lunes, 14 de octubre de 2019

MA PROMENADE


Mientras paseo por mi barrio, gozo del Otoño fulgurante,


de sus matices melancólicos...

 
Su despedida es esplendorosa... 

Semejante a la actuación teatral, el Otoño es efímero...



sábado, 12 de octubre de 2019

MI MAESTRO MERARDO



El tiempo, suele transformarse en una neblina que te impide discernir entre la realidad y la fábula....

Una de las experiencias singulares a propósito de mi profesión de actor, fue el encuentro inesperado con mi amigo de adolescencia, Merardo, en el año 2000, en un Centro de Alcohólicos Anónimos en Santiago de Chile (AA).

Llegué a dicho Centro durante una investigación, para interpretar dos futuros personajes. No podía imaginar que me encontraría allí con uno de mis amigos de infancia y pubertad, con “mi maestro Merardo”. Bastante canoso ahora, de mechas tiesas, nariz rota sin saber en qué pelea, ojos tristes, rostro anguloso, un poco “rechoncho”, pero dando muestras aún de su fortaleza física.

Para mayor sorpresa, en el intervalo de los casi 50 años sin vernos, Merardo se había transformado en un especialista de la Biblia, libro en el cual aprendió a leer, junto a los hermanos del Templo, en el intento de superar el maldito vicio, que según me contó, lo había atrapado temprano.

-“Yo le hacía empeño, honestamente, pero el demonio venía a mí una y otra vez, como riéndose, y me ahogaba en el fondo de la caña de vino”, me dijo esa noche de nuestro primer reencuentro, mientras él bebía una gaseosa, sentados ambos en un rincón del restorán: “Hermano, llegué a beber con la Biblia en la mano”, agregó, mostrándome el libro: “Siempre lo llevo conmigo, porque Él nunca me abandonó. Yo era el ingrato”.

La investigación artística que me permitió este reencuentro con mi amigo, había comenzado en el Siquiátrico de Santiago de Chile, en donde me dieron la oportunidad de asistir a algunas terapias colectivas de personas que sufrían la adicción alcohólica. Las terapias de grupo entre los pacientes, y otras, con sus respectivos familiares - a las cuales algunos parientes se negaban a asistir -, habían resultado para mí, dramas muy impactantes: lágrimas, resentimientos profundos entre madre e hijos; silencios excesivamente prolongados con la hermana mayor; intentos de cinismo como arma de defensa; “perdóneme mamita, perdóneme”... Y silencios..., culpa..., silencios...culpa...

Aquellas reuniones me habían dejado sumamente impresionado emocionalmente. De manera que cuando posteriormente fui a las reuniones de Alcohólicos Anónimos (AA) y reconocí allí a Merardo, el corazón me dio literalmente un vuelco.

Yo tenía actualizada la gravedad psicológica y social que constituía el alcoholismo en Chile. Adicción mucho más amplia y profunda que el resto de otras drogas, según las estadísticas. Sin embargo, en el año 2000, Merardo, llevaba ya 7 años de abstinencia, testimoniando ante sus compañeros alcohólicos anónimos, al terminar el día: “Hoy, no he bebido”.

Merardo, me contaba de su fe salvadora con la misma sinceridad que me había contado hacía muchos años la experiencia de su primer amor. En fin, 48 años no se conversan en un par de horas. Entre el año 2000 y el 2003 nos vimos tres o cuatro veces fuera de las reuniones del Centro. 

Un día lo invité a cenar en casa. Solo, porque Merardo estaba viudo, y su hija, madre soltera, junto con sus dos hijos casi adolescentes, habían perdido la fe en él, abandonándolo a su suerte hacía ya varios años.

-“¡Quítame el don, pus huevón, cómo se te ocurre!”, tuve que reprenderlo en mi casa aquella noche.

En esa cena fue cuando yo volví a constatar, y mi mujer descubrió, que Merardo, además de ser una maravillosa persona, tenía tres méritos evidentes: llevaba siete años sin beber una gota de alcohol, venciendo su adicción; escribía versos en décimas, sin auto-designarse poeta popular; y podía repetir de memoria cualquier versículo de la Biblia. Esto último era asombroso.

-“Tome usted, mi dama”, le dijo a mi mujer pasándole el libro sagrado. “Pregunte”.

