Basta. Me es imposible continuar
desoyendo la voz de vosotros, amadísimos compatriotas. Habéis sabido despertar
mi conciencia ciudadana y mi vocación de
servicio público, y aquí estoy con mi corazón abierto dispuesto a sacrificar lo
que sea necesario en aras de vuestra dicha.
Bien sabéis de mi modestia y humildad.
Bien sabéis que no me animan intereses personales ni menos aún mezquinos, aceptando
lo que me habéis exigido: presentarme como candidato para las próximas
elecciones presidenciales.
Amados hermanos míos, compatriotas
chilenos, podéis contarlo como seguro que bajo mi gobierno seremos todos
felices. No habrá ni ricos ni pobres, ni poseedores ni desposeídos. Tal vez seremos
pocos, pero bien organizados. Con absoluta franqueza os declaro:
Primero: durante mi Gobierno haremos sacar de nuestro escudo nacional el
Huemul, reemplazándolo por otro Cóndor. Así nuestro escudo lucirá dos hermosos
cóndores, eliminando el símbolo actual de la desigualdad entre dominadores y
dominados que nos afecta desde nuestra Independencia.
Segundo: Durante mi gobierno vivirán en paz todos los pueblos aborígenes
en sus respectivos reductos, rescatados sus límites originales antes de la
llegada de nuestros respetados Don Francisco y Don Pedro. Dichos reductos
serán cercados por sólidos muros (que no
se crea Trump el único albañil), dentro de los cuales los aborígenes tendrán independencia
y autonomía absoluta. Pero de nosotros, los chilenos, eso sí, no recibirán ni
los buenos días. Allá ellos con sus putos problemas.
Tercero: ¿Quiénes somos los chilenos? Sólo tendrán derecho a ser chilenos
y vivir en Chile todos aquellos que tengamos apellidos descendientes de
nuestros amados primeros conquistadores de la península española, aunque
algunos sean de piernas cortas, morenos y de “mechas tiesas” (hay que arar con
los bueyes que se tienen, como decía mi abuelo). Todos los demás ¡afuera
mierda! ¡A hacer puñetas a sus lugares de origen!
Cuarto: el desierto chileno lo convertiremos en grandes pistas de baile;
en verdes y amplias canchas de golf, de tenis y de fútbol, en donde podrán
solazarse los trabajadores y sus familias todos los fines de semana, y en donde
además organizaremos importantes competencias internacionales, sobre todo de
golf y tenis.
Quinto: durante mi gobierno no existirán ni sueldos ni salarios. Todos
los viernes, a través de las plazas públicas de todo Chile se reunirán los
ciudadanos en donde se repartirán por partes iguales las ganancias de la
producción de la semana.
Sexto: Trasladaremos todas las ciudades y pueblos hacia las laderas de
nuestras montañas – lo que en la actualidad se denomina como “barrio alto” - logrando con ello que todos nuestros
ciudadanos puedan contemplar los atardeceres de nuestras costas del Océano
Pacífico. Océano al cual le aumentaremos su caudal acuífero de manera que las
olas y fragancia marítima besen el borde de los balcones y terrazas de nuestros
amados ciudadanos.
¡Queridos compatriotas, gracias por
haberme nominado como vuestro candidato! ¡Os aseguro que mi Gobierno no será un
Gobierno de derechas, no será un Gobierno de izquierdas! ¡Ni siquiera de
centro-izquierda o centro-derecha! ¡Mi Gobierno, no será tampoco un gobierno “extraño”
como los actuales!
¡Pero eso síiii!, queridos ciudadanos. Puedo
aseguraros, que mi Gobierno, será… ¡un Gobierno…, raaaro…!