Que un hombre sufra serios problemas mentales es lamentable. Cuando dichos problemas resultan peligrosos para la sociedad, esa persona normalmente es internada en un centro de salud.
Sin embargo, hace ya cuatro años, somos testigos visuales de cómo una persona desquiciada mentalmente, ocupa la presidencia de un país al que aún le quedan arrestos de ser la primera potencia mundial.
Somos testigos de cómo día a día Donald Trump destruye la tradicional democracia norteamericana, y los medios nacionales e internacionales se dedican a denostarlo, y con razón.
Me pregunto:
¿Pero, es solamente Donald Trump, el desquiciado, quien tiene un misterioso poder para decidir el destino de un país de 300 millones de habitantes?
¿Al Partido Republicano, un partido según la historia, cofundador de la República norteamericana, no le cabe ninguna responsabilidad?
¿Acaso no fue este Partido quien eligió a un especulador inmobiliario – cero experiencias políticas – como su candidato presidencial?
¿Cuál será el verdadero plan del Partido Republicano detrás de Trump, y la destrucción de su propia democracia?
¿O existe un poder aún más arriba del PR, interesado en crear un “Führer” que le asegure sus capitales?
La respuesta a esta última pregunta es la que puede involucrar al mundo entero.