Mi mujer que es entendida en la materia, luego de elegir una determinada página al azar:

-“A ver, Merardo – le dijo-, repítame del Apocalipsis, La Sexta Trompeta, versículo 21”.

-“Y no se arrepintieron de sus asesinatos ni de sus hechicerías ni de sus fornicaciones ni de sus rapiñas”.

Merardo, había recitado el versículo mirando al techo sin un instante de duda. Con mi mujer nos miramos sin poder disimular nuestro asombro. Pero yo dudé – soy hombre de poca fe -, porque aunque Merardo tenía 70 años, yo no podía olvidar que él había sido mi maestro allá en provincia, develándome el misterio de cómo declararse a una muchacha para invitarla a fornicar. Eran tiempos provincianos en que la declaración se hacía imprescindible. Dicha técnica era muy simple, pero tenía su dulzura:

-“Señorita, yo la quiero a usted. ¿Y usted a mí?” Y si la muchacha respondía “Yo también”, mi réplica debía ser: “Deme entonces una prueba de su amor…”.

¡Oh, maravilla! -, aunque no es este el momento de contar los resultados de dicha técnica. En fin, recordando esa picardía, dudé de la extraordinaria memoria actual de mi maestro. Le pedí entonces la Biblia a mi mujer y le señalé también al azar dos o tres versículos intentando sorprenderlo. Sin embargo “mi maestro Merardo” los recitó con absoluta seguridad. Verdaderamente admirable.

La Biblia, todos sabemos, es útil - no solamente para la gente de fe -, es un libro hermoso, a mi juicio, un testimonio humano muy significativo. Y esa noche, el libro fue el inicio de nuestra velada, derivando luego hacia tanta vida que contar, vida que con vivo interés mi mujer y yo quisimos que nos contara Merardo, mi Maestro Merardo.

Retorciendo, luego estirando su pañuelo y doblándolo cuidadosamente, pero volviéndolo a retorcer, mi maestro secó sus lágrimas varias veces y limpió el cristal de sus anteojos ópticos. Muchacho despierto, Merardo, antes de los 30 años predicó en las calles y cantó “De la mano de Jehová subiré hasta la alta cumbre de la mano de Jehová…”. Pasaban las semanas, a veces los meses, sin que Merardo bebiera ni una gota de alcohol, y hasta sus padres se alegraban, a pesar que no eran de la misma fe.

-“Pero el vicio es como un animalito, hermanos, que te come por dentro, te come la fe, la voluntad. El demonio te punza el estómago... Fui débil, tantas veces que fui débil…”.

Sin embargo, los hermanos del Templo lo recogieron una y otra vez, lo recogieron de la calle, literalmente. Pero similar a varios de los casos que yo había escuchado en el Siquiátrico, Merardo fue perdiendo todo: padres, mujer, hija, nietos…, hasta perder su dignidad...

-“A tumbos, como los borrachos, así, a tumbos anduve en la vida. Hoy predicando, mañana bebiendo… Hoy trabajando, mañana despedido… Mis hermanos y Él, con sus mejores intenciones, no podían compensarme lo que arrastraba desde cabro”. Hizo una pausa: “Nunca me sentí querido por mis padres. Qué tontera, ¿verdad?”

“¡Y alabado sea su Jehová!”, pensaba yo aquella noche mientras hablaba Merardo. Este albañil, que era capaz de construir una casa sin arquitecto, al menos no estuvo detenido durante los años negros de la patria, no fue torturado, no tuvo que salir al exilio, aunque también tenía la ilusión de otro mundo mejor.

Cuando recuerdo su vida contada aquella noche; cuando pienso en él y lo recuerdo viviendo en una “mejora”, que por culpa de su Demonio nunca pudo convertir en casa ni menos en hogar; anónimo poblador, que como tantos otros probablemente salió en el fondo del cuadro en el reportaje de televisión a propósito de algún temporal. 

Cuando pienso en mi maestro Merardo, quien pudo vencer al “Demonio” del vicio pero no a la muerte, porque ésta vino poco a poco y antes de tiempo por falta de dinero…, cuando lo recuerdo así… Es la muerte y el olvido de tantos, quienes no dejaron otra huella que los instantes efímeros de su vibración humana...

