A propósito de esta noticia, recordé una anécdota que me aconteció mientras
realizaba una investigación artística en el Hospital Siquiátrico de Santiago de
Chile, tal vez en el 2000-2001…
El médico, me llevó al Pensionado del Hospital y me presentó a un señor
gordito y calvo, bajo de estatura, cercano a los 70 años.
-Don Roberto le será útil para lo que usted necesita, me dijo el médico,
dejándome allí en el dormitorio con el afable caballero.
Don Roberto era verdaderamente un hombre simpático y agradable.
-¿Cómo es su nombre?, me preguntó… Ah, Nelson… Entonces me ofreció la única
silla de la habitación, mientras él se sentó en la cama… Bueno, don Nelson,
dijo con una sonrisa triste, como cualquier persona normal, convaleciente… El
doctor le habrá contado mi desgracia. Estoy aquí por la maldad de mi hija y su
marido que me han declarado loco para quedarse con mi herencia. La traición y
la maldad de una hija es muy dolorosa, muy dolorosa. El doctor lo sabe, y aquí
me tratan muy bien dándome calmantes para que no llore, para que no me deprima…
Hasta ahí, la historia de Don Roberto me parecía completamente normal. Triste,
pero normal. No me explicaba el motivo para tenerlo en un Siquiátrico.
-Y si sólo fuera eso… suspiró. Hay mucho abuso en este mundo, don Nelson,
mucho. Y mucha ambición. Figúrese lo que han hecho conmigo… ¿Usted conoce a
Perón ? (un ex presidente de Argentina, personaje polémico hasta el
presente). ¡Son unos canallas ! Dándose cuenta de mi inteligencia
superior, ¿sabe lo que han hecho estos canallas ? Me han cortado la cabeza
y se la han puesto a Perón. Y a mí me han puesto la suya. Es terrible… He
reclamado, lo he gritado a los cuatro vientos. En esta clínica todo el mundo lo
sabe. Ellos saben que tengo que andar con la cabeza de Perón porque me han
robado la mía. Perón, se está aprovechando de mi inteligencia… Él anda con mi
cabeza, ¿me comprende ? ¡Figúrese, mi hija roba mis propiedades, y
Perón me ha robado la cabeza !
Y juro que lo decía de tal modo, con tal convicción, que por momentos me
hacía dudar. Y claro, hoy, leyendo lo del doctor Canavero, he pensado que tal
vez los argentinos – que son tan suyos, hasta con Papa propio – se adelantaron
a Canavero, guardando el secreto.
Cuando me despedí del doctor que me facilitó la investigación, éste me
dijo en la puerta del Hospital:
-Tenga claro don Nelson. Hay más locos ahí en la calle que aquí adentro…, y
me miró escrutadoramente de una manera inquietante…