, buscó fortuna en los Estados Unidos de los años 20. Establecido en Los Ángeles, allí se dedicó a construir unas torres que hoy en día siguen siendo visitadas por miles de personas.
Nacido en Italia el15 de Abril de 1875 fue un trabajador de la construcción  que emigró a EEUU con sólo 15 años para ganarse la vida. En 1920, se estableció en Los Ángeles, y allí comenzó a dar forma a una idea que le rondaba por la cabeza.

A finales del mismo año firmó las escrituras de propiedad de un modesto terreno perdido en la periferia de la ciudad, en el distrito de Watts, iniciando así su sueño y recordando de manera especial aquel día:  “Hacía un calor insoportable. Me abaniqué con los documentos que acababa de firmar ante el notario. Parecía el fin del mundo”.  Por esa razón aquel día, además de encerrar un enorme significado sentimental para su vida, sería inolvidable.

Pero ese terreno abandonado se convertiría en un lugar famoso gracias a su plan de construir en él unas torres.

Un año después, comenzó la construcción de sus torres durante su tiempo libre. Trabajó de manera febril, y lo hizo  por espacio de treinta y tres años, entre 1921 y 1954. El autor llamó originalmente a la obra “Nuestro pueblo”, aunque actualmente no se suele usar esa denominación para nombrar esta construcción, que desde 1990 es Monumento histórico nacional de los Estados Unidos.

Primero construyó las armaduras de las torres formadas por tubos y varillas de acero, envueltas con mallas de alambre y recubiertas con mortero. Los apoyos de la estructura están cubiertos con piezas de porcelana, azulejos y vidrios.

Una vez hecha la estructura las recubrió con materiales variopintos con fines estéticos, como piezas de porcelana y cerámica, azulejos, vidrio, somieres, botellas, chapa, conchas marinas, etc… Entre los materiales se pueden encontrar incluso los logos y marcas de bebidas de la época cuyos envases eran usados. Rodia, solía usar los trozos desechados por una fábrica del distrito angelino de Malibú, aunque también se surtía de los pedazos de envases que los niños le llevaban con la ilusión de que los añadiese a su obra, y de otras muchas fuentes que aportaban su granito de arena.

Al final creó 17 estructuras interconectadas entre sí. Así es como Simón iba dando forma a su sueño mientras creaba un espectacular ejemplo de arquitectura vernácula o popular no tradicional.

Pero llegaron los contratiempos, y conforme la zona comenzó a poblarse, varias personas se quejaron de su altura de más de 30 metros, y  su obra comenzó a sufrir actos vandálicos. Luego llegó la Segunda Guerra Mundial y algunos vecinos que  guardaban rencor con Simón por su origen italiano, le denunciaron alegando que las torres eran en realidad unas antenas camufladas al servicio del enemigo japonés.
Al final, cansado y harto de que sus propios vecinos boicotearan su obra, Simón abandonó su proyecto en 1954, vendió la parcela y abandonó Los Ángeles. Simón Rodia se estableció en Martinez. Nunca regresó a Los Ángeles y jamás volvió a ver sus torres. Murió 10 años después el 16 de julio de 1965.

La casa que se encontraba en dicha parcela sufrió un incendio después de la marcha de Simón, y las autoridades de la ciudad se plantearon la demolición de las torres, pero la propiedad fue comprada por el actor Nicholas King, y el director de Hollywood, William Cartwrigth.

Cuando las autoridades se enteraron de la venta, decidieron acelerar los trámites de demolición para acabar con el lugar, pero por aquel entonces las torres ya eran conocidas en la ciudad, y hubo oposición a esta intervención. Se constituyó un comité para negociar con el Ayuntamiento, y se evaluó la seguridad de las estructuras con un equipo de ingenieros.

Durante las pruebas, se ató un cable metálico a lo alto de las torres, y se tiró de él con una grúa. La máquina no sólo no fue capaz de tirarlas, sino que ni siquiera pudo moverlas, y se concluyeron las pruebas cuando se acabó estropeando la máquina.
Sus propietarios conservaron la obra hasta que en 1975 fue donada al Estado de California, pasando a ser un lugar protegido y llamándose “El Parque Histórico del Estado de las Torres Watts de Simon Rodia”.

El lugar no sufrió daños durante los disturbios que ocurrieron en el barrio Watts en 1965, aunque sí se dañaron levemente en un terremoto en 1994, volviendo a ser abiertas al público en 2001, tras su reparación.

Posteado por Dragonerrante.

NOTA : me he permitido modificar la disposición y cantidad de imágenes del blog original para evitar publicidades ajenas a mi interés.