Hoy, tengo la herencia de sus versos de poeta popular anónimo en las manos. Me arrepiento de no haber conservado el manuscrito original, escrito de su puño y letra. ¿Pensaría Merardo durante su larga enfermedad en sus propios versos?:

“¿De dónde habremos sacado/ ese afán de ser eternos?/ Nos ponemos como enfermos/ porque no hemos encontrado/ el mecanismo adecuado/ o el misterioso elixir/ que nos permita existir/ mil años, por siempre./ ¿Será ese deseo ardiente/ que cumplimos al morir?”

Nelson Villagra, reside en Montréal, P.Q.

25/06/07

viernes, 4 de octubre de 2019

MAPOCHO SUBITUS

Los perros sin dueño miran la Televisión pero les da lo mismo. Miran los titulares de los periódicos pero no los ven… Yo los leo, me informo… Encuentro un pedazo de Diario y lo leo… Ustedes también. Por ser, ¿ustedes me escuchan cuando les leo? Claro que sí, pos, porque ustedes son perros con dueño. Y yo aprendí a leer porque vivía con mi tío Erasmo. O sea, aprendí con el “tomate González”, así le decían a mi profesor. Cuatro años estuve con él. ¡Seco pal tintolio el viejo! 



 “Ay, si hablara la tranqueeeera/ las cosas que contaríaaaaa”. No me dediqué al canto de puro huevón nomás… ¡Meh!, se ríe el Carioca… ¿Creís que se me corrió una teja? ¿Qué es lo que te da risa, mi banderita chilena en el gorro? Sacudo así la cabeza y ella flamea, ¿no veís?... Yo les hablo a ustedes de todo esto pa que se salgan del perraje ignorante. Pa que no sean como todos los perros ajenos, callejiando por ahí todo el día. Porque si yo veo que alguien quiere abusar con ustedes ¿qué hago yo? ¿Ah? ¿Qué hago?...

¡Lo mato, pus huevón! ¡Lo mato! ¡Yo no aguanto que nadie abuse con nadie! Yo no soy como los perros ajenos, porque me tengo a mí mismo. Si no tengo pistola agarro un palo, una piedra, agarro mi cuchillo, cualquier cosa ¡y lo cago al huevón! ¡Le machuco la cabeza!...

¡Meh, putas que estái tentao de la risa hoy día! ¡Cabros, el Carioca se tragó un payaso, parece! ¡Sí, pero es verdad lo que digo, lo arrastro al huevón hasta la mitad de la calle pa que lo caguen las micros – los buses, dicen ahora los pitucos -, pa que le corten las piernas al huevón, por huevón! ¿Ven? ¿Ven cómo es la cosa? Yo jamás hueviaría a un perro ajeno…

¡M´hijita riiica! ¡Soy chileeeeno! ¡Todos en pelotas, mierda! ¡Gau! ¡Sabroso! ¡Foc yu!, ¡foc yu! Son cochinos los cabros pa hablar hoy día, la mayoría de los cabros ¡son inmensamente cochinos!, son más cochinos que el guatón Copete, ese que trabaja en la tele…

Tuve un sueño, chiquillos, tuve un sueño… Azucenita, ¿por qué te fuiste de mi lado anoche? Si no te gusto, me lo decís y nos divorciamos al tiro.  ¡Bah!, verdad que todavía no sale la ley del divorcio. ¡Serán guevones!... Soñé contigo, ¿oíste?, soñé contigo, Azucenita, y cuando desperté te habíai acurrucao con el Pergenio…

¿Vamos a ver la tele, chiquillos? Hay minas en pelotas a esta hora, baila que te baila ¡Más huevón yo, no haberme dedicado al baile! 

¡Ya!, vamos pal Paseo Ahumada, cabros. Yo veo tele y ustedes basurean. ¡Se las echó el Güin! ¡Ya, pues! ¿Se van a quedar echados hasta la noche?

¡Ay, ay, ayayay¡… ¡Esperen! ¡Quiero que nadie se mueva!¡Carioca!, ¿no me estái oyendo? ¡Todo el mundo a tierra!... Así…, muy bien… Yo también me voy a echar aquí, ¿ven? ¡Ya!... Tiene cara de perra el perro… ¡Ah, pero si es perra, pos!... ¡Cachen, cachen cómo son las pitucas! La perra tira más facha que la empleada… Se parece a ti, Azucenita.  Andan porai porai… ¿No es cierto chiquillos, que esa perrita se parece a Azucenita?

