miércoles, 1 de septiembre de 2021

PORQUE ASÍ SON LOS VERDADEROS MAESTROS




Nunca es fácil despedir a nuestros seres queridos. Menos aún cuando han sido los que supieron vivir 
de tal modo, que al exigir, lo hacían con el ejemplo…



Estos sencillos versos populares, fragmento de una obra de teatro de mi autoría que estrenara en Chillán - tal vez en 1999 -, me parecieron adecuados para despedir a mi querido maestro-amigo, Ciro Edgardo Vargas Mellado, recientemente fallecido.
Yo era un muchacho de 13 años en 1950 cuando fui invitado a trabajar con Ciro en Radiodifusión Cultural de Chillán, grupo desde el cual fundáramos ese mismo año el Teatro Experimental.
Me atrevo a decir que en nuestra ciudad en esos años aún prevalecía el sustrato de un espíritu agrario, en lo que éste tiene de pragmático: la industria y el pequeño y mediano comercio se desarrollaban de acuerdo a las necesidades agrícolas de la provincia.
Con esto quiero decir que a pesar que Chillán y la provincia de Ñuble, a  través de su historia, se ha distinguido peculiarmente por ser cuna de destacadas personalidades artísticas y culturales - incluso de prestigio internacionales -, nunca a éstos les fue fácil desarrollar su actividad creativa en su tierra natal.
De manera que la labor cultural que impulsara Ciro Edgardo Vargas Mellado en los años 50, no contó con la atención y predisposición de autoridades y público en general. Radiodifusión Cultural - programa radial de los días domingo en Radio La Discusión - y luego el Teatro Experimental fueron iniciativas pioneras, que no siendo las únicas, venían a sumarse a la escasa labor de artistas e intelectuales que trabajaban de forma individual, quienes tampoco repercutían en la población de acuerdo a sus méritos.
Ciro y Enrique Gajardo Velásquez, este último chillanejo afincado en Santiago, trabajaron tesoneramente con el grupo de jóvenes que les acompañamos en la radio y en el teatro.
Loable es el apoyo que en esa época prestaron a la cultura y al arte chillanejos don Alfonso Lagos Villar y otras personalidades de su envergadura.
La Ilustre Municipalidad de esa época supo reconocer ese esfuerzo pionero cediéndonos al Teatro Experimental la sala de la Biblioteca para los ensayos teatrales, y posteriormente nos asignó una oficina, cuando Ciro y Enrique fundaron el INECUCH (Instituto de Extensión Cultural de Chillán).
Ciro, fue mi maestro, artística y culturalmente. Fue mi maestro sin saberlo él mismo, quizás porque así son los verdaderos maestros. Me consta que otros varios jóvenes recibieron los beneficios de esa convivencia con Ciro a lo largo de los años.
Y hoy, aunque en los días de su muerte, el “monstruo de hormigón dormido” por fin despierta desafiando a los creadores chillanejos y de la región, pienso que en ese Teatro Municipal hay algo de Ciro Edgardo Vargas Mellado: está algo de su intento por estimular el espíritu creador artístico de Chillán.
Y sé que Ciro me acompaña en el deseo que el Teatro Municipal de Chillán se transforme en la caja de resonancia que siempre le ha faltado a la cultura y el arte chillanejos.