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Supongo que habrá mucha gente a quienes no les preocupa mayormente las guerras, las guerras entre países que no cesan de generarse en diferentes partes del mundo.
Pasaron los tiempos cuando en nuestra juventud, salíamos a las calles a exigir el término de los conflictos armados. Recibíamos palos, nos ahogábamos con las bombas lacrimógenas y más de alguno era detenido por “alterar el orden público”. Éramos ese trozo de juventudes que creímos en la promesa que el horror de la Segunda Guerra Mundial había sido “el sacrificio pata terminar con todas las guerras”.
Ay!, jóvenes amistades!, no habían pasado cinco años y comenzó la Guerra de Corea... Para qué seguir, si luego la guerra de Vietnam nos ofendió a todos por su injusticia...
Cuando leemos algún texto sobre la evolución, se sugiere que luego de miles de años, el Hombre, logró salir de su “animalidad”.
Visto lo visto, con guerras que ya, no pretenden solamente vencerse unos a otros, sino “exterminarse”, la pregunta resulta evidente: ¿VERDADERAMENTE HEMOS SALIDO DE NUESTRA ANIMALIDAD?