¡Hummm, ¡ay…!, ¡qué meneo…! ¡Se parece a la Bolocco!... ¡Milico! ¡Milico! ¡Milico, mierda!... Perdone, señorita. Es mansito… ¡Milico! ¡Ven pacá! ¡Échate aquí! ¡Échate, te digo!... 

¿Ven? ¿Ven como les gusta agarrar pa la palanca a los demás?... No, no, no, no, ne me vengái con languetiás, ahora… ¡Ya, ya, ya, ya, córtala, córtala… Por culpa tuya no tuvimos más manzanas ni zanahorias. ¿Por qué teníai que ladrarle a la señora Isabel? ¿Vos creíste que le iba hacer gracia que te pusiérai a ladrarle? ¡El Milico, no se da cuenta que hay que ubicarse, huevones. ¡Ubícatex, se llaman las píldoras! O sea, hay que aprender a hacerse el huevón. Vean la tele, ahí está clarita la cosa: los políticos, los jueces, putas, curas, milicos, too el mundo se hace el huevón. Aprender a poner caritas… ¿anderstan?

¡Soy chileeeno! ¡Guau! ¡Todos en pelotas, mierda!…

De todos nosotros, el Cancerbero es el único que sabe hacerlo. “¡Sale de aquí, perro de mierda!”, le gritan. El Cancerbero se corre un poco pero se queda cerca, sonriendo, moviendo la cola. El Cancerbero conquista. Es canchero. 

Oye, Milico, ¿y qué olor tenía la raja de la perrita pituca?... ¡Chiquillos, esta noche el Milico se va a correr una paja a la salud de la pituca¡ ¡Ya!, vamos a ver la tele al Paseo Ahumada, mejor...

Azucenita, esta noche acuéstese conmigo: “¡Vamos en once, si te venís conmigo, catre de bronce!” ¡Ja! ¿Se acuerdan del viejo, ese que recitó en el Parque? Ese es hermano de la Violetita… A la Violeta Parra, el Frei viejo, le tiró poca pelota. La dejaron morirse de hambre en la carpa y ahora le andan levantado estatuas… ¡Todos los muertos son buenos, dijo Pinochet! 

¡Guau! ¡Soy chileeeeno! ¡Todos en pelota, mierda! ¡Sabroooso!... 

Víctor, te machacaron las manos, pero seguís cantando… ¡”Arriba en la Cordillera”, Patito! ¡Rajazo, te salvaste, ruciooo! ¡Y muéstrate a la argentina, no la escondái tanto, pus loco!

“Sí, ayayay/ chitas qué gusto me da/ haber nacido en el campo/ y esa es la pura verdad…” ¡Putas que soy huevón, no haberme dedicado al canto!... Jui el que comenzó con la Canción Chilena, cabros. Ni el Pato Manns ni el finaíto Jara me corren...

Oye, Pergenio, ¡Pergenio!, no te aprovechís, deja tranquila a la Azucenita. Te conozco mosco. Te gusta la carne fina, huevón arribista. Si a la Azucenita la hubiéramos recogido en La Legua, no le daríai ni pelota, huevón. ¿Por qué no te olís vos la raja, mejor?...

¡Ay, ay, ayayay! ¡Arriba, arriba todos los huevones! ¡Vienen los pacos!... ¡Vamos¡ ¡Tranquilitos! ¡Sangre fría, huevones! Caminen como chutiando piedras. ¡No los mirís, no los mirís, Carioca! A los pacos nunca hay que mirarlos, ya les he dicho. ¡Ojo con aquellas bolsas de basura! ¡Ningún huevón me las toca mientras pasan los pacos! ¡Ya!, ahora en fila india, de a uno en fondo…, pegaditos al muro… ¡Ya, pus Milico, dales el ejemplo! Eso, así… Pildoritas de Ubícatex, no lo olviden... Así… Para en la esquina, Milico. ¡Para!... ¿Ven? Ya pasaron… Tremendas motos que se gastan los huevones…

¡Cáchate…¡ La que va al último es paca! ¡Buen culo, mi teniente!... ¿Cómo será tirarse a una paca…?

