Así, escrito, parece imposible. Pero los hechos en la historia primitiva, antigua, y moderna, nos demuestran que nosotros, los seres humanos, sufrimos esa pulsión. Y no me refiero a los casos particulares de los “asesinos en serie”, sino socialmente, como grupos humanos, organizados en imperios, dictaduras, Estados democráticos, etc., la pulsión mencionada, ha surgido para dominar al prójimo, para establecer un poder que logre beneficiarse del trabajo de otros grupos, pueblos o naciones. Situación de la cual han surgido numerosas guerras de liberación.
Sinceramente, agradecería que alguien me señalara un período en el mundo, durante el cual no hubo guerras o enfrentamientos armados entre pueblos y/o naciones.
Dicho lo cual, todos los días debo recordar que, pese a todo, al mismo tiempo que la barbarie, han existido seres humanos y organismos dedicados a colaborar en la ayuda y solidaridad con personas y grupos sociales afectados por la guerra, revoluciones o levantamientos armados.
Esos seres humanos y esas organizaciones son la gota de esperanza que alivia la angustia y el pesar de quienes nos importa “el otro”, y por los cuales levantamos constantemente nuestra protesta y solidaridad.