A ver, espérense un poquito, voy a meterle mano a estas bolsas… ¡Lukea, estos zapatos están nuevitos! ¿A ver?, votación: queso o cartón de tinto. Contra el muro todos los huevones.

Comienzo contigo, Azucenita. Si cae “pinocho” en ti, ese cartón es de tinto: pin uno, pin dos, pin tres, pin cuatro, pin cinco, pin seis, pin siete, pin ocho. ¡Putas, salió queso!... Pa que vean que soi democrático, voy a respetar la votación. Cayó “pinocho” en Pergenio, y me quedo sin el tintolio. Seguro que don Jorge larga un octavo de queso por estos zapatos…

¿Y qué es eso…? ¡Cáchate, una tostadora!... ¿Tará guena esta huevá? A lo mejor tenimos queso y tintolio esta noche…. Voy a tener que conseguirme una mochila más grande, cabros, cualquier día nos llevamos un televisor. La gente ya no sabe qué hacer con tanta huevá que compra… Botan más huevás que antes… ¡Mira, miren esta chaleca, ta nueva! ¡No digo yo!... ¡Eh¡, Escuchen, cabros: “AVANCE EN LOS DDHH: SENADOR LONGUEIRA PROPONE PAGARLE A LOS FAMILIARES DE DESAPARECIDOS PARA QUE OLVIDEN”… ¿Escucharon lo que dice este pedazo de Diario? Estos locos creen que los desaparecidos son como perros sin dueño… Otilia, m´hijita, ¿escuchaste esto?... Tú sabís, si te olvido, me muero…, aunque el recuerdo me mata… Pero ahora el olvido, se va a vender como los zapatos o los televisores…

Me voy a ajustar la bandera. ¡Guau! ¡Soy chileeeeno! ¡Todos en pelotas, mierda! ¡M´hijita rica! ¡Sabroso!... 

Ya, crucen chiquillos… Ya, pus, vamos, ¿se van a quedar metíos con Longueira, los huevones? Si lo que dice ese loco es la puntita, nomás, de atrás se van a meter todos en el baile. ¡A la tele, cabros, a olvidarlo todo! ¡Vamos a ver qué chuchás echan hoy día, mientras bailan las minas!

¡Oye!, guaite minit, aténchion plis! Esta es la calle donde se les arrancó el huevón. ¡Esperen, esperen, cabros! Vengan, vengan pacá…. Miren… Allí… allí estaba la camioneta etacionada con el cabro adentro… Dejaron al de la DINA cuidándolo dentro de la camioneta y los otros tres se fueron al punto que el loco les había indicado. De repente, el cabro le dijo: “¿Me deja echar la corta, mientras tanto, jefe?” Y el Dino, que tenía puestos sus anteojos negros – no se los sacaban ni pa cagar los huevones - : “Bueno, ya, bien cortita, huevón, que si no me la cortan a mí”. Se baja el cabro y el cabrón también. El Dino, se quedó con los brazos cruzados pa disimular que estaba garrando la pistola de la sobaquera. Se vuelve el cabro de repente y le manda tremenda patá en las huevas al Dinoso. Y el culiao, se echa patrás y cae de espaldas, pero sacando la pistola, pero la pistola se le cae al suelo también, entonces el cabro la agarra con las dos manos, porque estaba con las esposas puestas y ¡pam, pam!, dos guaracazos, mierda. Uno en el pecho, y el otro le hizo pedacitos la cara. Y, patitas pa que te quiero, el cabro salió corriendo con la pistola en la mano por esta calle pallá pal sur... Y nunca más se supo, pus. Se les arrancó el loco. Decidío, el cabro…

¡Guau! ¡Soy chileeeeno! ¡Toy vivo, cabros! ¡Toos en pelota, mierda! “¡Dónde vas, dijo la Fama/ a Chile, dijo la Historia¡”… ¡Ya!, vamos a ver tele, mejor, y de paso me compro un terno en Falabella… ¡Le vendí informaciones a las Financieras, chiquiiillooos! Guarden el secreto.

A ver, metámonos aquí por Condell, allí hay una Universidad, a ver si los locos sueltan gamba. Crucemos para la vereda de al frente más mejor, porque por este lado tienen Comisaría los de Investigaciones, y no quiero que nadie se meta con nadie, ¿oyeron? Así es que si andan paseando a los perros pitucos en el Parquecito ése, ustedes mueren piola. Andamos trabajando, no andamos na de carrete. Me faltan dos gambas pa asegurarme el cartón de esta noche. Los estudiantes, son buena onda, capaz que salga propina pa ustedes si lo hacimos bien… ¡Ya! Paren ahí, voy a basurear un poco en estos tarros… Déjame ver…, déjame ver…

¡Cresta! A ver, que levanten el dedo los vegetarianos, aquí hay dos tomates, chiquillos, tan casi enteros… ¡Ya! Los meto en la mochila y seguimos… ¿A ver, quién sabe leer? ¡Tanto papel que botan los huevones! En eso se ganan la vida estos locos, escribiendo huevadas pa después botarlas… ¡Cáchate! ¡Chiquillos, miren lo que dice el Diario, se acabaron nuestra penurias: “TRATADO DE LIBRE COMERCIO DE ESTADOS UNIDOS Y CHILE SERÁ RATIFICADO MUY PRONTO”… ¿Qué les parece? Ustedes pasarán del cuero podrido a comida de perro, y yo, del cartón, a vino embotellado… ¡Zánquiu! ¡Ya! L J. Ya, pus, los juimos…

Bueno, chiquillos, a ponerse las pilas. Cuando yo me ponga a bailar todos dan vueltas por entre mis piernas. ¿Milico? Vos dirigí la cueca. Que todos te sigan, haciendo la redondela… ¡Ey, luk! ¡Ojetín, se llamaba el profeta, tan saliendo los locos! Corran, los estudiantes son buena onda. ¡Vamos! Ya, pus, Pergenio, corta el hueveo con la Azucenita… Y el que no baile no va a tener ni las buenas noches de mi parte… ¡Ya lo saben!... Aquí, aquí mismo… Atención que saco el pañuelo… ¡Rueda…, rueda! ¡Ya, pus Milico!

“El pañuelito pa bajo/ me cuesta menos trabajo/ por eso bailo esta cueca/ agachando la cabeza/ y la cabeza, ay sí/ me salió verso/ cuando pase el gorrito/ suelte cien pesos./ El pañuelito pa bajo/ me cuesta menos trabajo/ por eso bailo esta cueca/ agachando la cabeza/ y la cabeza ay sí/ me salió verso/ cuando pase el gorrito/ suelte cien pesos”…

Gracias, señorita… Gracias… Lo que pueda, nomás… Gracias, joven… No importa… ¿Cómo?... Yo mismo, yo mismo los hei enseñao… Sí, son güenos, ellos… Gracias… ¿Este? Cancerbero, se llama… Gracias… No, no importa, lo que sea su cariño, señorita… Gracias, joven…

Cien…, doscientos…, ¡chis!, estas monedas de a diez no sirven ni pa la alcancía. Voy a hablar con el Ministro Eyzaguirre al respecto… ¡Chiquillos!, tuvimos trescientos ochenta pesos. Si no andan los pacos en el Paseo Ahumada, nos bailamos la otra pata y tenimos fiesta esta noche. Ya, salgamos por aquí por Terranova a Providencia… 

Perdón, señora, ¿no tiene cien pesitos?... Por favor… ¡Gracias, señora, muchísimas gracias!  ¿Ah? ¿Los perros? Sí, son todos míos. Viven conmigo… Disculpe, ¿usted es española?... Ah, vasca… ¿Y el caballero?... ¿Chileno?... Sí…, perdone, caballero…, pero usted es… yo… ¿usted es artista?... Ya…, así me parecía… Perdone mi atrevimiento…, ¿pero usted es El Chacal de Nahueltoro, por un casual…? ¡Claro, ya me parecía! Yo vi su película allá en Linares. ¡Usted se las mandó ahí!... Pobre cabro, ése…, y la guagüita… Yo vivía en el campo con mis tíos, cuando éso…. Con mi tío Erasmo juimos a ver la película. ¿Sabe que yo lo imito a usted bailando la cueca? Ellos bailan conmigo… ¿Ah?… Sí, todos tienen su nombre. Ella es Azucenita, mi regalona. Es de buena raza, ella…. Ese es Pergenio, el otro el Milico…  ¿Cómo? No, tan conmigo desde hace tres años… No claro, con Pinochet no le habría puesto Milico… Ese otro es el Carioca, y éste es el Cancerbero … No, son mansitos ellos. Son güenos… ¿Cómo?... Así, nomás. Se fueron allegando en la calle. Eran peros sin dueño… Sí, sí, claro, hasta lueguito, perdonen… Gracias, señora…, que Dios la bendiga, y a usted también, caballero…

¡Chúchamelas! No me digan na. Calladitos, caminemos calladitos, chiquillos… ¡La señora soltó luca, loco! ¡Mil pesos! Vámonos despacito por las piedras… ¡Putas que lástima que sean perros, huevón! ¿Se han dado cuenta con quién estuve hablando? ¿Ah? ¡Ustedes son testigos que hablé con El Chacal de Nahueltoro! Si se lo cuento a doña Carmen cuando le compre el cartón, va a creer que ya estoy borracho… ¡Chao, me voy pa jóligu, cabrooos, a trabajar en películaaas! 

¡Guau! ¡Soy chileeeno! ¡Todos en pelotas, mierda! ¡Toy vivo! ¡Sabroooso! 

¡Chit! ¡Callampín, bombín, que ahí vienen los pacos! Calladitos. Tranquilos. Paren ahí. ¡Milico! ¡Échate! ¡Milico!... Tremendos autitos que se gastan los patúos… Y ahora andan con ametralladoras, los huevones… Ya no hay diferencias entre estos locos y los militares… Los dos se hacen los huevones hasta el próximo Golpe… Y al Loco Mayor no le salió ni por curao… “Agarra Aguirre”, dijo el viejo, cuando le dijeron que pasara por caja… ¡De vitalicio en el Senado el perla!

Cabros, ¿saben qué más? Nos vamos a ir mejor a comprar el cartón adonde doña Carmen, y nos vamos pa casa. Aquí en la mochila tengo el pan añejo, y ando trayendo un pedazo de cuero rico que saqué del río esta mañana pa ustedes… ¿quién soy yo? ¡Soy chileno, pus gancho! ¡Estoy vivo, cabros! ¡Todos en pelotas, mierda!
                                          
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Salud, perros lindos... Coman tranquilos. Ese cuero está rico. Lo caché esta mañana cuando lo saqué del río. Me van a perdonar que yo me coma la mortadela, pero estamos en casa, así que con confianza nomás… Salud, cabros… 

En el verano vamos a salir al campo, cabros. No falta una gallinita que anda suelta por los caminos…, sin dueño… A veces trabajábamos hasta cien hombres en un mismo potrero, con mi tío Erasmo… Salud otra vez por mi tío, cabros… ¡Y otro al seco por la Otilia! Por la Otilia, yo soy capaz de ahogarme en vino…, ustedes saben… ¡Putas que las cagué!... Es que la electricidad quema, cabros, ¡putas que quema! Cuando me dieron los correntazos, yo creí que ella ya se había ido del fundo cuando me obligaron a decir su nombre… Y después nunca más me atreví a preguntar por ella… No supe si estaba viva o estaba muerta… Tres días me tuvieron colgado, como cordero pa degollarme… 

¡Soy chileno, mierda! ¡Soy chileno! ¡Guau! Salud…, ¡Todos en pelotas, mierda! ¿Cómo te llamáiii concha´etumadre?... Salud… Salud, Azucenita… 

Se me acabó el litro… Me está dando sueño… Tengo la guata calientita, qué rico… Arrímese, arrímese p´acá, Azucenita… A ver, déjeme sacar ese saco pa taparme las piernas. Ta muy mojá la noche… Así…, así… Tranquilo el perro… Si este invierno no crece mucho el río podemos dormir aquí mismo, tranquilitos… Vamos a salir pal campo, m´hijita…, el próximo verano…, pa los lados de Linares… Nunca falta un conejito sin dueño por los zarzales… Ay qué rico … así, así, arrímese… Calientito los dos…  ¿Sabe, Azucenita? Mañana... vamos a cantar... la canción que me enseñaba mi tío Erasmo, ¿se acuerda...?: “Tal vez amor... tal vez si me acompañas..., si no me dejas morir con la distancia...”


Nelson Villagra
Vaudreuil-Dorion, 2004